La fama es un peligro y muy bien lo describe Darín en la entrevista e inteligentemente manifiesta tratar de evitarlo.

Esta es una reflexión que quiero dejarle a mis amigos actores. La idea me surgió a raíz de una entrevista que le hizo a Ricardo Darín, Pablo Giralt, un actor colombiano, de casa a casa, en estos momentos de pandemia.

A Darín lo he visto en infinidad de interpretaciones, exclusivamente cinematográficas, aunque como muy bien él lo señala ha sido partícipe de múltiples teatrales. El hecho de haber vivido en ciudades con poca actividad de escena, comparado con el despliegue bonaerense, no me lo ha permitido, aunque me considero un amante de lo que sucede en las tablas, quizás porque ese fue mi comienzo y de alguna forma ha sido mi frustración.

Tengo muchas décadas viendo cine, mi actividad fundamental, y de alguna forma, debido a mi profesión de director, o quizás por una acentuada manera de fijarme al máximo en la actuación y en la construcción de los personajes. Siempre he creído más en las películas de actores que en las del simple espectáculo. Soy más dado al cine de autor que a los blockbusters.

Ser actor o actriz requiere de muchas cosas. Necesitan de una sólida formación física, vocal e incluso intelectual, pero también humana. Obligados como están a representar a otros, deben tener la capacidad de observar, copiar y redimensionar a esos otros cuando los personifican.  Un personaje hay que construirlo y todo lo anterior es necesario.

Hay actores o actrices que reciben ese título aún sin merecerlo. Por aparecer en una obra de teatro o de cine, eso no significa que lo seas. Aparecer no es ser. Ponerte un uniforme militar o médico no te convierte en eso automáticamente. Cada uno de los personajes, al igual que los seres humanos, tiene unas características particulares, unos rasgos que los diferencian y porque no, los hacen excepcionales.

Hay muchos tipos de actuaciones, buenas, regulares, malas, infames, o memorables.  Dependen de muchas cosas, en primer lugar de la capacidad del actor para encarnar el personaje, del trabajo que haya hecho para construirlo y de la capacidad del director para sacarle provecho al máximo de lo que él ha dado.

Hay genios de la actuación, que desde que se plantan frente a una cámara o un escenario, dejan una impronta única. No son muchos, pero sí los hay. Laurence Olivier en el teatro o Meryl Streep en cine, podrían ser dos ejemplos. Otros, que desaparecieron tempranamente y que iban hacia allá, como James Dean. Algunos con actuaciones extraordinarias, salvo aquellas que han hecho solo por dinero o por no desaparecer, como le ha sucedido a Marlon Brando, Orson Welles o Robert De Niro.

Y ahora que hablo de De Niro, nos atenemos a sus últimas apariciones en filmes, y las llamo a propósito apariciones, porque no creo que merezcan el calificativo de actuaciones. Un buen actor por plantarse delante de una cámara no significa que esté actuando, máximo cobrando, por aparentar que lo está haciendo. En la mayor parte de las últimas películas en que ha aparecido De Niro, ha hecho de De Niro, y ya. Pero lo que se dice actuar, eso que hacía en sus mejores tiempos, ha desaparecido, aunque quizás ahora gane más dinero.

La fama es un peligro y muy bien lo describe Darín en la entrevista e inteligentemente manifiesta tratar de evitarlo. Claro, por allá atrás se le sale un poquito el indiscutible ego porteño que acompaña siempre a sus conciudadanos. Pero sí, es un hombre inteligente y sensible, por lo que cuenta en la entrevista. Y crítico de sí mismo y su trabajo, y eso se agradece. Casi al final de la entrevista dice, o mejor dicho, se lo dice a sí mismo, que a pesar de la fama y el éxito, no está satisfecho, que le falta la ‘actuación’, ese papel, esa interpretación inolvidable, para él y para los demás. Y yo estoy totalmente de acuerdo con él, en muchas películas cumple y muy bien con sus personajes, pero siempre es Darín, haciendo de Darín.  Quizás sea un vicio del cine argentino. Antes que él otra figura, Federico Luppi, hacía lo mismo, cumplía a cabalidad con su personaje, pero siempre era Luppi.

Creo, y espero que me perdone mi atrevimiento, que le hace falta actuar en una película, donde uno salga de verla y se diga: ‘¡Coño! ¿Ese era Darín?’ No es fácil —cuando te has acostumbrado— romper los moldes y ser otro, diferente, irreconocible. Los grandes actores necesitan lograrlo para hacerse inolvidables.

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