Las religiones han estado presentes en la vida de la humanidad.

Especial para Ideas de Babel. Este es un artículo dirigido a mis amigos creyentes, a ver si le ponen un ‘parao’ al asunto, pues ya se está convirtiendo en un peligro. Me refiero a Dios, o mejor dicho, a las acciones malsanas que se están realizando en su nombre. Me he encontrado últimamente con una serie de noticias donde Dios ha sido utilizado para toda vaina y sobre todo para asuntos non sanctus.

“Un diputado de Ohio se niega a usar cubre-boca para no ofender a Dios”, reza una de las noticias. Un energúmeno armado hasta los dientes en una manifestación en Virginia en pro de las armas, dice que portarlas “es un derecho constitucional dictado por Dios”. Y qué diferencia hay entre decir eso o gritar que Alá es grande y agarrar una metralleta. ¿Hay algún Dios más peligroso que otro? Bukele en El Salvador toma medidas arbitrarias porque “Dios se lo pidió”. ¿Alguna diferencia con la teocracia de Irán? Maduro, Trump, Bolsonaro —los extremos se tocan— se rodean de evangelistas, casi que convertidos en un nuevo partido, para que los apoyen en sus gobiernos, o en sus reelecciones, que es lo mismo. Antes lo había utilizado Berlusconi al tener el apoyo de Edir Macedo a través de la Iglesia Universal del Reino de Dios. Religión y política, una mezcla explosiva.

Yo no tengo nada en contra de los que creen, cada quien a lo suyo, escoja el Dios que quiera y utilícelo como a bien tenga pero, por favor, no me venga a joder a mí, o a cualquier otro, en el nombre de Dios.

Las religiones han estado presentes en la vida de la humanidad. Las primeras hablaban de dioses en plural, y a cada uno le conferían las tareas que le atañeran. Un dios para cada cosa, para cada acción, sobre todo para las más importantes. Vamos a decir que eran sociedades pluricreyentes. Los dioses eran utilitarios y ayudaban en determinados momentos y para determinadas acciones.

Pero después, en ese sitio que muchos llaman Jerusalén, fueron creadas consecutivamente las tres religiones monoteístas prevalecientes en la actualidad: el Judaísmo, el Cristianismo y el Islamismo, en ese orden. Todas tuvieron el mismo origen, no sólo geográfico, sino también conceptual: “Dios es único”. Y ahí el asunto se volvió monopólico y —como todo monopolio— se tornó conflictivo y perjudicial. Porque antes había un pocotón de dioses regados por todas partes y cada quien a lo suyo, pero si es uno, único, universal y encima perfecto, pues no hay nada que discutir, todo lo que se diga en su nombre es así y punto. Y ese es el gran peligro.

Ya lo vivimos masivamente en esa época oscura de la humanidad que llamamos Edad Media, donde las guerras propiciadas por los conflictos religiosos nos diezmaron. Lamentablemente, algunos escollos subsisten en la actualidad. Y por más que algunas religiones pretendan ser universales, terminan siendo parciales, locales, raciales, y su uso, o mejor dicho, su mal uso, puede ser objeto de conflicto o del mal, que se supone que es lo contrario a lo que las religiones desean, porque todas de alguna manera pregonan la búsqueda del bien. He ahí un problema que la humanidad no ha resuelto aún.

En esa región terrenal que llamamos Occidente, ha prevalecido, numéricamente hablando, la religión cristiana, que a partir de su  creación intentó una organización que fuera una mezcla del Dios Único con delegados importantes que llamaron Santos, lo cual la hacía por una parte menos estricta que las otras y era como tender un puente entre el monoteísmo y el pluralismo anterior. Fue indiscutiblemente un buen manejo del marketing, como decimos últimamente. Eso la ha hecho un poco más modernizada que las otras dos, e incluso algunos papas (máximas autoridades católicas) han propiciado las reuniones con los jerarcas de las otras religiones, o de las otras ramas del cristianismo, para tratar de suavizar las controversias y coexistir tranquilamente. Eso se agradece.

Pero lo que no podemos permitir más es que en nombre de Dios, se estén realizando acciones alocadas, violentas, irracionales, estúpidas, que perjudiquen o dañen a los demás. El mal no puede ser justificado por ninguna religión, por ninguna creencia. Basta ya.

 

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