Ciudadanos venezolanos
¿Por qué no aceptamos que si no nos hemos preparado para el ejercicio de la política como profesión, lo que nos corresponde es el ejercicio de la ciudadanía?

No deja de asombrarme como el tema de lo político ha invadido todos nuestros espacios y me pregunto, a medida que veo a la gente debatirse entre los aspectos más perversos del tema, en qué consiste la incapacidad que nos asiste hoy en día de darnos cuenta que tal tema, forma parte del cambio ideológico promovido en la sociedad.

Quizá lo que más me asombra es que hay una buena parte de la colectividad que cree que porque repite hasta el cansancio una serie de frases aprendidas, está ejerciendo la política, sin darse cuenta que exactamente lo mismo sucede con los que ven lo que nos sucede desde el otro lado  de la acera.

Incapaces del análisis certero, preciso, adecuado y en el tiempo necesario, nos explayamos en una serie de razones tamizadas desde la experiencia personal, lo cual implica que nuestras carencias, necesidades y creencias individuales son las que conforman el entramado de nuestro discurso, ignorando, tal vez, que la política para que tenga la representatividad necesaria forma parte de un ideario colectivo, del cual no se nos puede escapar la capacidad de análisis objetivos, para expresar y tomar las decisiones adecuadas, porque uno de los grandes valores de su ejercicio, radica en el pensamiento estratégico.

Yo insisto, tal vez equivocadamente, que la política debe estar en manos de los políticos y la ciudadanía en manos de los ciudadanos y lo digo partiendo del hecho de que hoy en día la política a nivel mundial dejó de ser un ejercicio del habitante de la polis, para convertirse en una profesión universitaria, con distintos grados y especializaciones. Ello ocurre porque en la medida que las grandes sociedades se han vuelto más complejas y con mayores ámbitos de desarrollo, necesitan  que quienes las dirijan se adecuen a ello. Hay quienes argumentan que si no participamos de manera directa en el ejercicio de la política no podremos superar la serie de problemas a los cuales nos enfrentamos. Entonces, me pregunto: ¿no nos hemos dado cuenta que una gran parte de esos problemas surgen precisamente en el momento que asumimos que cualquier persona podía escalar posiciones dentro de la política, sin la formación necesaria? La definición conceptual dice: “La política es una actividad orientada en forma ideológica a la toma de decisiones de un grupo para alcanzar ciertos objetivos. También puede definirse como una manera de ejercer el poder con la intención de resolver o minimizar el choque entre los intereses encontrados que se producen dentro de una sociedad”. ¿Tal definición no les suena a gerencia? ¿A capacidad y preparación? ¿A especialización?

El verdadero ejercicio propiciado por el accionar, la participación y sobre todo la contraloría queda en manos de los ciudadanos, hombres y mujeres de libre pensamiento y profesión, capaces de escuchar, de elegir el “discurso” más  acorde a sus principios, pero sobre todo capaces de activarse  para el desarrollo social.

¿Por qué no aceptamos que si no nos hemos preparado para el ejercicio de la política como profesión, lo que nos corresponde es el ejercicio de la ciudadanía? Porque  tal decisión es mucho más riesgosa, comprometida y difícil que cualquier otra. La Ciudadanía  forma parte de nuestra condición de integrantes de un país. En consecuencia tenemos derechos y deberes que no surgen de la nada, sino que se encuentran claramente descritos en la Constitución. Un ciudadano debe conocer su sistema político, administrativo y jurídico, pero a su vez determina a través de sus acciones su comportamiento, el respeto a las normas de convivencia y la tolerancia que implica la aceptación de la diversidad.

Mientras más estudiamos sobre ciudadanía más encontramos elementos claves como el referente a “un sentido en pro de la moral y las buenas costumbres de una nación”. Y finalmente, cuando entendemos la importancia de ser ciudadano, nos damos cuenta que tenemos, desde el punto de vista democrático, derechos como el del ejercicio del voto para escoger a quienes  nos representan, así como aquellos derechos que tienen que ver con nuestra concepción social y que nos deben hacer exigentes en temas como la educación, la atención médica, el buen servicio de las instituciones públicas y los derechos humanos, entre otros. Así como no deberíamos olvidar que uno de los principales deberes que tenemos es el del pago de nuestros impuestos, por lo cual también deberíamos ser contralores en lo económico.

En fin, ante la larga lista de todo lo que nos toca ejercer como ciudadanos, creo que en la medida en que perdamos una hora de formación ciudadana en hablar y teorizar sobre política repitiendo las mismas frases una y otra vez, no podremos resolver ninguno de los males que nos aquejan, porque lo que hacemos es demostrar cómo se ha logrado penetrar nuestro ideario social, hasta convertirnos en unos analistas persistentes, que no avanzamos en la argumentación necesaria y hasta nos ofendemos cuando alguien dice: «aquí no se habla de política, se habla de sociedad».

No hemos crecido porque hablemos de política, no nos engañemos, yo diría más bien que nos hemos adormecido. Hemos perdido la libertad de actuar a cambio de la reflexión impuesta, atrapados en un círculo vicioso que repercute de forma visible en el estancamiento en el cual nos encontramos. Qué importante sería avanzar hacia el rol que nos corresponde.

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