kueka
El mayor aporte de este film es que logra ubicarse en un espacio que no es del documental militante de denuncia que raramente logra convencer a los no previamente convencidos.

Kueka, cuando las piedras hablan (2017) es una película sobre un problema indígena: la lucha de una comunidad pemón por recuperar la piedra del título, venerada por ellos, que en 1998 fue regalada por el Gobierno de Venezuela –en nombre del pueblo venezolano– al Gobierno de Alemania –que la recibió en nombre del pueblo alemán–.

Ocurrió por capricho de un artista, Wolfgang von Schwarzenfeld, quien quiso que la roca roja de jaspe, de 30 toneladas, fuera parte de la obra Global Stone, que está en el parque Tiergarten, en Berlín.

Un primer mérito del documental, dirigido por el actor Francisco Denis, es su capacidad de darle a ese conflicto entre la libertad de creación de un artista y los derechos culturales de un pueblo indígena, una dimensión que concierne a todo el que vive en democracia: la lucha de un grupo de ciudadanos, y quienes son solidarios con ellos, contra la amable indiferencia de los gobiernos. Se trata, además, de dos países diferentes, uno de los cuales fue colonia mientras que el otro colonizó y se apropió de piezas del patrimonio cultural de varios pueblos.

Todas las autoridades, tanto en Venezuela como en Alemania, parecen concordar en la película con los indígenas en que hay que resolver el problema y en que la ‘abuela Kueka’, como los pemones la llaman, debe volver al país. Pero hay algo en la lógica del sistema que impide que esa decisión se lleve a la práctica. Es la falta de razones políticas, porque de ese acto de justicia solo sacaría provecho un grupo de ciudadanos, no los que gobiernan. Además, habría que indemnizar al europeo Schwarzenfeld, cuyo arte resultaría afectado, aunque Global Stone haya sido parte del saqueo histórico de otros pueblos. Al Estado, en cambio, sí le interesa el conflicto con la misma comunidad pemón por el tendido eléctrico que cruza sus tierras para interconectar Venezuela con Brasil.

Otro logro de la película es cómo el montaje, con una marcada puntuación de fundidos en negro, desarticula la historia en un despliegue de fragmentos, con conexión rota o débil de los hechos. Es algo análogo al enredo de las gestiones por el retorno de Kueka, aunque no significa desorden en el documental, que está coherentemente organizado por temas. La ruptura de la narración evita, además, que haya personajes que funcionen como actantes y se aclare la complejidad de lo real por reducción a los patrones de la épica moderna, como llama Robert McKee al género en el que se enfrenta la persona con el Estado.

También logra transmitir Kueka una sensación exasperante, acorde con lo que sucede a los indígenas. El constante regreso a planos generales de la piedra en Alemania hacen de ella, más que un personaje, una presencia inquietante que interpela. La repetición de las instrucciones de seguridad, en alemán, a los pasajeros de un vuelo que no parece partir nunca, aunque el documental comienza con un despegue, le dan cierta atmósfera de pesadilla kafkiana. La subraya la música de Andrés Levell, que tampoco suena para nada ‘indígena’. En resumen, hay en Venezuela una expresión para hacer referencia a lo irritante que resulta doblemente apropiada en este caso: la película saca la piedra.

En Kueka se usan recursos conocidos para el desenmascaramiento de los farsantes. Un ejemplo es el zoom, en el caso del diputado indígena José Luis González, quien también es pemón. El material de archivo pone en evidencia el discurso cantinflérico de Schwarzenfeld y cómo la razón de Estado hablaba en primera persona monárquica en la voz del difunto presidente Hugo Chávez.

Sin embargo, el mayor aporte de este film es que logra ubicarse en un espacio que no es del documental militante de denuncia que raramente logra convencer a los no previamente convencidos. Reivindica, en cambio, un lugar para el cine que se reserva el derecho a estar en conflicto eisensteiniano con sus certezas y a estimular algo tan importante como la lucha por una causa justa: la reflexión. Porque el problema aquí es que parece que se ha hecho todo lo que había que hacer, en términos de movilización ciudadana, para lograr el retorno de la Kueka, pero lo que se ha hecho ha resultado inútil frente a ambos Estados.

KUEKA, CUANDO LAS PIEDRAS HABLAN (Venezuela, 2017). Dirección: Francisco Denis. Idea original: Francisco Denis, Arves Shultze, Edgar Moreno. Guion: Francisco Denis, Zigmunt Cedinsky. Producción: Francisco Denis, Sathya Rengifo. Fotografía: Tony Valera, Edgar Moreno. Montaje: Zigmunt Cedinsky. Sonido: Amaury Cedeño. Música: Andrés Levell.

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