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‘El amparo’, de Rober Calzadilla, compite en el capítulo Derechos Humanos del festival porteño dedicado a nuevas propuestas.

El 19° Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente, que comienza el 19 de abril, puede ser importante para el cine venezolano.

Dos películas nacionales figuran en la selección oficial: El Amparo, que compite por el premio de derechos humanos, y La Soledad, en la sección no competitiva de óperas primas. Jorge Thielen Armand, director del segundo film, participa además en la primera edición del Laboratorio de Producción, donde compite con el proyecto de El retorno del señor Roque Thielen Hedderich a la isla Akare-Meru.

Entre los cortometrajes hay una coproducción minoritaria de Venezuela: La voz perdida de Marcelo Martinessi, de Paraguay. Es un film sobre los sucesos de Curuguaty, que llevaron a la destitución del presidente Fernando Lugo.

El primer León de Oro de América Latina, el de Desde allá de Lorenzo Vigas en 2015 en el Festival de Venecia, y la Concha de Oro recibida por Pelo malo de Mariana Rondón en San Sebastián en 2013, están entre los premios más significativos que han sido otorgados a películas venezolanas en la historia. Pero que figuren tres títulos este año en el Bafici, es una manera de demostrar que no se trata de logros aislados sino de que algo está pasando en el cine del país.

El perfil del festival de Buenos Aires se presta para ello, además. Es uno de los más importantes del mundo entre los dedicados al cine independiente y comparte con el Festival de Rotterdam el interés en impulsar a cineastas que comienzan. Tanto Thielen Armand como Rober Calzadilla, el director de El Amparo, entran en esa categoría, puesto que presentarán sus primeras películas.

Son filmes diferentes pero con dos cosas en común, aparte de la importancia que le dan al trabajo de interpretación. Ambos tienen como premisa posiciones críticas frente a la producción dominante en el mundo, así como frente a la poca audacia del cine venezolano por lo que respecta a las búsquedas expresivas, por una parte. Por otra, son películas en diálogo con lo que se hace actualmente en el mundo, realizadas en coproducción o con la cooperación de fondos internacionales claves. Es el caso de La Soledad, que tuvo apoyo de Biennale College del Festival de Venecia. Son, en otras palabras, resultados de un trabajo por romper el aislamiento que actualmente castra la creatividad nacional.

Hacía tiempo que no había películas venezolanas seleccionadas para el Bafici. La anterior estuvo en 2012, fuera de competencia. Fue el documental Entre sombras y susurros, dirigido por Samuel Henríquez.

Vuelta a los orígenes y radicalización

El Bafici dará un giro este año, bajo la conducción del periodista y crítico Javier Porta Fouz, que llegó a la dirección artística en mitad del proceso de organizar el festival el año pasado. Eso significa un retorno a los orígenes, con más de 60% de óperas primas en la competencia internacional. Se había aflojado ese criterio en los últimos años para permitir hasta terceras películas. También se ha buscado “una intensificación de las novedades y el riesgo de los bordes”, escribió Porta Fouz en el catálogo, lo que se refiere al planteamiento de preguntas acerca del rumbo actual del cine y qué películas son las que deben estar en un festival.

Continúan, a su vez, dos líneas de exploración relevantes. Regresa la competencia latinoamericana que se realizó por primera vez el año pasado, aunque sin que lograra convertirse en carta de presentación de un cine distinto de la región, que pudiera precisar la definición de ‘independiente’. También prosigue la búsqueda de la diversidad geográfica, con apertura a películas de países como Níger, cuyo cine no suele ser visible. Venezuela es otro ejemplo.

Por esas razones no figuran nombres de realizadores ampliamente conocidos en la competencia internacional del Bafici. Podría destacarse, sin embargo, al boliviano Kiro Russo, quien con Viejo calavera, su ópera prima, ganó en el Festival de Cartagena. Es una película que se destaca por su tratamiento desdramatizado de un tema que se presta para el cliché del ‘cine social’: las desventuras de un minero alcohólico y pendenciero. Otra de las virtudes del film es su trabajo sensorial con el mundo subterráneo, en especial con la fotografía.

El corazón creativo del Bafici es la competencia de Vanguardia y Género, en la que se miden las búsquedas expresivas audaces con el cine de acción, comedia, terror, etcétera. No deja de ser algo controversial por lo que respecta a las decisiones que debe tomar el jurado, debido a la diferencia entre ambas cosas.

El ornitólogo es una película que parece sobresalir este año en esta sección del Bafici. Joao Pedro Rodrigues, una figura importante del cine queer, ganó el año pasado el premio al mejor director en el Festival de Locarno por este film portugués, en el que lo real se transforma en fantástico y algo parecido sucede con el protagonista. También compite Mimosas de Oliver Laxe, de España y otros países, que ganó el Gran Premio de la Crítica en el Festival de Cannes.

Casa Roshell de Camila José Donoso figura en la competencia latinoamericana. La codirectora chilena de Naomi Campbel, que estuvo en la sección internacional del Bafici en 2014, vuelve sobre el mismo tema: la transexualidad.

Homenaje a Nanni Moretti

El invitado de honor del Bafici este año es Nanni Moretti. Será presentada una retrospectiva del director y actor italiano, la cual incluye cortometrajes recientes y la restauración de Palombella rosa (1989). El festival también publicará un libro sobre su obra y habrá una charla de Moretti con el público.

Entre las retrospectivas también figura un homenaje al punk, con motivo de los 40 años del disco Never Mind the Bollocks de los Sex Pistols. La integran filmes como Sid & Nancy de Alex Cox (1986), Jubilee (1978) de Derek Jarman y Shellshock Rock (1979), sobre los comienzos del punk en Irlanda del Norte.

Alex Ross Perry, director de Listen Up Philip (2014), también tendrá un programa en el Bafici. En 2015 compitió en Vanguardia y Género con Queen of Earth (2015). Habrá asimismo una muestra de António Reis, codirector con Margarita Cordeiro de Tras-os-montes (1976). Es uno de los realizadores más destacados en la historia del cine portugués. Entre las retrospectivas está, además, una dedicada a Francisco Regueiro. Álvaro Arroba escribió en el catálogo que tratará de demostrar que Regueiro es el cuarto cineasta español más importante, “después de Buñuel, el Berlanga en blanco y negro, o del propio Erice”. Es una temeridad, que suena a disparate incluso, por no considerar a Pedro Almodóvar o Carlos Saura en la comparación, entre otros posibles.

El gigantismo de la selección vuelve a ser un problema para abarcar la programación del Bafici este año, que incluye más de 400 filmes. Es consecuencia de la distribución del festival en numerosas sedes, por toda la ciudad de Buenos Aires, incluidos espacios abiertos y comunitarios. Por eso, si bien el Bafici es también la oportunidad de ver películas significativas recientes, como es este año el caso de Sieranevada de Cristi Puiu, Certain Women de Kelly Reichardt, En la playa, sola, de noche de Hong Sang-soo, y The Other Side of Hope de Aki Kaurismaki, así como el último cortometraje de Abbas Kiarostami, Llévame a casa, siempre es perceptible un desnivel de calidad entre los filmes, especialmente entre el abultado número que integra las competencias.

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