Carlos Andrés Pérez
En ‘CAP dos intentos’ el ambiente está enrarecido de intrigas, más la forma andina de Pérez de expresarse refleja franqueza e interés en atender lo que se requería.

Especial para Ideas de Babel. Manchester by the sea comienza y termina en el mar, en un bote, mostrando la relación entre un tío y su sobrino. La diferencia es que al inicio la interacción se da en tono de burla donde se usa la imagen del tiburón para causarle miedo al sobrino cuando era niño, al final en cambio el director muestra a dos seres, adulto y adolescente, abocados a una tarea, pescar, y decide mostrar lo que puede estar pasando entre ellos con una música que invita al contacto.

Carlos Oteyza en sus documentales, Tiempos de dictadura, tiempos de Marcos Pérez Jiménez y más recién en CAP dos intentos, muestra al país en su tendencia al bochinche, mención ya clásica del dolor expresado por Miranda. El Carnaval o el derroche, con su reina o fiesta, como emblema del país, el festejo y los tragos en momentos de alegría así como también en otros momentos, que más bien requiere seriedad o acciones firmes ante injusticias que acontecen.

En la primera película el protagonista tiene dificultad para hacer contacto consigo mismo y por lo tanto con el otro. Las referidas a nuestro país, la dificultad se muestra más en lo social, quizá de cultura y forma de ser, en todo caso yace una dificultad para la reflexión. En la primera, además, la dificultad está asociada a la expresión de sus emociones. Con nosotros, aunque parezca contradictorio por la tendencia a mostrar alegría, también yace tal dificultad, en especial con las emociones ‘incómodas’ o no bien vistas socialmente, como la tristeza, la rabia y el miedo.

En Manchester by the sea hay un momento crucial donde el tío hace contacto consigo mismo y le expresa su dificultad al sobrino. En CAP dos intentos, el ambiente está enrarecido de intrigas, más la forma andina de Pérez de expresarse refleja franqueza e interés en atender lo que se requería —“hubiera preferido otra muerte”— y al final su clara expresión en el celular de quererse conectar, sin embargo su intento de rectificar le fue negado por los acuerdos tras bastidores.

Más allá de los que están en el poder hoy día, la vasta mayoría del país está conformada de civiles, paisanos de esta tierra de variados oficios y vocaciones. En tal variedad, ¿hemos podido conectarnos unos con otros para ver qué podemos hacer hoy y, por lo tanto, cada día? ¿Nos hemos dado el chance en lo individual de sentir más allá del rol social y palpar nuestros miedos, inseguridades y tristezas? Por ejemplo, ver con sinceridad si participamos en esa producción de miedos al lanzarle algún tiburón al otro. O inclusive, con nuestras rabias, por una parte pueden ser destructivas, pero por la otra pueden ser bien constructivas al canalizarse hacia un propósito mayor que nos inspire y nos dé sentido de espíritu y comunidad.

Conectarnos requiere entonces aceptar, es decir, comprender y a la vez nos lleva a responder, lo que lleva implícito el sentido de responsabilidad, que no es más que la capacidad para responder ante lo que hacemos. Entonces conectarnos nos lleva al sentido de corresponsabilidad ante la sociedad que somos, ya que ella es el reflejo de lo que hacen y dejan de hacer sus ciudadanos. Conlleva ir más allá de una queja y conjuntamente construir soluciones. El entorno puede mostrarse sombrío dado el régimen que tenemos, pero no olvidemos que nos tenemos unos a otros como oportunidad de ciudadanos que nos lleva a la oportunidad de comunidad-país.

Los escenarios para el compartir son variados y a la vez múltiples, desde cualquier cola para cualquier trámite, hasta el acercamiento en la calle, hoy día en la basura, con ese otro ‘distinto’ que vemos en dificultad o sencillamente nos tropezamos en la acera. Además del sito de trabajo, la escuela, iglesia, el parque, el trasporte público, el centro deportivo o el cultural. Ser capaces de expresar requiere de confianza, primero consigo mismo para aceptar adentro algo que quizá no estemos tan orgullosos, para luego ser capaz de compartir con ese otro que puede que no conozcamos, pero a la final es nuestro hermano al ser hijo de la misma tierra o del mismo sentir.

Manchester by the seaManchester nos deja el mar como escenario para el contacto. Los documentales de Oteyza nos dejan un entrelazado de testimonios e imágenes que invita a la reflexión, a ver lo que pasa si lo seguimos haciendo igual, es decir, a hacerlo distinto si conjuntamente creamos otra oportunidad. El recurso magistral de la primera película para honrar el contacto humano es la música. Somos creadores de música desde el mismo acto de decidir qué cosa siento, pienso, digo y hago; tanto en singular como en ese necesario plural que podemos forjar al ser nosotros-país.

Manchester también nos deja un mar de oportunidades al llevarlo al territorio de la cotidianidad, de la familia y de la ciudad que le da nombre a la película. Oteyza reverencia ese mar desde su mirada histórica y social al tener de protagonista a Venezuela. Honrar nuestra tierra es honrar lo que se ha hecho, aprender de lo que se ha vivido para aceptar lo que somos y conjuntamente crear lo que vendrá.

Tal honra combina música, imágenes y mar. No es casual que a la vez seamos un país de músicos, artistas y poetas. Requerimos, con otra madurez, ganarnos el derecho a ese mar, a la imagen posible de conectarnos con un norte compartido, haciendo cosas más allá de las que ya hemos hecho. La naturaleza no deja de incitar nuestra imaginación al darnos tierra y delimitarnos al norte con otro mar.

hectoranibal.caldera@gmail.com

@hectoranibal9

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