Hannah Arendt
Recordemos a Hannah Arendt, quien nos dijo con firmeza que, ante los horrores del Holocausto, permanecer indiferente era un acto de lesa complicidad.

Me refiero al aquí y al ahora de Venezuela. ¿Será necesario volver, demostrar, diagnosticar por enésima vez la agónica situación de Venezuela? No lo creo, mejor dicho, no lo sé. Cito a Mariano Picón Salas: “No puedo salir de la perplejidad, herido ya de soledad trágica, cuando la reflexión de Spinoza me enseña que si Dios existe ha de permanecer indiferente ante el clamor y la queja de todos los hombres”.

Así, con esa dura verdad este gran escritor nos aguijoneaba para que la indiferencia no diera paso a la opresión. Lo dijo en su libro Regreso de tres mundos, 1959, algo más de un año después de que encabezara “uno de los manifiestos más importante de los intelectuales venezolanos contra la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, que fue derrocada el 23 de enero de 1958”, como bien señala Guillermo Sucre en su nota sobre Picón Salas (La libertad, Sancho: de Montaigne a nuestros días, 2013). El manifiesto fue recogido por Simón Alberto Consalvi en el libro titulado 1957: El año que los venezolanos perdieron el miedo, Los Libros de El Nacional: 2007.

Ahora, con embozo de revolucionario, hemos vuelto a la dictadura. Con Chávez fue personal, se rindió culto al jefe; hoy en día es una cuatropea. ¿A quién debo seguir? Wittgenstein nos dice: “de lo que no se puede hablar se debe callar” (Wovon man nicht sprechen kann, darüber muβ man schweigen); Quevedo nos reta: “No he de callar por más que con el dedo / ya tocando la boca, ya la frente / silencio avises o amenaces miedo”. ¿No ha de haber un espíritu valiente / siempre se ha de sentir lo que se dice / nunca se ha de decir lo que se siente?”. Seguiré al grave y burlesco autor de El buscón, en línea con Picón Salas y Albert Camus quien en su discurso del 10 de diciembre de 1957, al recibir el premio Nobel de Literatura nos dejó esta exhortación: el escritor o el artista “no pueden ponerse al servicio de los que hacen la Historia; está al servicio de los que la sufren […] el escritor puede reencontrar el sentimiento de una comunidad viva que lo justificará a condición de que acepte, en la medida de sus medios, las dos responsabilidades que constituyen la grandeza de su oficio: el servicio de la verdad y la libertad”. Es decir, negarse a mentir y resistir a la opresión.

Recordemos a Hannah Arendt, quien nos dijo con firmeza que, ante los horrores del Holocausto, permanecer indiferente era un acto de lesa complicidad; así, el intelectual venezolano, aquí y ahora, debe tener claro qué ha de hacer y qué ha de decir. No podemos limitarnos a impedir que Venezuela caiga hecha pedazos, hay que resistir y luchar hasta el último aliento para que, a partir de este agujero, nuestro pueblo pise fondo y se impulse, con fuerza titánica, hacia la superficie. Entonces, podremos respirar libremente, y no con los artificios de las dádivas oficiales.

La mayoría de mi generación ha estado a la altura de los retos, pero también hemos visto deserciones dolorosas, traiciones a la Madre Nutricia, Alma Mater; las nuevas generaciones no sólo aprendieron sino que desarrollaron las lecciones de generaciones precedentes que batallaron hasta la aurora contra las dictaduras del momento. Más de cien de sus militantes son prisioneros silenciados, abandonados a las humillaciones de sus carceleros, ejecutores materiales (órdenes superiores). Esta es la expresión de las dictaduras que convierte al ciudadano en un siervo del miedo o en un émulo del avestruz. Verdad y libertad: la bandera es clara y clara es la divisa.

Ahora, una nota personal. Dentro de pocos días ingresaré por tercera vez en cinco años a un pabellón de cirugía; la biopsia vesical mostró un carcinoma urotelial papilar de alto grado. El tratamiento: una electrofulguración (¡qué bello nombre!) sencillamente se trata de una cauterización de las papilas malignas. No me preocupa la cirugía pues los médicos venezolanos son excelentes; me inquieta sí, el pos-operatorio porque el desabastecimiento de los medicamentos específicos es muy alto o total, y conseguirlos en el exterior no está al alcance de un sencillo profesor jubilado universitario venezolano. El educador, aquí y ahora malvive en la penuria. Pero con nuestro espíritu de salmón, ascenderemos contra la corriente.

Y en la crucifixión del vino, sigamos a Baudelaire: «Partons á cheval sur le vin / Pour un ciel féerique et divin!«

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