Palmeros de Chacao 1
Ser palmero es portar el honor de que el cerro revele sus arcanos.

Que si somos una sociedad disruptiva, lo somos, que no mantiene vínculos permanente con casi nada, desde los espacios urbanos, hasta las pasiones políticas, se parece bastante a los venezolanos. “Pueblo de derrumbadores que hizo del escombro un emblema”, nos llamó Cabrujas.

Nuestro ejercicio ciudadano pareciera responder a escasas fidelidades, algunos fanatismos que quizá no admitan mayor elaboración, excesivo individualismo, y herencia del ‘borrón y cuenta nueva’ en los que desde nuestra fundación hemos construido nuestro imaginario. Temas como la memoria lábil, la dificultad para reconocerse como parte de un colectivo, saltan como conejos de la chistera, pero cuando la experiencia te abraza y te haces participe de alguna de esas tradiciones vinculadas con la fe, la mirada parpadea y la armazón sociológica sufre un zarpazo en la armadura. Pienso en tradiciones como la de la Procesión de la Divina Pastora en Lara —una de las advocaciones marianas más grandes del mundo—, la ‘bajada’ de La Virgen del Valle en Margarita, o la que recién viví en carne propia, los famosos Palmeros de Chacao, una ceremonia que evoca el pasaje bíblico de la llegada de Jesús a Jerusalén.

Esta congregación civil, que cerca de 1770 fue convocada por el párroco de la ciudad capital, es la encargada de ‘transportar’ bendiciones desde las entrañas del cerro del hoy Parque Nacional El Ávila, hasta el atribulado municipio de Chacao. Tal como en casi todas las tradiciones de culto, el viaje de aquellos peones desde haciendas cercanas hasta la montaña para buscar la palma real, tuvo la intención de que la promesa del párroco devolviera la salud a la ciudad y espantara la fiebre amarilla.

Palmeros de Chacao 2Hoy, a mas de doscientos años del inicio de la tradición, los Palmeros no son solo nacidos en Caracas. Cada región del país envía su representante. Así entonces un personaje público y mediático conocido por su cocina y su labor pedagógica, el chef Sumito Estevez, pertenece a la cofradía de los palmeros de Margarita.

La procesión de este año tuvo un componente poco frecuente en años anteriores: faltaban dos palmeros y así rezaban las franelas que muchos de ellos portaban. “Nos faltan dos palmeros”. A la frase la acompañaron las caras y nombres de Leopoldo López y Carlos Vecchio, uno, el emblemático preso político del régimen de Nicolas Maduro, recluido en una cárcel militar, el otro, exiliado y con orden de captura si intenta entrar al país.

Permanece en la hermandad de los Palmeros el exalcalde de Chacao Emilio Grateron Colmerares (2008-2013), a quien vimos bajar del cerro y con gran orgullo posó para las miles de fotografías que le tomaron portando su palma como un estandarte.

La de este año —como casi todo lo que podría parecerse a una costumbre, a un encuentro— sufrió cortocircuitos. La del sábado 19 de marzo fue una jornada extenuante para este grupo de hombres, unos 20 aproximadamente. Cuatro de ellos se descompensaron y sufrieron desmayos, a causa del inclemente calor y las dificultades de la logística de un evento que además de la bajada de la montaña —desde la estación Sabas Nieves— contempla cinco estaciones o paradas, en las que son recibidos por diferentes grupos de los llamados ‘cultores’ de las manifestaciones tradiciones como Las Burras, Pollinos de El Pedregal y sus burriquitas amigas.

Eran las 12 en punto de un mediodía feroz y las improvisadas escalinatas que reciben más de dos mil pisadas los fines de semana, sin contar las de lunes a viernes, en la que es una de las estaciones de acceso mas concurridas del cerro El Ávila, albergaban a un numeroso grupo de niños que debajo de la indumentaria, sudaba copiosamente. Una de las representantes de la actividad,  ‘arreaba’ a las burriquitas, para que no se evadieran de la custodia de las burras con mayor experiencia en esta emocionante aventura, que se demoro demasiado tiempo en comenzar, porque entre otras cosas y por la terrible dificultad que vive el país para articular políticas entre el gobierno central y los poderes municipales y regionales, no se suspendió el acceso al parque y literalmente el paso se congestionó a niveles de hora pico. Ríos de fotógrafos de las diversas agencias internacionales. Feligreses que todos los años se suman para acompañar a los palmeros, disparaban las cámaras de sus teléfonos inteligentes. Algunos fanáticos que comenzaban su ascenso al cerro se detenían impactados al ver llegar a los palmeros, ataviados con collares de peonias, caracoles e instrumentos. Por orden de cofradías, en una fila de hermanos. Las edades de estos peregrinos recorre un amplio espectro que oscila entre los 4 hasta los 80 años. El señor Reyes es en este momento el Palmero Mayor y su atuendo lo dice todo, los collares, el instrumento, una pequeña trompeta que va sonando anunciando la bajada. Los mas pequeños se llaman los palmeritos y son los que llegan primero. Por su edad y seguridad física, estos futuros cofrades no acceden a la montaña a pie y por el contrario son llevados en camionetas hasta la zona de la colecta de la palma.

Palmerita de ChacaoLas burras, pollinos y burriquitas no pueden iniciar su partida, hasta que los palmeritos no desciendan. Ellos son los primeros anfitriones de palmeros y palmeritos, que se suman para comenzar el recorrido. Este año, al calor infernal se sumó una huelga de yiseros —conductores de los jeeps que suben a los peatones— en protesta por la muerte de uno de sus compañeros a manos del hampa en Cotiza, subida por la que acceden los vehículos a El Ávila, lo que ocasionó un retraso de la llegada de los palmeritos, y por tanto de la sumatoria de un par de horas en la demora del arranque de toda la ceremonia.

Ser palmero es portar el honor de que el cerro revele sus arcanos. «Nosotros nos conocemos todos los secretos de la Montaña», me diría dos horas más tarde una representante de la parranda del Niño Jesús de Sotillo, que hacía las veces de radio-bemba. Imprecaciones y maldiciones por doquier, molesta por el calor, por el trato de la Guardia Nacional y agentes de seguridad, desafiaba la situación.

«La montaña nos lo regala todo, por eso es que cuando un guardia nacional se pone cómico, uno lo que tiene que hacer es pasar y más nada».

Desde que la GN tomara el cerro por motivos de seguridad se han presentado algunas dificultades para el acceso. Se llegó incluso al punto de acusar a los palmeros de deforestar y de dañar el habitar de la palma real, pero ellos no se amilanan y son enfáticos en negarlo y demostrarlo.  Tal como apuntan algunas de las autoridades encargadas de la logística del evento, que no quisieron ser mencionadas, «Los palmeros respetan el orden natural y trepan la palma, para arrancarle el cogollo de las hojas». Saldado el punto. No hay daño ecológico posible. Las palmas se recogen en el sector llamado Cueva de los Palmeros.

La procesión de los palmeros acampa, unos días antes del comienzo de Semana Santa, en la montaña, pernoctan hasta el viernes de concilio y el sábado santo inician el descenso, cuando son recibidos a lo largo de cinco estaciones hasta llegar a las puertas de la iglesia San José de Chacao, donde entregan la palma para ser bendita durante la misa del Domingo de Ramos.

En una oportunidad Richard Delgado, palmero, declaró a la página Venezuela Tuya: «Nosotros ayudamos a la palma a ver la luz cuando la podamos, porque gracias a ello puede sobresalir en la selva nublada. Pero una vez bendita, es la palma la que ayuda al pueblo a ver la luz de Dios.»

Las burras, pollinos y burriquitas conforman la primera parada en la entrada de Sabas Nieves. La segunda es la Parranda de Los Santos Inocentes de Caucagua. en la Av. San Felipe con 10ª. Transversal de Altamira. Y la tercera corresponde a la del Niño Jesús de Sotillo, en la Av. Antonio José Izturiz con 7ª transversal. Parranda de San Pedro de Guatire, en la Plaza Las 4 Luces, 1ª transversal con Av. Mohedano de La Castellana, y Tambores de San Juan en la Plaza La Castellana.

Palmerito de ChacaoCada estación, por así decirlo, tiene detrás un concejal del municipio que empieza a hacerse camino y comunidad de puerta en puerta para dar a conocer su gestión entre la gente y tomar contacto con su realidad. Vimos a Diego Scharifker, flemático pero contundente siguiendo el trayecto, apoyando la logística de la guarnición; también vimos las pancartas y franelas donde aparece el nombre Alfredo Jimeno, presidente del Consejo de Seguridad Ciudadana, entre otros, sobre quienes descansa responsabilidad de garantizar el éxito de la ceremonia.

Nos correspondió esperarlos en la tercera parada —la del Niño Jesus de Sotillo— porque el retraso era evidente y el calor comenzaba a hacer estragos. Nos detuvimos en el barrio El Pedregal, donde todas las puertas se abren para esperar la procesión y ofrecer comida a los cansados caminantes y a todo aquel que se le pueda procurar. El barrio completo se viste de fiesta. La gente se asoma con confianza y la vida se hace puertas afuera. Durante largo rato compartimos la emoción y el compromiso de la pertenencia. Mientras en la carpa de Sotillo, jóvenes y niños ataviados con trajes amarillos y rojos, calentaban sus instrumentos a la espera de ofrecer la mejor nota. Sudaban copiosamente mientras protegían del sol la pequeña cúpula que guardaba al Niño Jesús de su Higuerote natal. Felices y gozosas, las bailarinas que custodian la imagen, se dejaron fotografiar, mientras procuraban explicaciones para tanto retraso. «Llegamos aquí a las ocho de la mañana, salimos a las seis de Sotillo, para estar puntuales».

De repente se escucharon los tambores, que venían de la avenida San Felipe de La Castellana. La policía nacional bloqueó la circulación del tráfico y se dispuso a recibir a los palmeros atenta. ¡Ahí vienen, se escuchó a uno de los chicos de Cultura Chacao, ahora sí!

Del muro de la acera de enfrente se aventaron los músicos que se habían escondido del arañazo del calor y se acercaron rápidamente para organizarse. Un chirrido de trompetas y tambores se probó en un improvisado ensayo que no tuvo tiempo de culminar.

Reventó la música. Una de las señoras mayores del grupo, guardada en la carpa, se hizo dueña del nicho de cristal, y apartó a todos para comenzar a acunar a este muchachito, al que se le agradece, se le pide y se le baila para que cumpla. La estructura, que debe pesar sus buenos 20 kilos, comenzó a bambolearse al ritmo de los tambores. La señora —ufana— lo seguía con levedad y presteza, como en estado de trance, en la absoluta certeza de estar formando parte de algo muy importante con sus brazos y sus caderas que marcaban un perfecto número ocho.

En seguida entraron las trompetas, los güiros y los coros de las niñas de ébano. Una pareja de espontáneo se unió al ritmo y lo celebró cimbreando el cuerpo, haciéndolo uno solo y desafiando el vapor que emanaba del pavimento devenido en pista de baile. El fervor se colaba por las suelas de los zapatos. Las calles se bordaron de gente, de gente bailando, de gente agradeciendo y alabando, de gente gozando y sudando alegría, hechizada, persiguiendo los dibujos que la señora hacia sin siquiera temblar con su Niño Jesús en brazos. La gigantesca ola zigzagueante, que iba apretándose contra los muros, hasta hacerse un solo latido, descendió por la calle principal de El Pedregal y las gentes, antes ocultas del fogonazo vespertino, salieron a recibir a los visitantes, saludando con orgullo, brindándoles agua, comida y bebidas típicas, desde papelón con limón, hasta chicha, jugos de todas las variedades y elixir de lúpulo, escanciando todo el liquido y los alimentos que la temporada, el bolsillo y la escasez permiten.

Los coros de las voces púberes se extraviaron calle abajo, rumbo a la tercera estación. Ellos, cofrades y festejantes, dejaron en el aire la sensación de que la calle puede ser libre y que en libertad la paz se erige con soltura y belleza. El acto de religar, y el amaros los unos a los otros, se había cumplido a pie de palma.

Los espacios que abandonamos terminan por abandonarnos a nosotros, me dije, mientras mis pies se iban felices, detrás, al final de la procesión de aquella serpentina humana y me prometía recibirlos de nuevo el año que entra en la siguiente estación.

 

About The Author

Deja una respuesta