César debe moriri 1La noche de la clausura del Festival de Berlín de 2012 registró una enorme ovación del público cuando el jurado otorgó el prestigioso Oso de Oro al extraño film italiano César debe morir, de apenas 76 minutos, con elementos de ficción y documental, en color y blanco y negro, sin actores profesionales y realizado por un par de octogenarios. Los consagrados hermanos Paolo y Vittorio Taviani, célebres por haber ganado la Palma de Oro en el Festival de Cannes de 1977 por la extraordinaria Padre patrón (Padre padrone) y el Gran Premio del Jurado del mismo festival en 1982 por La noche de San Lorenzo (La notte di San Lorenzo), subieron con parsimonia y firmeza las escaleras para recibir la estatuilla berlinesa, en medio de aplausos atronadores. Habían retornado por la puerta grande después de una larga temporada inactivos. Ese mismo año César debe morir ganó ocho premios David de Donatello que otorga la Academia italiana: película, dirección, guion, producción, fotografía, montaje, sonido y música. Ahora se presenta entre nosotros gracias al Festival de Cine Italiano 2014. Pero ¿por qué es tan importante?

Los presos de la cárcel Rebibbia, en las afueras de Roma, cambian las paredes de sus celdas por un escenario. Un director de teatro ha propuesto al director de la prisión preparar una obra protagonizada por los reclusos. Se trata de Julio César, de William Shakespeare. Durante unos meses se sumergen en los textos del dramaturgo inglés explorando áreas de sus vidas internas nunca antes observadas. El trabajo es duro: leer, aprender de memoria, ensayar. Pero las ganas de vivir algo nuevo son mayores. El drama sobre la conspiración contra Julio César, su asesinato y las consecuencias, abrió una nueva perspectiva en sus vidas. Entonces, entran en escena los Taviani, quienes filmaron esa experiencia con una propuesta muy honesta, en busca de la observación de aquellos hombres, casi todos condenados a cadena perpetua, por delitos terribles, y vinculados con la Mafia, la Camorra, la ‘Ndrangheta y otras organizaciones criminales. Los directores sostienen un delicado equilibrio entre la ficción teatral, los ensayos y los registros documentales, eludiendo las continuidades narrativas y cronológicas. El tinte documental de la película se encuentra en el gran trabajo de traducción del texto clásico al napolitano, el siciliano y el dialecto de Pouilles.

Esta historia mítica de la Antigua Roma viene a integrarse al presente oscuro de la cárcel. Las luchas fratricidas y las guerras de clanes se entrelazan en el tiempo y el espacio con la vida real de los actores en prisión. Los reclusos de Rebibbia son como aquel Giulio, el preso anarquista de San Miguel tenía un gallo, otra película de los Taviani, reivindicando el derecho a la palabra en el aislamiento de su celda. Como Gavino Ledda, el pastor sardo de Padre Padrone, los personajes de César debe morir utilizan el dialecto: la palabra es la identidad. Las escenas se actúan para un espectador invisible materializado por la presencia de la cámara o de observadores inesperados. La ficción se impone a la realidad, como en la notable secuencia del asesinato de César observada por los supervisores fascinados, demorando el silbato del fin del recreo hasta conocer el desenlace de la historia.

Esta extraña y hermosa película, poco clasificable, llega a nuestras pantallas gracias a la gente de Gran Cine, distribuidora del cine de arte.

CÉSAR DEBE MORIR (Cesare deve morire), Italia, 2012. Dirección: Paolo y Vittorio Taviani, Guión: Paolo Taviani y Vittorio Taviani; con la colaboración de Fabio Cavalli; basado en la obra Julio César, de William Shakespeare. Producción: Grazia Volpi. Fotografía: Simona Zampagni. Montaje: Roberto Perpignani. Música: Giuliano Tavani y Carmelo Travia. Elenco: Cosimo Rega, Salvatores Striano, Giovanni Arcuri, Antonio Frasca, Juan Darío Bonetti y Vittorio Parrella. Distribución: Gran Cine. 

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