Eduardo Sánchez Rugeles es leal con sus angustias, sus obsesiones, sus condenas personales. No las abandona. Más bien las nutre, las acaricia, las llora. Entre la memoria inicial de un hombre que «solo quería matar a Dios» y la evocación de un amor loco e irremediable a la orilla del Liublianica media una historia que mezcla tiempos y espacios para hablar de lo inasible, de lo presentido mas no retenido, de una promesa incumplida. En Liubliana vuelve a posar la mirada sobre un personaje desarraigado que parece no tener destino aunque sí muchas correrías íntimas, como los seres que habitan  sus anteriores novelas —Blue Label/Etiqueta Azul, Los Libros de El Nacional, 2010, y Transilvania Unplugged, Alfaguara, 2011— en plena carrera para salvar algo que no logran identificar. Si tuviésemos que buscar los vocablos que definen sus narraciones tendríamos que decantarnos por desarraigo y exilio personal, amor y desamor, fuga y desencuentro. Entre el Gabriel que persigue hasta Eslovenia la promesa de amor de Carla —la niña más hermosa del mundo— y los muchachos venezolanos perdidos en los rincones pre-modernos de Rumanía en pos de algo desconocido se entretejen muchos hilos afectivos. Pero sobre todo, estos personajes masculinos remiten directamente a uno femenino, Eugenia Blanc, la chica caraqueña que quería ser francesa y antes de llevar su vida a París descubrió el amor y el dolor en un muchacho que amaba las canciones de Bob Dylan. Rasgo más, señal menos, todos comparten una herida interna. Lo dicho: Sánchez Rugeles es leal a sus angustias.

Tan leal a sus angustias como el propio Gabriel Guerrero, hijo indefenso de la Nena Guerrero y habitante del edificio Inírida en Santa Mónica, espacio donde se fraguaron sus años juveniles y también sus amores y sus desencantos y sus faltas de fe reiteradas. Desde la perspectiva de Gabriel se esparcen sobre la mesa narrativa la historia de Carla y su hermano Alejandro, las travesuras de sus amigos en el Inírida y sus alrededores, la tragedia de Vargas en diciembre de 1999, el oscuro empleo en una ONG madrileña con demasiados intereses inconfesables, un vida matrimonial de extensiones lusitanas y el recuerdo incesante de «la niña más bella del mundo», hasta llegar a la confesión terrible y el hallazgo de un secreto demoledor. O más bien de varios secretos dolorosos. Su mirada observa estos personajes y situaciones y los evalúa desde un momento de locura. Gabriel es el eje de todo.

Sánchez Rugeles dispone de varias líneas narrativas que va yuxtaponiendo alrededor del hilo vital de  Gabriel. Se desplaza del presente al pasado con una fluidez sorprendente e incluso se permite trasladarse a lo que podría llamarse futuro, a falta de mejor palabra. Las tramas secundarias se articulan en un nervio central de una manera multitemporal pero coherente. El escritor caraqueño es capaz de dotar de verosimilitud una historia de tráfico de personas desde Haití sin descuidar la profusa maldad de una terrible hallazgo en la noche varguense. O la misteriosa muerte de un muchacho chileno que sabía más de lo que le convenía. O las tretas afectivas de Mercedes Guerrero en una Caracas que ya se fue o las lágrimas de una esposa insatisfecha de su vida madrileña. Estas historias las dibuja y colorea sin perder el dominio del curso principal de su novela matizado por una sexualidad a flor de piel. Porque en el fondo, más allá de lo que aparenta inicialmente, Liubliana es mucho más que una historia de amor.

Conforma las historias de una generación que se distancia de lo político y lo ideológico en la medida en que los ochenta y tempranos noventa fueron los años del desencanto, de la sospecha de un futuro insatisfactorio, de una adolescencia con demasiados límites. Una generación que se refugia en sus pequeñas hazañas de la urbanización, de sus fiestas, de sus erotismo, de su enajenación afectiva. La trama se desenvuelve como un número infinito que se desenrolla poco a poco con el recurso de la confesión personal, la memoria desesperada y la esperanza abierta. Una trama aderezada con los recursos de la tecnología de hoy, matizada por el consumo cotidiano («sabes a Nestea» le confiesa Carla a Gabriel después de besarle), de la cultura pop que se cuela en la música, las fiestas, el regocijo. Novela de una generación perdida en su exilio interior.

LIUBLIANA, de Eduardo Sánchez Rugeles. 2ª edición Ediciones B Venezuela, Caracas, marzo 2012. Música de la novela de Álvaro Paiva Bimbo.

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