Judas, en un detalle de la vidriera de la Catedral de Moulins, en Francia (CC/Vassil)

El hombre más malo del mundo no aparece registrado en la historia universal de la infamia, pero cada cual tiene su versión de lo ocurrido. En todo caso, el hombre más malo del mundo no pudo más con sus oprobios y los fariseos tampoco aguantaron a tan malquisto vendedor. En un beso se le fue la vida. Era el último beso.

Tesorero entre los apóstoles, siempre le gustaron las monedas de los demás, recolectadas para los pobres, y él se las embolsillaba sin mesura ni pudor. Por treinta vendió a su paisano Maestro después de la última cena, cuando lo cazó, orando en el huerto. Cobró. Pero dicen que después fue tal su remordimiento que se devolvió al rato para arrojarles las monedas al suelo a los fariseos. La molestia de esos señores fue tan grande que salieron a aventarle en una persecución infernal de piedras, estacas y palos de matar cochinos. Lo hirieron, le rajaron la carne y le rociaron sal, le siguieron maltratando; iba grave.

La carrera les hizo salir del poblado al escampado. Exhausto, en su desesperación, se tiró por un barranco lleno de cují, bambúes, ortigas y cardones. Tragando polvo, en la bajada estrepitosa pudo agarrarse de un árbol en la ladera. Como pudo, tomó el mecate que le sostenía la túnica por la cintura y se ahorcó. Su mala estrella fue tal que cayó de cabeza y todas sus entrañas se desparramaron al partírsele su cuerpo por la mitad. Unos zamuros enormes se acercaron a la carroña.

Dicen, quienes lo vieron, que hasta con varios fariseos cargaron las aves de rapiña. Dicen también que esos pedazos andan regados por el mundo.

 

About The Author

Deja una respuesta