Según una reciente encuesta a ejecutivos petroleros realizada por el Instituto Fraser, en 2011, Venezuela aparece como el país productor de petróleo con los mayores obstáculos a la inversión privada.

Hace varios años (2013) adquirí El petróleo como instrumento de progreso, de Luis Roberto Rodríguez Pardo y Pedro Luis Rodríguez Sosa, un libro muy bueno sobre nuestra principal materia prima, el cual me fue dedicado por uno de los dos competentes autores, el profesor Pedro Luis Rodríguez Sosa.

En un primer momento, quizá no le dediqué mucho tiempo, pero luego, con la gran debacle de la producción petrolera de Pdvsa y de la caída de los ingresos fiscales petroleros me he dedicado a su lectura muy minuciosamente.

El prólogo del libro fue redactado por Francisco J. Monaldi, director del Centro Internacional de Energía y Ambiente del IESA, bajo sus líneas ya uno comienza a recibir un baño de datos. Así, nuestro especialista en el tema y prologuista nos relata que en el año 2011 Venezuela le había informado al mundo de que tenía reservas probadas de petróleo por 297 mil millones de barriles. Estas reservas superaban a las de Arabia Saudita, líder mundial en esta materia. Sin embargo, la cifra más idónea —de acuerdo con las técnicas de extracción disponibles y posibles— la cifra llegaría a unos 185.000 mil millones de barriles.

Ahora bien, el desarrollo de la Faja Bituminosa del Orinoco, que es donde está el grueso de las reservas, tiene un costo operativo de tres a seis dólares por barril, menor que el de la mayoría de los nuevos desarrollos en el mundo. No obstante, este crudo extrapesado de unos 8 grados API no puede ser manejado sin mejorarlo al menos a 15 grados API, y esto requiere unas inversiones de unos 6 mil millones a 8 mil millones de dólares por cada 200.000 barriles diarios. Y a esto, según nuestro especialista, hay que agregarle un costo operativo de cinco a diez dólares por barril. “De modo que las necesidades financieras son enormes”.

Nuestro analista, pregunta en otro párrafo, ¿por qué no se ha concretado la inversión? En primer lugar, porque las empresas han sido muy precavidas en la negociación dado el precedente de las recientes expropiaciones en el sector y a la inestabilidad del marco fiscal. Efectivamente, según una reciente encuesta a ejecutivos petroleros realizada por el Instituto Fraser en 2011, Venezuela aparece como el país productor de petróleo con los mayores obstáculos a la inversión privada. Está en el último puesto de 136 países. Los vecinos Brasil y Colombia ocupan puestos mucho mejores, 66 y 48 respectivamente. El principal obstáculo, aclara Monaldi, entonces es la falta de credibilidad en la regulación, pero hay otros obstáculos relevantes. Otro de los obstáculos es el sistema de empresas mixtas en la cual, Pdvsa tiene que aportar 60% de la inversión y existen dudas razonables acerca de su capacidad para buscar el financiamiento necesario. También, desde 1997 la producción petrolera ha seguido una tendencia declinante. De igual modo, nos advierte nuestro prologuista, que a pesar del período de precios más alto de la historia, Pdvsa no fue capaz de de mantener el flujo de caja necesario para realizar las inversiones requeridas. Y el problema no ha residido en los impuestos establecidos en la Ley Orgánica de Hidrocarburos y la Ley de Impuesto sobre la Renta a los precios elevados, la regalía de 33% y el Impuesto Sobre la Renta de 50% recaudan una fracción relativamente baja de la ganancia petrolera. El flujo de caja de Pdvsa se ha dirigido, más bien, hacia fondos extrapresupuestarios, principalmente el Fondo de Desarrollo Nacional (Fonden) y hacia el gasto social ejecutado por Pdvsa.

Es interesante como este libro se refiere a  un estudio en donde se enuncia que:

«La sociedad venezolana es rica por disposición de recursos naturales abundantes; que todo ciudadano tiene derecho a disfrutar de bienestar social independientemente de sus prestaciones a la colectividad en términos de producción y participación en la vida colectiva; que el papel del Estado debe caracterizarse por el asistencialismo paternalista y populista, en lugar de ser árbitro garante del orden abstracto de relaciones; que a los derechos reconocidos no les corresponde como contraparte derechos y obligaciones simétricos.»

También se cita en el mismo sitio (p. 108) al Latinobarómetro 2010, en donde se sostiene que 48% de los venezolanos cree que el gobierno puede resolver “todos los problemas de la sociedad”, mientras que el promedio regional se sitúa en 14%. Si se le añaden los que responden que el Estado puede resolver “la mayoría de los problemas de una sociedad», la cifra alcanza 81%, mientras que el promedio regional se sitúa en 44%.  Esto es, la gran mayoría de la población cree que Venezuela es un país rico, y si él  es pobre es porque alguien le ha arrebatado la riqueza. Una creencia que ha estimulado el pensamiento populista y rentista de la política.

Otro comentario muy interesante del libro es el relativo al ascenso de Chávez al poder:

«Tras asumir el poder, al gobierno de Chávez le tocó enfrentar la dura realidad de una reducción del ingreso fiscal petrolero por la caída de precios, por lo que los primeros años no fueron de fácil transición. No obstante, en 2004 los precios del petróleo comenzaron a ascender y el gobierno pudo hacer efectivo su discurso. Entre 2004 y 2008 percibió un ingreso petrolero una vez y media mayor, en términos reales, que el ingreso entre 1974 y 1978. A través de transferencias directas, créditos subsidiados y una moneda sobrevaluada, el auge petrolero se convirtió en una gran bonanza de consumo. El consumo privado aumentó en 14%, mientras que las importaciones se incrementaron en 34%. Apuntalada por un aumento de la demanda agregada, la economía creció a una tasa promedio de 10%. Esta bonanza no solo ayudó a consolidar la narrativa oficialista en el imaginario popular, sino que desvirtuó  por completo el discurso del “Gran Viraje” de los años 1990 y sus proponentes, según el cual los venezolanos debíamos aceptar cierto sacrificios en el presente para asegurar un mejor futuro, un discurso que, cabe resaltar estaba en lo correcto (negritas nuestras). (p. 113)

«Hoy en día el contrato fiscal rentista está más enraizado que nunca y la narrativa oficialista, aparentemente consistente con la realidad  la experiencia, han hecho aún más difícil modificarlo. Peor todavía, la oposición ha ofrecido una narrativa alterna para explicar la realidad, más bien  se tiende a aceptar como válida la narrativa oficialista sobre lo ocurrido  y se dice que se actuará de manera distinta pero dentro de las mismas premisas, por lo que, implícitamente, o quizás explícitamente, se acepta el contrato oficial rentista». (p.114)

Además de explicar y plantear los problemas del rentismo petrolero que implantó un ineficiente y costoso capitalismo de Estado. Quizá el mayor mérito de este trabajo es que propone establecer un fondo patrimonial para todos los venezolanos el cual permita a la nación deslastrarse del rentismo fiscal petrolero. No es algo utópico puesto que los autores de este excelente libro destacan el caso del Fondo Permanente de Alaska, creado mediante una reforma a la Constitución de ese estado norteamericano en 1976, y el cual fue muy bien estructurado.

Por último, es muy orientador el capítulo 4, donde cuestiona una política petrolera que siempre ha sido rehén de dogmatismos y conflictos estériles. Un ejemplo, que debaten nuestros autores, fue la política de no concesiones, la cual dejó a la producción petrolera en los mismos niveles de producción en que se encontraba en los años cincuenta. Así con respecto a la maximización de la renta, la política de no más concesiones  dejó a Venezuela atrasada  en relación con otros miembros de la OPEP, los cuales además de lograr ingresos por barril similares a los de Venezuela debido a la coordinación impositiva, aumentaron fuertemente sus ingresos al expandir su producción petrolera mientras la producción venezolana languidecía. Esto es, nuestro país después de haber sido el primer exportador de petróleo del mundo desde 1928 hasta 1970, se auto-relegó a un segundo plano. La política de no más concesiones en Venezuela desvió las inversiones internacionales hacia esos países que aumentaron su producción por un factor de más de cinco veces entre 1958 y 1978.

EL PETRÓLEO COMO INSTRUMENTO DE PROGRESO, de Pero Luis Rodríguez Sosa, Pedro Luis y Luis Roberto Rodríguez Pardo. IESA, Caracas, 2012.

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