¿Y quiénes son los tiranos ideales, los más conocidos? Los comunistas. Y todo el mundo piensa en Maduro, en Castro, y coge tremenda arrechera (mala palabra).

Para muchos moralistas, o mejor dicho: para casi todos, las llamadas malas palabras casi siempre eran aquellas que se referían al sexo: cojones, cuca (en Venezuela), singar (en Cuba), para mencionar algunas; a la religión: me cago en la ostia, por ejemplo, expresión sumamente exagerada porque la puntería que hay que tener es excesiva. O aquéllas relacionadas a la familia, como la puta madre, y un largo etcétera.

Para mí las malas palabras son aquellas que hacen daño. O que su uso pone en peligro algo. Pienso que en la Edad Media, cuando alguien quería joder (mala palabra) a otro, bastaba que lo calificara de hereje. Con encasquetarle  ese titulito el tipo estaba frito literalmente, y el olor a humo y a chamusquina se le veía venir rápidamente. Juana, la del arco, y tantos otros se convirtieron en parrilla humana por esta razón.

En nuestra Era, llamada Contemporánea por los letrados, hubo una época, concretamente en buena parte del siglo XX, donde una palabrita fue utilizada con los mismos fines: comunista. Sobre todo en los Estados Unidos de América, donde un señor congresante creó una tendencia (se dice así ahora y, para mí, sí es una mala palabra) con múltiples seguidores llamada ‘macartismo’, con lo cual consagró su apellido en la historia.

Lo malo de esta palabrita es que al que se la aplicaban, la llevaba encima como la nube negra de Fulmine, y entre otras cosas, no podía conseguir empleo, se convertía en un apestado (y no había aparecido el coronavirus) y si por mala pata era guionista de cine, tenía que usar o un falso nombre o un testaferro para poder seguir chambeando.  Fíjense que la tarea de testaferro en esa época era dignificante, porque servía para señalar a los que ayudaban a los apestados, cosa tan distinta hoy en día, en que calificamos de testaferros a los que sirven de mampara para los ladrones.

Como les decía acerca del calificativo de comunista, fuera de EEUU la cosa no era tan grave, porque los que ostentaban el título también tenían poder, de hecho hubo un  momento en que la mitad del mundo lo era o mejor dicho, lo pretendía ser. Ese fue el momento en que los sabiondos nos encasquetaron aquello de Primer Mundo, refiriéndose a EEUU y Europa Occidental; Segundo Mundo, esa otra parte gigantesca de países con la etiqueta comunista: sobre todo la URSS y China. Y al resto, a los pobres sufrientes de verdad, nos nombraron Tercer Mundo, y ahí sí que la cosa se nos empantanó, porque desde que nos pusieron de terceros no hay manera que podamos subir ni un peldaño. En lo único en que nos toman en cuenta es en el fútbol, porque Brasil, Argentina y algunos países africanos han dado la cara por nosotros.

Después del año 1989 cuando se cayó (o tumbaron) el Muro de Berlín, la mayoría pensó que lo del comunismo se había acabado y los países bajo ese régimen fueron sustituyendo a sus gobernantes y relegándolos a un segundo plano. Algunos (muy pocos) sobrevivieron y se eternizaron, como en Bielorrusia, y otros más inteligentes, mantuvieron el poder (Putin y China) pero cambiaron las apariencias, y el mundo se quedó tranquilo, porque aunque China siguió siendo comunista, no se le notaba tanto. Fíjense que se las llevaba de puta (mala palabra) madre con su socio EEUU.

Hasta que apareció el coronavirus y entonces EEUU, se acordó que los chinos eran unos hijos de puta (mala palabra) y encima comunistas de mierda (mala palabra). Es decir, el renacimiento de los herejes comunistas, culpables de todo para yo ser víctima, y así evitar las críticas.

Y parece que la verga (mala palabra en maracucho) les está funcionando. Porque la están usando para toda vaina (vaina: pronombre totalizante que sirve para toda vaina). Si quiero anular a alguien, busco y rebusco y encuentro una foto de su abuelo con un pañuelito rojo en el cuello y digo: comunista, ese muérgano es comunista. Y a joderse (mala palabra).

Les cuento una estrategia que están poniendo en práctica. Aquellos estados que no se quieren abrir porque están cagados (mala palabra) por la pandemia y que están gobernados por demócratas, el presidente azuza a sus habitantes a protestar para defender la libertad individual, es decir, yo no me quedo en mi casa porque me sale de los cojones (mala palabra) y apelo a mi derecho que me lo establece la constitución, y si el gobernante no cede, porque si cede todos nos fregamos, entonces es una tiranía. ¡Ajá! ¿Y quiénes son los tiranos ideales, los más conocidos? Los comunistas. Y todo el mundo piensa en Maduro, en Castro, y coge tremenda arrechera (mala palabra). Eso sí, nadie piensa en King Jong Un, ese es un bicho pero no tanto, porque  es amigo de Trump y se han echado tragos juntos tres veces.

Regla de tres simple o para ser más cultos, silogismo. Si un gobernante demócrata no permite las libertades individuales es un tirano, los comunistas son tiranos, entonces por conclusión los demócratas son comunistas. Y la palabrita está apareciendo como en la sopa. Salta donde menos se espera y está ahí colgando todo el día.

No sabemos si la estrategia —sí, es una estrategia— les dará resultados, pero ante la cagazón (mala palabra) del coronavirus, que además es culpa de los comunistas (mala palabra) chinos, la vaina se pone pelúa (mala palabra).

Y mientras tanto disfruto leyendo los periódicos españoles, donde utilizan e incluso titulan y encabezan artículos con la palabra culo, y han dejado de considerarla mala palabra. ¡Qué avance!

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