Lo cierto es que aún no se ha medido el impacto de estas acciones en la opinión pública estadounidense. Y se avizoran las elecciones presidenciales.

En medio de la tragedia planetaria del Covid-19 —cuyas dimensiones reales en Venezuela se desconocen con precisión— surge la sentencia de la Fiscalía estadounidense contra Nicolás Maduro y trece de sus cómplices más cercanos y la recompensa millonaria que ofrece la DEA por información que conduzca a detenerlos. Muy al estilo de un western de los de antes. Parece una película, pero no lo es.

El jueves 26 el temor a la muerte por coronavirus dio paso a la sorpresa de una acción militar impulsada por la potencia más grande del orbe —por cierto, con la cifra más alta de contagios en el mundo— contra un régimen corrupto, asesino y narcotraficante. Sorpresa, asombro, incredulidad, hasta risas nerviosas produjo el anunció del fiscal William Barr, pero también condena, rechazo e incluso miedo en otros sectores vinculados con el oficialismo. Julio Borges ha dicho con sensatez que no se trata de sanciones del Poder Ejecutivo de Trump sino sentencias del Poder Judicial norteamericano. Son conceptos distintos. Luego interviene la DEA con su propuesta de recompensa.

Claro, la Unión Europea va a tomar distancia de Trump en su política contra Maduro, en momentos en que el gobierno norteamericano no ha podido controlar la epidemia y sus principales estados se hayan a la merced del coronavirus. No ha tenido la política sanitaria correcta pero sí va a perseguir a un tirano caribeño, dicen los articulistas europeos. Lo cierto es que aún no se ha medido el impacto de estas acciones en la opinión pública estadounidense. Y se avizoran las elecciones presidenciales.

Para colmo, uno de los imputados por el Departamento de Justicia de EEUU, Clíver Alcalá Cordones, supuestamente alejado del régimen madurista, anuncia en entrevista desde Barranquilla para la emisora colombiana W Radio que forma parte de un complot para derrocar a Nicolás Maduro donde estarían participando supuesta y activamente Juan Guaidó y J.J. Rondón. Si es verdad lo que dice Alcalá Cordones, se trata de una delación pública de sus propios compañeros de conspiración. Poco creíble. Parece un sainete, pero tampoco lo es. ¿Qué significa todo esto?

El juego ha cambiado completamente

En el tablero se están moviendo piezas que estaban paralizadas para poner de relieve que ya no hay nada que negociar. No solo entre Donald Trump y Nicolás Maduro —supuesto negado desde hace mucho— sino también entre la dictadura venezolana y distintos sectores de oposición, en especial el denominado irónicamente Mesita de Noche —porque no representa a nadie— que parece más aliado del gobierno que de las fuerzas democráticas. Tampoco las fuerzas más importantes de la oposición. ¿Cómo negociar con un régimen delincuente, con el zar del Cartel de los Soles, con los representantes del narcotráfico, con los asesinos de estudiantes y de opositores, con los defensores de la disidencia de las FARC y con el ELN? Los poderes públicos de EEUU han establecido límites.

En otra área de investigación, la fiscal del Distrito Sur de Florida, Ariana Fajardo, afirma que no hay posibilidad alguna de negociación con el régimen de Maduro. Son diez años de investigación y recolección de evidencias contra el dictador venezolano y su corte de malandros. Incluso informa del millón de dólares que el fiscal venezolano Tarek William Saab recibió como soborno con una contratista petrolera. Es el mismo Saab que está pidiendo la extradición de Alcalá Cordones de Colombia. Pero obviamente ya no está en Barranquilla, donde residió durante dos años. Lo último que informó el diario colombiano El Tiempo es que se entregó a la justicia norteamericana a través de la Dirección Nacional de Inteligencia en Bogotá. Tomó un vuelo especial a Nueva York.

Desde luego se aplazan las elecciones —presidenciales y regionales— no solo por el Covid-19 sino por la ilegitimidad de un régimen convicto que no puede negociar nada con las fuerzas democráticas. A pesar de considerarme partidario de la negociación política, he planteado en distintas oportunidades que a Maduro y sus secuaces no les interesa negociar. Lo han demostrado en repetidas veces. Para bailar el tango hacen falta por lo menos dos. Y el bandoneón ha callado.

La conspiración

Lo de Clíver Alcalá Cordones es otra cosa. Pertenece a sectores chavistas mas no maduristas y le gusta la conspiración. Me dicen que es verdad el complot que delató en la W Radio aunque no todos los detalles son veraces. Miente a su conveniencia. Acomoda sus matices. Pensó que tendría el respaldo de Washington para un gobierno de transición combinado entre fuerzas chavistas y de oposición. Esto es una especulación con informaciones diversas y a veces contradictorias, pero es obvia esa jugada que también incluiría al ‘Pollo’ Carvajal, otro de los recientes acusados por EEUU. Entonces cabría preguntarse por qué Washington le quitó el taburete al general retirado.

¿Qué hará la oposición?

Pregunta sin respuesta aún. Desde hace unos días he leído las opiniones de varios analistas que afirmaban que la figura de Maduro se había fortalecido por su postura ante el combate al coronavirus y que Guaidó se había debilitado pues no tenía capacidad de actuar en ese campo. Opiniones respetables pero a mi juicio absurdas. Los registros de gente muy seria como Alianza Salud indican que el dictador no ha tomado las medidas necesarias. En un país sin agua ni luz, sin recursos médicos, la amenaza de la población es real, mortal e inminente. No tiene recursos internacionales. El fondo Monetario Internacional le negó el préstamo que pidió porque no lo reconoce como presidente. Cayeron los precios del crudo, la producción está en su punto más bajo, no puede comercializar sus barriles. No tiene infraestructura. Y llegó el Covid-19. Objetivamente, ¿qué puede hacer Maduro? Solo reprimir a los venezolanos, evadir su responsabilidad y acusar al imperialismo norteamericano.

En cambio, la oposición podría canalizar y condicionar la ayuda internacional y ponerse al frente de la lucha contra la pandemia, exigir la libertad de los presos políticos, ofrecer un camino posible y brindar un poco de esperanza.

Guaidó puede exigir que la ayuda humanitaria internacional sea conducida en Venezuela por organismos como la Cruz Roja, la Oficina Panamericana de la Salud y otras instituciones similares. Es su gran oportunidad.

 

 

 

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