Un hombre/niño que se niega a crecer más allá de los territorios inútiles donde las zancadillas pululan y sólo se sabe reconocido en su universo cerrado.

El triunfo de la integridad personal sobre la adversidad dentro de los laberintos de la existencia. De esto va esta conmovedora y desgarradora película, El luchador, de Darren Aronofsky, con una interpretación soberbia de un actor outsider como Mickey Rourke, que de paso, hizo el papel de su vida.

La soledad más absoluta, la ausencia de los fundamentales afectos familiares, la inhibición de una sociedad convencional ante lo que pudiera desconcertar su plácida rutina, la inocencia estupidizante de unas moles gigantescas que hacen del culto narcisista una opción de vida y el simulacro de la lucha sobre las bases del espectáculo, el entretenimiento y el negocio: ante estas situaciones se sumerge el desgarrador personaje al que da vida Rourke.

Un hombre prisionero de su fama y pasado, incapaz de asumir la decadencia y la inserción en la vida real como un cualquiera, un anónimo más. Un hombre/niño que se niega a crecer más allá de los territorios inútiles donde las zancadillas pululan y sólo se sabe reconocido en su universo cerrado.

El personaje al que da vida Rourke termina siendo fiel a sí mismo, y este homenaje a la autenticidad sin cálculos de por medio nos permite una identificación/admiración por este luchador teatral que cree de verdad lo que representa ante su público y es capaz de hacer bien.

Una película de un solo actor, y de paso magnífico, un mimetismo casi absoluto. Es como si de verdad Rourke fuese ese luchador en la vida real. Marisa Tomei es el contrapunto necesario, comedido y sin estridencias, que realza aún más esta sorprendente película.

EL LUCHADOR (The Wrestler), EEUU, 2008. Dirección: Darren Aronofsky. Guion: Robert D. Siegel. Música: Clint Mansell. Fotografía: Maryse Alberti. Elenco: Mickey Rourke, Marisa Tomei, Evan Rachel Wood, Judah Friedlander, Ajay Naidu, Mark Margolis, Todd Barry, Wass Stevens.

 

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