Estamos peleando por convertirnos en el único país del mundo que devalúa el dólar.

Hay experiencias que me horrorizan porque me enfrentan al país que no hemos dejado de ser y si eso es así significa también que no hemos aprendido nada.

Veinte años en la vida de una persona normal representa experiencia, decepciones, alegrías, asombro. Hablan de madurez, transformación y tantas emociones y sensaciones de esas que ayudan a forjar el carácter, que no pasan desapercibidas. Sin embargo en nuestra sociedad hay señales que parecen indicar que cambiamos la forma pero no el fondo.

En estos días me tocó conversar con un electricist,a quien en cuestión de treinta minutos me habló de presupuestos para trabajos de electricidad que oscilan entre los seis mil y nueve mil dólares. Me habló de los que no aceptan —casi en un acuerdo general— billetes de un dólar. Recordó que le dio un dólar con cincuenta a un mesonero y este se lo devolvió porque consideró que su propina era un insulto. Me contó, no se si quejándose o presumiendo, que su esposa se gasta entre veinte y cincuenta dólares diarios en chucherías, pulseritas o collares.  Pienso que yo lo miraba a través de esa angustia que te produce el no saber quien está mal, si él o yo. De lo que sí tengo certeza es de la cara de desprecio con que me miró cuando le afirme que yo necesitaba mi presupuesto en bolívares.

Incapaz de hacerme ni de hacerle a él un diagnostico psicológico porque lo que soy es periodista, lo único que puedo es pensar que en Europa cuando das un euro de propina casi te besan la mano, que en Estados Unidos la propina equivale al 10% de un buen servicio y si das menos te preguntan qué fue lo que no te gustó. Pensé en que el billete que más circula es el de uno, porque si pagas con uno de cincuenta te miran la cara y si pagas con uno de cien será pasado por el escáner. Veinte o cincuenta dólares representan el salario diario de un gran sector de la población. Finalmente los seis o nueve mil dólares pueden representar un año de sueldo o un año de alquiler.

En conclusión, tales comentarios del electricista en cuestión, me conducen a pensar que estamos peleando por convertirnos en el único país del mundo que devalúa el dólar. Eso pudiera ser una señal de que tendemos a destruirlo todo. También puede ser una señal de que la ganancia económica, el negocio puro y duro, está por encima de cualquier reflexión. Que el ‘ta barato dame dos’ de la época de mayor abundancia sigue presente, que no hay educación, regulaciones, ni reflexión posible que contribuya a un verdadero cambio.

Siempre me pregunto que pensarán de nosotros aquellos cuya vida cambió en medio de una guerra, los que por ser perseguidos y exterminados resurgieron de sus cenizas en personas que se convirtieron en grandes profesionales, investigadores insignes, por decir lo menos. En los que emigraron de sus países con una maleta en la mano y dejaron todo atrás para convertirse en otras tierras en constructores, empresarios, agricultores. Si no hemos aprendido nada nuestra situación como sociedad es mucho más grave que los que criticamos a simple vista.  Creo que la conclusión a la que puedo llegar ante este tipo de preocupaciones es que llegó la hora de comenzar a vernos nosotros mismos, porque al final el país es lo que habita en cada uno de nosotros.

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