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En los intercambios en Whatsapp, el gran ausente es la emoción.

¿Cómo son los intercambios que se producen en un chat de Whatsapp?

Las ‘conversaciones’ de un chat son todo menos conversaciones. Quizá es más fácil definirlas por lo que no son, hurgar sólo un poco para encontrar que no es nada fácil ‘conversar’ en esos intercambios que prescinden de la corrección discursiva que tiene un a escrito que tiene por intención comunicar, y más bien tienden a la estridencia de quien necesita llamar la atención.

Hay dos situaciones clásicas en las que los chats muestran claramente sus características más llamativas. Una de ellas son los cumpleaños ‘celebrados’, ‘recordados’ y ‘felicitados’ vía chat. Llega el aniversario de Pepa y sesenta amigos de colegio, compañeros de trabajo o de promoción la felicitan en una cadena de imitación incontenible, que nunca se sabe si la comienza quien más detestaba a Pepa en bachillerato o su mejor amiga de la universidad. Con mínimas variaciones, una cascada de réplicas casi idénticas se repite para decirle a Pepa que cumpla muchos más, que le desean lo mejor, que disfrute en compañía de los suyos, que tome mucho alcohol, y otras frases, no muchas, del mismo calado.

¿Quién habría recordado a Pepa sin Whatsapp? ¿Tienen los sesenta miembros del chat que recordar a Pepa? ¿Es descortés quien no recuerda sesenta fechas de cumpleaños? De alguna manera, se trata de algo muy parecido a lo que retrata la letra de Padam, Padam, la inmortal pieza popularizada por la Piaf: “…un je t´aime de quatorze de juillet…”, vale decir, un te amo carnavalesco, de fiesta en la que la euforia pone cualquier cosa en boca de cualquiera.

Otro caso que llama la atención es el que se produce ante una infausta noticia. Pepa pierde un familiar cercano. De seguidas, la misma cascada que en otro momento felicitaba, reaparece para, esta vez con un repertorio más reducido, decirle a Pepa cuanto lo sienten, que brillará la luz perpetua para el difunto o que la acompañan en su dolor.

Pero, ¿la acompañan en su dolor? Frecuentemente no parece así. Una vez que cesa la ronda de mensajes luctuosos, quizá en poco tiempo, y a veces en fracciones de hora, reaparecen las fotos de “estoy tomando cerveza”, “mira que cuchi el perrito” o “a esta jeva se le fue un picón”. Y risa y risa.

En los intercambios en Whatsapp, el gran ausente es la emoción. Con demasiada frecuencia lo que se produce es un intercambio emocionalmente aplanado, en el que no se encuentra la empatía, donde el otro es una suerte de cascarón vacío al que se le escribe sin escribirle. En Whatsapp se cumple, se felicita y se envían pésames que tienen una esencia muy distinta a la de la llamada que hace quien recuerda a una persona porque ésta es importante en su vida y nadie le está apuntando que debe hacerlo.

Probablemente, el departamento de relaciones públicas de Whatsapp diría que el objetivo de un chat no es el de generar densas relaciones humanas o afectivas entre los usuarios, sino permitir una comunicación rápida y efectiva, y tendría razón. Sin embargo, esto no significa que no tomemos en cuenta cómo este tipo de comunicación permea en la vida cotidiana y genera un modelo de interrelación que es, en no poca medida, castrado emocionalmente.

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