Mil y tantas noches al aire 3
Son ciudadanos del mundo y de a pie, aunque se fascinan en el uso de otros medios de movilización.

¿Sabe usted dónde queda Escandinopla? ¿Ha presenciado alguna una emisión radiofónica en vivo? ¿Ha escuchado contar alguna vez las historias contenidas en Las Mil y una Noches? Para darle respuestas a estas preguntas se encuentra Mil y tantas noches al aire, un centón radioteatral compuesto y conducido por Carlos Sánchez Torrealba con el elenco estable del TET, que estará presentándose sólo los días viernes en la sede del grupo, ubicada al lado de la Iglesia San Pedro, en Valle Abajo.

Jariana Armas, Louani Rivero, Marisela Montiel, Joe Justiniano, Tomás Pablo, Miguel Suárez y el propio Carlos Sánchez Torrealba, junto a dos invitados espaciales: Boris Paredes y Víctor Bolívar, vienen a compartir un ejercicio radioteatral pautado por el fragmento y el buen humor para escucharnos mejor.

Los cuentos de Las mil y una noches, junto a canciones y otras invenciones son compartidos con el público todos los viernes a las 6:00 pm con la intención de avanzar con estos relatos, viernes a viernes, y llegar a la noche 1.001. Por eso, cada función de Mil y tantas noches al aire es distinta, plena de sorpresas, de sortilegios, de conjuros.

La concordia nos llama a todos desde los ojos de nuestros niños, adolescentes y jóvenes; desde la mirada de los adultos; la caricia de las abuelas y la mano sabia de los abuelos; desde el padre o la madre que sudan trabajando para seguir edificando. Doquiera que estemos, es un hecho que todos deseamos estar mejor y nos afanamos para ello. Para que esta brega sea más amable y perdure la alegría de vivir, vienen a nosotros la poesía y las artes con sus poderosas disciplinas para convocarnos, congregarnos y procurarnos el goce estético y unos toques de armonía.

Hoy, cuando la vida alcanza tan altas proporciones de devaluación, es posible todavía apelar a la palabra como instrumento de alianza; invocar a la palabra para reencontrarnos y elevarnos como seres humanos. Desde la palabra fecundante, la palabra dicha y puesta en escena podemos todavía sentarnos los seres humanos unos junto a otros para escuchar historias y darnos las manos… porque ser humano es todavía una posibilidad.

Magnetiza apreciar que las leyendas de los antiguos sean lección para los modernos, a fin de que el ser humano aprenda en los sucesos que ocurren a otros que no son él. Entonces respetará y comparará con atención las palabras de los pueblos pasados y lo que a él le ocurra y se reprimirá. Por esto ¡gloria a quien guarda los relatos de los primeros como lección dedicada a los últimos! De estas lecciones han sido entresacados los cuentos que se llaman Las Mil y una Noches, y todo lo que hay en ellos de cosas extraordinarias y de máximas. Junto al doctor Joseph Charles Mardrus, uno de los más importantes traductores de Las mil y una Noches, nos atrevemos a refrendar con Mil y tantas noches al aire que sin miedo a mentir, el telón va a levantarse sobre la más asombrosa, la más complicada y la más espléndida visión que haya alumbrado jamás sobre la nieve del papel el frágil útil del cuentista.

Mil y tantas noches al aire  surge de los habitantes de Escandinopla. Este grupo humano vive en un pequeño lugar situado en el fin del mundo y lo saben. Desde los más remotos recuerdos, han rendido culto a Dionisos, dios de la vendimia, del vino, representante de lo terrenal, así como del erotismo desatado. Es una de las más acentuadas influencias venida de los primeros griegos que habitaron el lugar. Los nacidos allí son temperamentales y vehementes. Apasionados. También son joviales: actúan, cantan y juegan permanentemente. Desde siempre, ven cosas que los demás no alcanzan a percibir. Pueden convivir en el mundo paralelo de uno y de otro que crean de manera frecuente, adonde entran y salen simplemente. Son tenaces.

Les encanta escucharse, de allí su fascinación por los cuentos, por la música y la poesía. Se miran, se miran mucho, de arriba a abajo y de las más variadas maneras, pero apenas se rozan. Cuando se tocan, las chispas saltan. Hablan en jerigonza y llegan a entenderse. Luego de las primeras manifestaciones del cristianismo primitivo y hasta nuestros días, mantienen una especial devoción por los ángeles. En Escandinopla los desavenidos tienen corta vida y muchos fallecen al nacer. A los enemistados el aire salobre y puro del lugar les intoxica y les fulmina.

Pasan frío. En Escandinopla hay invierno durante tres cuartas partes del año. Buscan la calidez. Les gustan las casas, los espacios cerrados, las grutas, las cuevas. Los estudios de radio representan un hábitat cálido para ellos. Por eso, se despojan de sus maletas, sus pesados abrigos y hasta podrían desnudarse cada vez que llegan a un sitio así, porque adoran la vida al aire libre y en pelotas. Es un hecho público y notorio que en el verano se descalzan, se desvisten y pueden pasar así la estación entera mostrando los hermosos cuerpos con los que la mayoría ha sido enaltecida y por lo que en el aire flota un exquisito y fragante olor como a sarrapia durante todo el estío.

No creen en pajaritos preñados pero saben que de que vuelan, vuelan, como las brujas y algunos brujos. Se dejan llevar por sus propósitos hasta volar traspasando paredes con o sin estruendo ni levantamiento de polvo; también se dejan llevar por las intuiciones y por el sentido del humor hasta descubrir y permanecer un buen rato en situaciones hilarantes que ellos mismos crean o que encuentran al voleo.

A los nacidos en Escandinopla les encanta el arte de los birlibirloques, de allí que se gozan su condición de histriones natos al punto de la iridiscencia o de la ignición en plena calle donde casualmente consigan representaciones o en el escenario donde conviven como peces dorados en aguas azulísimas. Les fascinan las excursiones más allá de las montañas azules a las que llegan con poco esfuerzo gracias a su condición alada y a la buena narrativa. Quienes todavía no desarrollan esa condición propia de su naturaleza se ayudan con pájaros enormes, con dragones o con ángeles, según quien pase cerca primero.

Los nativos de Escandinopla son muy dados al sentipensar, virtud heredada de sus ancianos a quienes veneran y respetan como conductores que son de su terruño. En relación a su IQ nacional están mucho más allá de las puntuaciones clásicamente pautadas en los test estandarizados para valorar a la inteligencia porque han aprendido a combinar una sana alimentación con el buen dormir, la copulación cotidiana como parte de las calistenias diarias, el estudio y la discusión tanto en solitario como en grupo, la apertura a las divinidades y a las diversidades, el desarrollo lúdico, el aumento progresivo del temple de las almas ante las fatalidades, así como el uso y apropiación de las fantasías propias para la creación de nuevos horizontes y mejores terrenalidades. No acumulan, aunque ahorran e invierten; regalan lo que les provoca y también favorecen el intercambio así como el pastoreo, la caza, la pesca, el trabajo con la tierra y otras artesanías mundanales y también cosmopolitas. La construcción y el urbanismo son buenos gustos comunes. En Escandinopla abundan casas hechas adecuadamente, jardines, plazas, teatros, torres, almenares y templos dedicados a varios cultos.

Son ciudadanos del mundo y de a pie, aunque se fascinan en el uso de otros medios de movilización. De allí que, desde tiempos de su paisano Ícaro, les encante viajar y han seguido perfeccionando el vuelo, tanto como la construcción de naves y otros instrumentos cada vez más sofisticadas que hoy día les permiten hasta la telequinesis y la tele-transportación tal como pudieron imaginarlo sus primeros habitantes dedicados a la ciencia ficción. Hermes les favorece. Dicho sea de paso, en Escandinopla, la ciencia ficción es una de las tantas materias electivas que todos pueden escoger en sus escuelas al aire libre donde no existen aulas sino ludotecas y donde se practica la educación no formal basada, por supuesto, en el juego desde el preescolar y hasta los doctorados. Escandinopla y sus coterráneos se complacen en tener y mantener a los mejores catedráticos del mundo, son considerados ciudadanos de primera.

 

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