Nicolás Maduro 2
Según The Economist, el presidente Maduro “parece más interesado en pisotear a la oposición, frecuentemente recurriendo a la represión y violencia”.

Curiosamente el premio a los países más miserables es tan competido como el reciente Mundial de Fútbol. En la edición de The Economist, titulada ‘The World in 2018’ y dedicada a este álgido tema, invitan a los lectores a “olvidar la felicidad” y mirar con objetividad cada uno de los nominados a este terrible galardón.

El recuento comienza con Grecia, cuyos habitantes, después de la brutal caída de su economía, fueron considerados los más estresados en el mundo por una reciente encuesta realizada por Gallup. Corea del Norte, anterior candidato, podría convertirse en una gran sorpresa después de los recientes encuentros sostenidos entre Kim Jong-un y Donald Trump.

Para nuestra tristeza, en tercer lugar consideran el caso de Venezuela, capaz de llevarse el premio a pesar de estar sentado sobre una de las más grandes reservas de petróleo del mundo.

Como causa fundamental del desastre de Venezuela, los analistas señalan al crónico mal manejo económico de gobierno, que han producido unos índices de inflación que superan 1.000%. Crisis que ha desencadenado hambrunas, carestía de medicinas y merma de la calidad de los servicios públicos, especialmente la provisión de agua, electricidad y seguridad personal y patrimonial.

Según The Economist, el presidente Maduro “parece más interesado en pisotear a la oposición, frecuentemente recurriendo a la represión y violencia”. El mundo entero empieza a conocer las cifras y los casos flagrantes de violación de los derechos humanos. Las elecciones realizadas en mayo de este año no contribuyen a resolver el intringulis del problema para un gobierno rechazado por 90% de la población, mantenido por una ficción electoral que no otorga legitimidad alguna.

En este triste recuento aparece Yemen. Considerado en peor posición que Venezuela, es el país más pobre del mundo árabe, cuya guerra civil reporta más de 10.000 muertos, con unas abrumadoras cifras de desplazamiento humano, entre tres y cuatro millones de personas, país en plena hambruna y para mayor desgracia víctima de la explosión de la peor epidemia  de cólera sufrida en la Tierra, con más de 750 casos notificados y cifras en progreso negativo. Las previsiones de los analistas señalan que en Yemen, al igual que en Venezuela, lo peor está por venir.

El ganador del premio al más miserable parece ser Sudán del Norte, en crisis total desde el momento de su independencia en 2011. Las expectativas para este atormentado país anuncian la posibilidad de un genocidio entre las diferentes tribus que integran esta nación.

Es muy significativo que Venezuela sea postulado al premio del país más miserable del mundo, a pesar de que sus antecedentes hablan de procesos electorales frecuentes y de inexistencia de temas álgidos como los que comporta las diferencias culturales entre grupos étnicos diferenciados.

En Venezuela, Yemen y Sudán del Sur las expectativas no hablan de soluciones sino de escalada progresiva de dificultades, utilización de la violencia y exterminio de los opositores a los regímenes en el poder. En 2012, de cada 100 pacientes que entraban en un hospital venezolano morían 2,96; hoy, en 2017-2018, dado el abandono del sector salud por el gobierno, mueren 31 de cada 100 personas.

Las cárceles venezolanas están llenas de un número creciente de presos por diferencias políticas, sometidos a condiciones inhumanas, aislados, con prohibición de comunicarse con el exterior, enfrentados con las intenciones declaradas de los gobernantes en el poder de continuar su lucha trágica y destructiva de imponer un socialismo-colectivismo, cuyo único resultado ha sido el acorralamiento de la economía libre, la mortandad de empresas de las cuales subsiste menos de 40% en esta última década y la colectivización de la miseria como único resultado.

Es aún más trágica la situación venezolana por ser un país con antecedentes democráticos, con una amplia clase media preparada para dirigir actividades económicas generadoras del progreso económico y social, y con experiencias de desarrollo industrial capaces de superar la pobreza y las hambrunas que sufren sus habitantes.

La causa de la miseria de Venezuela no es derivada de sequías ni accidentes naturales, es un producto puro de la anacrónica furia ideológica del régimen en el poder, émulo del siniestro régimen cubano y del respaldo de unas fuerzas armadas convertidas en escuadrones de ladrones de ganado, especializados en traficar drogas y en apoderarse de empresas para su beneficio particular.

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