La crisis general no es exclusiva del gobierno. La hemos  tratado de explicar al decir que su profundidad y amplitud alcanza los constituyentes éticos, los grandes referentes de la cohesión. En esa condición las miradas y atenciones se evaden, buscando excusas, fugas, exculpaciones y codazos a los vecinos. Se oculta la propia responsabilidad y se hace difÃcil la autocrÃtica.
En este mierdero todos tenemos parte.
Los males son de viejo origen, tal vez con las costosas guerras del siglo XIX que no terminaron de cuajar en un proyecto, o con el otro general, generalÃsimo, de los muchÃsimos que hay y han habido, pacificador, asesino y ladrón, con el que arrancó la petrofilia y la disolvente migración hacia las ciudades.
Por muchos caminos se pueden ir las explicaciones, pero el resultado es lo que tenemos: esta dictadura sin argumentos, peligrosamente asustada por lo que le pasa a Nicaragua y a Correa.
Ante este reguero de destrozos, nos toca comenzar con nosotros mismos, es nuestra crisis repito.
El propósito es la integración, la necesaria cohesión y los procedimientos tienen que ser los inherentes a la profundización de la democracia, practicándola y,  en ese curso, adelantar la construcción.
Como metáfora muy repetida, una crisis puede ser de preñez y parto.
Crecen las protestas y con ellas se multiplica las organizaciones y acuerdos para actuar. Son señales que muchas veces tienen un sabor reactivo e inmediato, pero que deberÃan ser acompañadas por reflexiones y discusiones que cultiven un nivel polÃtico.
Los esfuerzos y la gente, que ya mostró su coraje y compromiso enfrentando represiones y violencia, ahora deben tener espacio y trabajo para la reflexión y el diseño de formas de relación permanente, de organización, que exprese la complejidad de las tareas, no solo para el cambio de gobierno sino para el logro a largo plazo de este paÃs.
@perroalzao