Así­ Perón se convirtió en el padre de las masas huérfanas y Evita, su mujer, en la madre que  habrí­a de sufrirlos y redimirlos.

Especial para Ideas de Babel. El populismo se convirtió en un hallazgo político para gobernar en América Latina. En dictadura como en democracia.

Quizá el peronismo fue la punta del iceberg. Porque supo juntar autoritarismo con sentimentalismo. Así­ Perón se convirtió en el padre de las masas huérfanas y Evita, su mujer, en la madre que  habrí­a de sufrirlos y redimirlos. Fue la primera radionovela en vivo y directo que  se trasmitió desde la Casa Rosada de Argentina.

Si bien en cada paí­s del continente el populismo tuvo y tiene sus particulares representantes y matices, en Venezuela la renta petrolera lo encarna de una manera inusual. Con el petróleo, la fundación de la democracia abandonó de inmediato sus principios liberales al sucumbir ante el clientelismo, que corrompió a muchos líderes y militantes de los partidos polí­ticos que debí­­an ser su soporte y defensores, pero también del destinatario final donde debí­­a florecer la democracia ciudadana. Así­­, esas masas que llamaron irredentas, no conocieron la idea ni la práctica exacta de lo que deberí­­a ser un paí­­s en su hechura democrática, sustentado en dos principios básicos del liberalismo: el desarrollo material junto al espiritual. Mixtura que hubiera preservado a la democracia que, recién  inaugurada, era acechada por dos fantasmas siniestros: la corrupción y el golpe de Estado. El espectro dramático que vive la Venezuela de hoy en dí­­a, es resultado de esa desasistencia ideológica, polí­­tica y espiritual.

El populismo en América Latina implantó su conducta no solo con el proselitismo de dictadores y presidentes demagogos, sino con la figura maquiavélica de un Yago, quien emerge de entre los bastidores del poder y toma la radio y la televisión: el escribidor. A partir de entonces, este ya no estará encerrado en palacio, elaborando discursos a gobernantes de turno, al igual que un apuntador sopla a un actor desmemoriado que ha perdido su máscara. El escribidor no volverá a ser un Vallenilla Lanz escribiendo seculares tomos sobre el Cesarismo Democrático para justificar la perpetuidad del poder de un solo hombre. Los inventos de la telecomunicación lo convertirán en un curioso ideólogo de masas, en un hechicero que falseará la realidad desde la truculencia y no como lo harí­­a un novelista o un dramaturgo desde la ficción. Al abandonar el palacio, el escribidor botará la pluma y derramará la tinta y se irá a cosechar fama y dinero hacia nuevos derroteros. El raiting será su obsesión; la trama y el personaje los diseñará con ese termómetro con que se mide el éxito en el mercado virtual. Siendo constructor de sainetes, no será capaz de escribir grandes tragedias ni dramas, pero sí­­ algún poema para expiar el rastro de una lejana culpa. Al familiarizarse con la máquina de escribir, y después con la computadora, no cejará de refrendar el populismo con radionovelas y telenovelas. La desventura de los pobres y la clase media disociada, serán su materia prima. Hará suya la noche y las horas de la siesta. Se acostará con la farándula imaginándose un prí­­ncipe, sin embargo, no habrá rincón del paí­s, donde alguien con un radio o un televisor, no sucumba al hechizo de sus imágenes. Con sus palabras un escritor traza sus pasos, y aun, su destino.

En Venezuela el boom petrolero junto con las telenovelas, contribuyeron en buena medida con el desmantelamiento de la democracia venezolana. Los canales de televisión privados que las produjeron redujeron el espacio de los noticieros, asimismo los  programas de reflexión polí­­tica y cultural, arrinconándolos hacia la medianoche, cuando el sueño vencerá al telespectador. Entonces, el escribidor aprovecha el vací­­o reflexivo que contribuya  a imponer en la escena nacional, y enmascarándose de lúcido intelectual, se dio a la tarea de destruir por igual, a través de  artí­culos de prensa, a los protagonistas de la clase polí­­tica del paí­­s. Razones no le faltaban, pero le sobraba mala intención. En  su delirio, se pontifica como el Maestro ante la verdadera intelectualidad que no se atrevía a cuestionarlo, porque esta se habí­­a acostumbrado a la idea de que ser popular o famoso, era igual  a inteligencia, arte y razón. El gran remate estelar fue ejecutado por el hijo de ese escribidor, quien habí­­a heredado de su padre el oficio y las manías, con una telenovela que rompió todas las mediciones del raiting, y desde la que se aboga por la destrucción de los partidos polí­­ticos como la base de la democracia venezolana. Casi inmediatamente después, Venezuela será asaltada por un golpe de Estado, y a partir de entonces, el instrumental mediático y militar, cambiaron el destino polí­­tico de Venezuela, instalando el populismo más exacerbado que se haya conocido hasta entonces en nuestra historia republicana.

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