Jaque mate
Con elecciones a la vista, y partidas políticas simultáneas, su preparación estratégica será clave. ¿Saben nuestros líderes algo sobre ajedrez?

En el juego de ajedrez, un jaque es una amenaza inmediata de capturar al rey del contrario. Se dice que un rey amenazado de este modo se encuentra en jaque. El jugador que da el jaque debe avisarlo a su rival.

La amenaza puede evadirse, con alguno de los siguientes movimientos: 1° moviendo el rey a una casilla no amenazada, 2° capturando al atacante y 3° interponiendo una pieza entre la pieza atacante y el rey (excepto si la pieza es un caballo). Si ninguna de estas tres opciones fueran posibles, entonces se trata de un jaque mate.

La expresión procede del persa (shâh mâta), que significa ‘el rey está atrapado’; si esta situación es imposible evitarla mediante un movimiento legal, el jugador que consiga poner al rey adversario en jaque mate habrá ganado la partida.

El juego del ajedrez está considerado por el Comité Olímpico Internacional como un deporte, en el que los jugadores compiten en diferentes torneos; las Olimpíadas de Ajedrez son, por ejemplo, uno de los más importantes torneos que se celebran en el mundo, compitiendo los países tanto por equipos como en individuales.

A lo largo de la historia, las alusiones a la política, el gobierno, la guerra y la estrategia han utilizado frecuentemente la referencia ajedrecística como símil. Pienso que no debe ser casualidad que casi todos los grandes políticos y dirigentes mundiales han sido, o son, aficionados al ajedrez. Por comodidad me voy a referir a políticos norteamericanos, ya que están perfectamente identificados como practicantes de la gimnasia mental que al parecer aporta este deporte.

George Washington, el primer presidente de EEUU, al parecer amaba el ajedrez y, según dicen que dijo, empleó alguna estrategia jugando ajedrez que le ayudó indirectamente, en 1776, a ganar dos importantes batallas. Debido a tal estrategia, fuerzas revolucionarias capturaron a los dos ejércitos principales de combate británicos en la batalla de Saratoga y en la de Yorktown. Además del Padre de la Patria gringa otros 23, más de la mitad de los 45 presidentes norteamericanos, se sabe que han jugado al ajedrez, supongo que con desigual maestría.

Casualidad o no, sucede que en el más reciente estudio sobre los presidentes estadounidenses mejor recordados en la colectividad por sus logros, de entre los diez más valorados, los ocho primeros jugaban activamente al ajedrez. Son, en este orden, Abraham Lincoln, George Washington, Franklin D. Roosevelt, Theodore Roosevelt, Harry S. Truman, John F. Kennedy, Thomas Jefferson, Dwight D. Eisenhower y Woodrow Wilson. El noveno y el décimo de la lista, Reagan y Johnson, no lo practicaban.

Verdad que es sólo una estadística. De hecho, jugar al ajedrez no implica ser buen presidente, aunque como dato histórico no deja de ser relevante que tantos políticos importantes hayan sido aficionados. El ajedrez se ha relacionado siempre con la mejora entre las estrategias y tácticas del juego comparándolas con las estrategias para todo tipo de combates (políticos, empresariales, sociales o bélicos) constantes en el oficio de gobernar.

John F. Kennedy, en plena guerra fría, al principio de la era espacial dijo que “EEUU jugaba al póquer mientras la URSS jugaba al ajedrez”. Benjamín Franklin escribió incluso un ensayo sobre la moral de ajedrez en 1779: “La vida es una especie de ajedrez… El juego está tan lleno de acontecimientos que uno mismo se impulsa a jugar la partida hasta que en la última jugada pones la esperanza en la victoria gracias a tus propias capacidades”. Las enseñanzas del ajedrez son hondas y fecundas, su certera aplicación a lo cotidiano suele ser creativa e inspiradora, de lo contrario puede resultar en un desastre.

Con elecciones a la vista, y partidas políticas simultáneas, su preparación estratégica será clave. ¿Saben nuestros líderes algo sobre ajedrez? En el juego hay que sacrificar o cambiar piezas para conseguir una posición ganadora. En la política, también.

La frialdad, la paciencia, la preparación, la astucia y el cálculo son determinantes cuando el tiempo de la partida se acaba. Lo más importante es conseguir que cada pieza tenga una misión. Se trata de un juego colectivo, aunque haya reyes y reinas, y en la suerte de la partida está su supervivencia. Es cuando las piezas perdidas, son más necesarias para defenderse

Este socialismo del siglo XXI, parece que ha desperdiciado casi todas sus piezas, incluso los peones y no le queda casi nada; el material restante no son piezas para intercambiar, son de sacrificio. El régimen está en jaque y si sacrifica algo, aunque presiento que no están por la labor, podría llevarle directamente al jaque mate.

Bobby Fisher, Campeón del Mundo de ajedrez por antonomasia, de 1972 a 1975, título ganado en “El duelo del siglo” contra Boris Spassky, dijo: “El ajedrez es una guerra en un tablero y hay que saber detectar y alejar el peligro veinte jugadas antes de que este surja, como hacía el gran Maestro Petrosian”.

En este contexto, aunque estos del siglo XXI creo que leen poco, valdría la pena que repasaran a los grandes maestros, como Anatoly Karpov, ex campeón del mundo de ajedrez que decía: “la amenaza de la derrota es más terrible que la derrota misma” (sic), una sabia sentencia, aquí la sensación es de que hay líderes que ya están paralizados por la amenaza de la derrota, tanto que ni siquiera deben están considerando pedir tablas.

Fisher y Spassky, los de “el duelo del siglo” no tendrían duda de que aquí hay un jaque.

 

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