Dunkerque 1
en el nuevo film de Christopher Nolan no hay grandes batallas ni héroes estereotipados.

Lo mas fácil serí­a decir que Dunkerque es una película de guerra. Obvio. Pero es mucho más que eso. El nuevo film de Christopher Nolan se establece como una acertada comprensión de la supervivencia, como una forma de entender lo que los seres humanos somos capaces de hacer en circunstancias adversas, más allá del patriotismo y de la conciencia nacional. Circunstancias extraordinarias, si se quiere, que motivan conductas desesperadas o perfectamente lógicas. A través de un puñado de personajes se revelan las angustias de más de 300 mil soldados británicos atrapados en una playa francesa, frente a la costa de Inglaterra, en 1940, tratando de escapar de las tropas nazis que avanzan implacables. Este es el punto de partida de una de las mejores pelí­culas de los últimos tiempos.

El realizador británico se fundamentó en situaciones dramáticas ubicadas en tres frentes —tierra, mar y aire— en tres periodos de tiempo distintos pero afines. En tierra transcurre una semana para un grupo de jóvenes soldados varados en el muelle de Dunquerke, en espera de un buque que los rescate y los lleve a Dover, es decir, esperan un milagro. El alto mando británico sabe que la invasión alemana a Reino Unido es inminente y administra el uso de su Armada. Esta es la primera lí­nea narrativa. Una segunda corriente dramática se desarrolla en el mar —durante un dí­a— alrededor de un muchacho, su padre y un joven amigo quienes conducen un bote familiar que se ha sumado a otras numerosas naves civiles para cruzar el canal y ayudar a rescatar los soldados. La tercera línea narrativa —en el aire— observa una hora en la vida de un piloto encargado de derribar a los aviones alemanes antes de que ataquen a las tropas que esperan ser rescatadas. Con este montaje multitemporal y muy pocos diálogos, Nolan genera una sensació³n de asfixia en el espectador, de tensión permanente en torno a una emoción tan determinante como el miedo a morir.

Nunca vemos un personaje nazi. Todos son británicos salvo un francés circunstancial. Dunkerque desarrolla un conflicto interno entre los soldados y su entorno bélico, por un lado, y las actitudes de quienes van a su rescate, ya sea por mar o aire. No hay grandes batallas ni héroes estereotipados. Nolan altera los tiempos de una manera muy atinada y desata la incertidumbre de sus personajes hacia una resolución casi imposible. Aunque con temas muy distintos, su nuevo film nos remite a la angustia del hombre que no puede recordar en Memento (2001), o al juego de la verdad y la mentira en El origen (Inception, 2010), o a la continuidad entre tiempo y espacio en Interestelar (2014), obras muy diferentes pero observadas con la misma mirada incisiva. Incluso esa forma de observar y narrar se encuentra en su trilogí­a sobre Batman.

El director londinense de 47 años trabaja la angustia del miedo pero también la solidaridad y el deber. La pelí­cula abre con un soldado que busca desesperado la manera de escapar de la playa, a través de cualquier medio. Sabe que no le corresponde embarcarse pero trampea abiertamente para hacerlo. En Inglaterra, un hombre prepara su barco junto a los muchachos para zarpar en pos de los soldados de su patria. Y en el aire un piloto persigue y abate a los cazas alemanes que bombardean a las tropas y los barcos de rescate. No constituyen precisamente el estereotipo de los héroes de las guerras cinematográficas. Si bien el primero asume su deber de sobrevivir, los otros hacen lo propio con su deber de salvar a esos soldados. Un juego de emociones muy bien narrado.

Nolan vuelve a trabajar con su equipo habitual, es decir, con la dramática fotografí­a de Hoyte Van Hoytema, el incansable montaje de Lee Smith, la muy precisa dirección de arte de Nathan Crowley y, sobre todo, con la intensa partitura de Hans Zimmer. Construye un verdadero edificio fí­lmico, grande y só³lido. Una clase magistral de gran cine.

No contó con grandes estrellas sino con excelente actores. El único famoso es Kenneth Brannagh. De resto se trata de intérpretes poco conocidos, pero muy efectivos a la hora de comunicar sus emociones. Tom Hardy, por ejemplo, la mayor parte del tiempo tiene el rostro cubierto con su máscara de aviador y su actuación es muy convincente. Todo el elenco expresa el acoso del enemigo y el horror de no regresar a casa.

Cine muy masculino —solo aparecen dos enfermeras— guarda la solemnidad de las grandes operaciones militares. Lo más interesante es que aborda esa solemnidad desde la perspectiva de los derrotados, de quienes tienen que huir para salvar la vida, de quienes sienten vergüenza por no haber cumplido con la misión de vencer sobre los enemigos. En la filmografí­a de Nolan, Dunkerque surge como una pelí­cula más sencilla que Memento o Interestelar, por ejemplo, pero al mismo tiempo es más compleja desde el punto de vista de las emociones básicas. De lo mejor que he visto este año.

Dunkerque (Dunkirk), Reino Unido, Holanda, Francia y EEUU, 2017. Dirección y guion: Christopher Nolan. Producción: Christopher Nolan y Emma Thomas. Fotografía: Hoyte Van Hoytema. Montaje: Lee Smith. Música: Hans Zimmer. Director de Arte: Nathan Crowley. Elenco: Fionn Whitehead, Tom Hardy, Mark Rylance, Kenneth Branagh, Jack Lowden, Aneurin Barnard, Cillian Murphy, James D’Arcy, Harry Styles, Barry Keoghan,Tom Glynn-Carney, Bradley Hall, Damien Bonnard. Distribución: Cinematográfica Blancica.

 

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