Che Guevara
Che Guevara: “El verdadero revolucionario debe convertirse en una máquina fría, selectiva de matar”.

Especial para Ideas de Babel. El fascismo de derecha o de izquierda sabe muy bien lo que hace. La ignorancia no priva en él. El militarismo lo sustenta como un cartel de la droga.

Eso último es el ingrediente inédito de su nueva expresión continental. Es una trama tejida en los laboratorios perversos del sistema, pero también una estructura fraguada en el ingenio de mafias y hampones. El fascismo ha sido progresivamente instalado en un país que entró en el siglo XXI, con estupor al reconocer que ese mal que creía había desaparecido de la faz de la tierra, había llegado a su territorio y tomado al Estado dominado así  por una dictadura totalitaria y extranjera, entrenada para la invasión, el coloniaje y el sofisticado arte del saqueo y la destrucción de sus instituciones democráticas, a través del desmontaje de una parte de la conciencia civil de sus ciudadanos y sus partidos políticos, hasta implementar el crimen selectivo y en masa de los mismos. Como ocurre actualmente. La escasez de alimentos, la ausencia de medicinas o insumos médicos para tratamientos terminales o operaciones de alta cirugía, es una manera de matar a través del hambre, la enfermedad o la depresión que se dispara cuando la impotencia ahoga al ser en el sin sentido. Porque fue principio de uno de sus adalides de la revolución continental, el Che Guevara: “El verdadero revolucionario debe convertirse en una máquina fría, selectiva de matar”.

La diplomacia y los servicios de inteligencia son dos de sus instrumentales que le han rendido grandes dividendos a la dictadura cubana, que ante el mundo luce como pobre y miserable. Cercada económicamente, es su pregón para justificar cualquier insania. Con la diplomacia y sus servicios de inteligencia, ha intervenido y desactivado la capacidad política de las instancias internacionales, obligadas a defender la democracia en el hemisferio y el mundo. Así ha sobrevivido en medio del mar Caribe, rodeada de tiburones que se alimentan con los cuerpos de aquellos desesperados, que se lanzan al mar buscando escapar del infierno rojo que los huracanes o los halcones del Pentágono, aún no han podido destruir. Es más, han tenido la capacidad abismal de penetrar la estructura de la CIA y escalar en grados de cargos de confidencialidad operacional, en el universo de la inteligencia norteamericana. Nadie lo puede creer. Pero así es la certeza maquiavélica.

Sin embargo, es la Corea del Norte del Mar Caribe. Lo único que le falta, y desconocemos con aprensión, es que con la ayuda de Corea del Norte y Rusia en pleno expansionismo, consolide el deseo de convertirse en potencia atómica. África con sus diamantes fue la primera víctima de esta dictadura de ese heredero de Adolfo Hitler y Joseph Stalin: Fidel Castro. Ansioso de divisas, abrió sus aeropuertos de su isla para el tráfico de la droga hacia los Estados Unidos. Próximo a su vejez, provocó en Venezuela una protesta nunca antes vista: el Caracazo. Peldaño que propició después un golpe de Estado por un teniente coronel, díscolo y delirante, quien se creía poseído por Simón Bolívar y quien encontró en Fidel Castro, el padre que nunca había tenido. A cambio de eso, el teniente coronel le entregó a su país con un beso cuando levantó vuelo hacia su Olimpo.

Hoy en día, en Venezuela, las avenidas y las calles ya son ríos de sangre que todavía no encuentran un delta donde desembocar hacia anhelada inmensidad. La sangre de los Libertarios que con su valentía nada ni nadie podrá contener, a pesar de sus desventajas en el combate. Desarmados y desamparados se enfrentan a un enemigo armado y con un poder de fuego brutal que los rebasa y los mata como a corderos. En Venezuela, todos los día se sacrifica un ángel. Demasiado heroísmo para una juventud tan temprana. Sin embargo, desde varios puertos petroleros de Venezuela siguen saliendo, hacia la dictadura cubana, buques cargados del preciado oro negro, y jamás les ha ocurrido nada en las  aguas profundas del Caribe. Los más brillantes hackers de nuestra oposición no se atreven a entrar al sistema informático de la inteligencia cubana. Cosa que sí hizo Alan Turing con la máquina de cifrado Enigma alemana, en la Segunda Guerra Mundial, para que los aliados pudieran ganar la guerra. La pericia silente de los hombres ranas no han bajado a las profundidades del lecho marino a cortar el cable por donde fluye la información gruesa de ambas dictaduras. Ningún venezolano ha tenido el sueño. o la pesadilla vívida, de introducirse de manera escurridiza, en el Palacio de la Revolución de Cuba, y ejecutar lo que su impotencia real no le permite. Pero uno no se explica qué hacen los militares que están en el exilio.

Basta leer el lúcido y extenso ensayo de Hannah Arendt, Los orígenes del totalitarismo, para comprender en profundidad el mal que nos acosa y devora. Porque el riesgo más grande que nos amenaza también es convertirnos en víctimas propiciatorias a través de un ciego pacifismo que nos lleve en el ralentizar del tiempo, hasta convertirlo en un infinito que crea más incertidumbre, y terminemos en el martirologio impotente. Para evitar eso, habría que reinventar nuevas tácticas y estrategias políticas, que terminen por refundar a la propia política y la capacidad e imaginación de sus líderes que la representan. Ya no estamos en el siglo XX. El enemigo es demasiado poderoso en lo interno y en lo externo, para poder vencerlo con paradigmas anacrónicos. No olvidemos, esta es una dictadura inédita a la que hay que derrumbar, también, de manera inédita.

@edilio_p

 

 

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