Escribir este mensaje a todos los venezolanos â€â€Ây en especial a los jóvenes que arriesgan sus vidas diariamente en las calles de Venezuela nace del dolor y la angustia ante los trágicos sucesos que están agobiando a mi paÃÂÂs.
Además, quiero manifestar la admiración por la decidida actitud que les ha llevado a enfrentar a un régimen construido sobre un modelo agotado y obsoleto que se ha empeñado en destruir los valores humanos que son la única garantÃÂÂa para construir una sociedad basada en la dignidad, el progreso y la justicia social. También quiero decirles que están viviendo una oportunidad única, la de cambiar su propio destino y el del paÃÂÂs.
Si mi esfuerzo en la vida para lograr ganar un lugar en el mundo del arte pueden servirles de referencia, les digo que eso lo logré gracias a realizarlo en un contexto de plena libertad, y la libertad solo se logra en democracia. Una libertad sin prejuicios ni dogmas. Considero que esto último es la condición necesaria para poder abordar seriamente la crisis de modelos que afrontamos en Venezuela en el presente.
Durante el régimen de terror que instauró la dictadura militar de Pérez Jiménez, que me tocó vivir y padecer, era sabido que la gente, en especial los opositores detenidos por la Seguridad Nacional, padecÃÂÂan torturas y en muchos casos desaparecÃÂÂan sin dejar rastros. Yo me fui de Venezuela porque eso era una situación humillante, allàno habÃÂÂa lugar para la cultura ni el arte. El objetivo de un militar es destruir o demoler al enemigo. Al contrario, el arte es generoso, un artista sirve para enriquecer el espÃÂÂritu de sus semejantes. El arte en todas sus manifestaciones, la poesÃÂÂa, la literatura, la música, la danza, el teatro, la pintura, todos esos son nutrientes para el espÃÂÂritu de un pueblo.
Fueron los mismos militares junto a la resistencia civil organizada los que derrocaron al dictador, instalando en Venezuela una junta de gobierno que propició el retorno a la democracia, las elecciones y el pacto de Punto Fijo. Este último fue un acuerdo unánime de los partidos polÃÂÂticos para lograr la gobernanza, aunque algunos lo utilizaron para repartirse la riqueza en lugar de administrarla. También les digo que he sido testigo de la transformación del concepto de ‘paÃÂÂs’ y de ‘patria’ en un lugar para el usufructo y el despojo para beneficio de unos cuantos.
Sin embargo, con la democracia y durante 40 años, el paÃÂÂs vivió una dinámica actividad cultural sin precedentes: los grandes museos, los festivales teatrales y el movimiento musical, entre otros, fueron motivo de reseñas culturales en todo el continente. Solo se nombraban dos ciudades relevantes en la cultura: Nueva York y Caracas. Después vino la ‘Revolución’, que es una palabra arcaica, del siglo XVIII. Esa palabra hoy no tiene sentido, carece de significante. Vivimos el comienzo de una nueva civilización, de nuevos paradigmas, no de una revolución. La llamada ‘revolución’ acabó con todo lo que se habÃÂÂa construido en democracia.
Pienso que los conceptos polÃÂÂticos son propósitos para regular, equilibrar el justo desarrollo, evolución y progreso de la sociedad. A veces esos conceptos toman un giro cuasi religioso, convirtiéndose en doctrinas con sus inevitables dogmas. Conducir la economÃÂÂa de un pueblo basándose en un dogma, es contradictorio porque un dogma no es necesariamente una verdad ni corresponde al comportamiento de la sociedad. El dogma es una creencia, un supuesto que pretende volver estático e inamovible el pensar y el sentir del individuo que está en una continua evolución.
En Venezuela, ha sido trágico para el paÃÂÂs que los desposeÃÂÂdos de “entendimiento y razónâ€ÂÂ, como dice la tonada margariteña, hayan tomado el poder, procediendo a la destrucción de las instituciones democráticas que son la garantÃÂÂa de la libertad y el progreso humano. El ignorante promueve la ignorancia, sin darse cuenta de que está provocando el aislamiento y la destrucción de su propio paÃÂÂs y que al final, conllevará irremediablemente a su propia destrucción. Digo esto como artista, ya que el arte no tiene ideologÃÂÂa. Si el arte fuese una ideologÃÂÂa impregnada de fanatismo, necesitarÃÂÂa aplastar, encarcelar, torturar o matar a sus enemigos para hacerse entender. Ningún artista mata a otro porque no le guste su discurso. Pero vemos que no sucede asàen la polÃÂÂtica en esta hora aciaga que vive Venezuela.
A esto se suma la dificultad de los lÃÂÂderes, de los baquianos, para ayudar a encontrar el camino, asàcomo la falta de motivación del ciudadano para consigo mismo, que le permita superarse y borrar de su mente la idea de que es más fácil ser limosnero. Cada quien tiene que pensar en ser autónomo, autosuficiente y generar riqueza para sày para los demás. A los jóvenes los animo a que se planteen estos objetivos. Hay mucha gente pensante, inteligente en nuestro paÃÂÂs, por eso tengo la esperanza que un cambio definitivo se aproxima. Es una certeza, de allàla motivación para compartir estas reflexiones.
En lo personal creo en la necesidad de una educación que sirva para razonar, crear e inventar una nueva organización social y económica de la sociedad y sacudirse de las religiones polÃÂÂticas obsoletas, contribuir a desacralizar todo aquello que ha producido falsas creencias y mitos que tanto daño nos han ocasionado.
De no plantearnos con urgencia un cambio en las percepciones y conceptos que nos conduzcan a una nueva manera de ver el paÃÂÂs, las consecuencias serán dramáticas. He visto con dolor la diáspora de jóvenes talentos que han salido del paÃÂÂs y las fotografÃÂÂas de sus partidas sobre mi obra en el aeropuerto de MaiquetÃÂÂa. Solo espero que ésta sea un motivo de reencuentro en un futuro cercano.
Los valores democráticos y éticos de los jóvenes venezolanos de hoy en dÃÂÂa contrastan con los de quienes han administrado el poder en los últimos cincuenta años y más aún con los que han gobernado en los últimos dieciocho años. Con base en esos valores, los invito a reflexionar sobre los nuevos paradigmas que es necesario crear ante el modelo ya agotado que vive nuestro querido paÃÂÂs y evitar asàla repetición de episodios lamentables en el futuro.
A mis 94 años, les digo con sinceridad que les ha tocado vivir una época extraordinaria porque todo está obsoleto y hay que inventarlo de nuevo, hay que inventar un nuevo lenguaje polÃÂÂtico que hable de democracia, de valores éticos, de libertad, progreso y justicia social, hay que inventar la educación y crear un paÃÂÂs de emprendedores, artistas e inventores, un paÃÂÂs digno y soberano en el contexto global, en fin, en Venezuela hay que inventarlo todo ¡Qué maravilla!
Ciudad de Panamá,  abril de 2017.