Lionel Messi
El rosarino es el mejor jugador de fútbol del mundo.

El domingo 23 de abril aquellos a los que nos gusta el fútbol nos dimos banquete con el trepidante clásico que disputaron el Real Madrid y el FC Barcelona y que ganaron los culés debido a que en su equipo cuentan con el mejor jugador del mundo y uno de los tres mejores de la historia: Lionel Andrés Messi.

El partido lo tuvo todo, pudo caer de cualquier lado, ya que ambos equipos se entregaron decididamente a ganarlo, a expensas de cualquier otro tipo de miramientos. De hecho, el Real Madrid, con un hombre menos, después de lograr el 2 a 2 a cinco minutos del final que, prácticamente, le aseguraba el título de liga, en lugar de cuidar el resultado se lanzó denodadamente por la victoria, pero una genialidad de Messi, tras una extraordinaria jugada colectiva de los azulgranas los hizo morder el polvo. Hacía seis clásicos que el rosarino no veía puerta, concretamente desde el 23 de marzo de 2014, cuando marcó un hat trick que le valió la victoria al Barcelona por 3 a 4.

Pocas veces se ha visto una exhibición del tal calibre como la del domingo de Messi, en un abarrotado Santiago Bernabéu con 81.044 espectadores. Desde que tocó el primer balón y arrancóencarando a Casemiro —que lo paró con falta que le valió la tarjeta amarilla— demostró lo que sería el devenir del partido, en el que llevó a maltraer al brasileño, quien debió ser expulsado por el colegiado canario Hernández Hernández en el minuto 45.

Fue tal su superioridad que al inicio del choque, recibió un codazo accidental de Marcelo que le rompió la boca y durante gran parte de la primera mitad tuvo que portar una gasa en su boca con la cual detener el sangrado, lo cual le imprimió el toque de épica que le faltaba a este formidable partido. Es más, cuando marcó el empate a uno lo hizo con el apósito en la mano en una muestra clara que estamos ante la presencia de un auténtico elegido, un superhéroe real de este deporte tan hermoso que es el fútbol.

La jugada con la que logró el 1 a 1 fue majestuosa. Recibió el balón desde la derecha de Rakitic, Suárez hizo una maniobra con su cuerpo para habilitarlo, utilizó con habilidad su cuerpo para ganarle la posición a Modric y ya dentro del área regateó a Carvajal (que todavía lo debe estar buscando) para batir con su zurda de oro a Keylor Navas.

El partido tuvo tantos momentos fulgurantes que cuesta resumirlos. Destacaron los porteros de ambos equipos en el devenir del mismo. Ter Stegen hizo cinco paradas de mérito que evitó que el Madrid sentenciara la liga, deteniéndole disparos a Cristiano, Modric, Kroos, Benzema (una parada con el pie, digna de un arquero de balonmano) y Asensio. Sacó su mano izquierda para ahogarle el grito al joven mallorquín que, a los 35 minutos del primer tiempo, tuvo que sustituir a Gareth Bale, dada la apuesta errónea de Zidane en alinearle. Esto a pesar de los innumerables problemas musculares que le han acechado esta temporada y a que el marsellés tiene un banquillo repleto de jugadores dispuestos a suplir al galés con extraordinarias garantías, como lo son Isco, James o el mencionado Marco Asensio.

También tuvo una destacadísima actuación el portero costarricense Keylor Navas, quien se redimió de las críticas que le han perseguido esta temporada al realizar paradas meritorias a Alcácer, Piqué, en dos ocasiones, un espectacular testarazo a la salida de un córner (minuto 58) y en un mano a mano en el minuto 81, a Messi (minuto 69) y a Suárez (minuto 68), tras una sublime habilitación de Andrés Iniesta con el exterior de su pie derecho.

El gran damnificado de este clásico fue el director técnico merengue Zinedine Zidane, el cual quedó retratado como un entrenador carentes de ideas (algunos cronistas en España lo denominan “el alineador”), que apuesta siempre por el tridente de ataque que forma la llamada BBC (Bale, Benzema y Cristiano), aunque no estén en condiciones de disputar un partido de tan alta envergadura —como le sucedió a Bale el domingo— y que cuando las cosas vienen mal dadas apuesta a su infinita y casi inagotable suerte, también llamada flor.

Sin embargo, la suerte le fue esquiva al marsellés el pasado domingo 23 de abril, quizás por aquello que ese era un día grande en Cataluña, Sant Jordi (San Jorge), el patrono de esa comunidad autónoma y los dioses quisieron que su representante en el área del fútbol, Sant Messi (San Messi) los representara.

La última jugada del partido con esa enorme cabalgada de Sergi Roberto y la jugada trenzada por André Gomes y Jordi Alba, que cedió atrás para que la pulga cósmica —ese rosarino tocado por la magia celestial en sus botines— definiera con precisión de cirujano y le diera los tres puntos a su equipo, enchufándolo nuevamente a la lucha por el campeonato de liga.

El argentino con su doblete llegó a 500 goles con la camiseta del Barça en 577 partidos, para un asombroso 0,87 por partido, 23 en 32 clásicos (16 de ellos en feudo merengue, para un total de 69,56%) y 12 asistencias, siendo el mayor goleador en la historia de estos duelos, donde además provocó la expulsión de Sergio Ramos en el minuto 77. Quinta expulsión para el de Camas en estos partidos. Se hace menester analizar el error del central sevillano al entrarle con excesiva dureza a Messi para después enzarzarse en una absurda discusión con el central azulgrana Gerard Piqué. Dos extraordinarios futbolistas pero que en muchas ocasiones pecan de un excesivo protagonismo fuera de los terrenos de juego. Parecen seducidos por la fama que rodea a sus actuales parejas, la presentadora española Pilar Rubio y Shakira, respectivamente, que los hace caer en el mismo error —la charlatanería— que oscurece sus excelsas carreras deportivas.

La celebración del gol de Messi para darle la victoria a su Barça en el minuto 92 —la zona donde en los últimos años el Real Madrid y propiamente Sergio Ramos ha afianzado su lugar en la mitología merengue— fue el colofón perfecto de un partido maravilloso. El hombre que durante el primer tiempo jugó con una gasa para cerrar el sangrado de su boca, se despojó de su dorsal número 10 para mostrarlo a una parte de la grada del Bernabéu en una clara exposición que es el auténtico amo y señor de este deporte. Si a alguien le quedaba alguna duda que el rosarino es el mejor jugador de fútbol del mundo, lo invito a dejar un lado la pasión por los colores, rebobinar el partido y volver a darse banquete con este recital de un jugador que cuando no esté lo echaremos mucho en falta.

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