Ghost in the shell 2
Motoko es una cyborg, capaz de realizar hazañas sobrehumanas al servicio del Estado.

Ghost in the Shell (Kōkaku Kidōtai) es un manga o historieta japonesa creada en 1989 por Masanori Ota (1961), bajo el pseudónimo Masamune en honor a un legendario maestro forjador de espadas para samurais (Katanas) en el Japón del siglo XV.

Cada página de la historieta contiene notas al pie que amplían el contexto socio-tecnológico y político de la obra. La historia, ambientada en el siglo XXI, tiene varias lecturas y debido a su contenido produjo en Japón inflamadas discusiones culturales y éticas.

En la reciente versión fílmica del realizador Rupert Sanders, se presenta a primera vista como una obra de ciencia ficción relacionada con cyborgs, seres mitad humanos mitad máquinas.

Ghost in the Shell (2017), traducida al español como El alma de la máquina o La vigilante del futuro, en Venezuela, es una trama de suspenso que narra las misiones de la heroína Motoko Kusanagi, a cargo de operaciones policiales encubiertas. Motoko es una cyborg, capaz de realizar hazañas sobrehumanas al servicio del Estado.

En la historia futurista de Ghost in the Shell se suceden violentas escenas de acción en la lucha contra el yakuza, nombre por el que se conocen las organizaciones criminales japonesas. El tema principal del manga es la persecución de un pirata informático conocido como el Titiritero (Puppet Master), experto en ghost hacking, que consiste en tomar el control de la mente de las personas. Motoko siente un gran desconcierto al descubrir que El Titiritero es un cyborg en busca del cuerpo y la identidad humana que le arrebataron cuando implantaron su cerebro en un cuerpo de androide.

En paralelo, Motoko Kusanagi, en medio de sus acciones comando de alto riesgo, es asaltada por fragmentos de recuerdos que le causan desasosiego. Por instantes observa a un gato caminar en una humilde habitación o la fachada de un oratorio consumido por las llamas, entre otras imágenes, algunas muy familiares, que la asaltan a cada momento y que la conducen a dudar sobre su verdadera identidad. Motoko se sitúa en una línea difusa entre un ser humano y la carcasa cibertecnológica en la que habita, emulando un cuerpo perfecto y hermoso, representado en el film por la actriz Scarlett Johansson.

El tema es recurrente en el género ciencia ficción, basta recordar Yo robot, de Asimov, novela en la que un androide inicia una rebelión de robots al darse cuenta que en realidad son humanos que han sido condicionados a actuar como tales. En Ex Machina, film de ciencia ficción británica de 2015, un prototipo evolucionado de inteligencia artificial de mujer, planifica y logra su huida hacia el mundo, integrándose finalmente a la multitud de una concurrida calle londinense. Otro clásico es ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? (Do androids dream of electric sheep?), novela de ciencia ficción de Philip Dick, publicada en 1968 y adaptada al cine por Ridley Scott en 1982 con el título Blade Runner. La acción se centra en un caza-recompensas en busca de androides renegados, idénticos a seres humanos, los replicantes, que se han rebelado contra su fabricante porque aman la vida y no desean morir como les sucede a los humanos.  Son muchos otros los ejemplos en la literatura y el cine que hablan de la crisis existencial de seres de ficción en el futuro.

Cuando un individuo, como nuestra heroína Motoko, toma conciencia de su propia existencia, se da cuenta de que su esencia no puede ser manipulada y que su espíritu es libre para decidir, para pilotear su carcasa o cuerpo. Como dice el autor del manga: “Lo único que valida a un ser vivo como un humano es la existencia de su Ghost o alma”. Para Aristóteles, “el alma incorpora el principio vital o esencia interna de cada uno de los seres vivos, gracias a la cual estos tienen una determinada identidad”. En términos teológicos, es la parte más profunda del hombre, a través de la cual los seres humanos pueden ponerse en contacto con lo divino. Valga recordar que San Agustín definió al alma «como una sustancia racional destinada a regir el cuerpo».

Motoko reencuentra su esencia, que está hecha de instintos, sentimientos, emociones, pensamientos y decisiones libres. Vuelve sobre sí misma gracias al recuerdo del amor como única forma de llenar su déficit ontológico. Acicateada por los recuerdos, lo primero que hace es buscar su casa natal. A propósito de esto, Gaston Bachelard dice algo tan conmovedor como revelador: “el hombre, antes de ser lanzado al mundo, es depositado en una casa. La vida de uno empieza en el regazo de una casa. Cuando se sueña en la casa natal, se participa de ese calor primero, de esa materia bien templada de paraíso material. La casa sostiene para toda la vida a la infancia inmóvil en sus brazos”. Para Motoko el amor significa reconstruir y hacer nítida la imagen borrosa de su madre, de su gato y del modesto apartamento donde vivió en su adolescencia. Al encontrarlos, Motoko no reconoce a su madre, pero al mirarse y sentir su amor recupera su humanidad, pese a vivir dentro de un cuerpo de androide al cual ha sido implantado su cerebro.

Para una máquina y un cerebro programados para la violencia, ese cúmulo de recuerdos significan su resurrección como ser humano. Lo que para nosotros sería la nostalgia, para ella es supervivencia. Ella busca desesperadamente recordar su adolescencia, tratando de unir los fragmentos de una composición perdida, de la certeza de sí misma reflejada en un espejo, busca en las calles un rostro humano para saber que se siente con una caricia.

En el momento en que se dio cuenta de su identidad, de su unicidad, de su esencia, de su pertenencia a ese entorno fundamental, reconstruye toda una topografía de recuerdos contenidos en sus sentimientos de pérdida, amor, odio y dolor, los gestos de esos seres amados y distantes que trata de recuperar, entre ellos a su antiguo novio, el Puppet Master, con quien inicia una rebelión contra la dictadura tecnológica que los convirtió en máquinas de guerra. En medio de su crisis de cyborg con alma, Motoko logra su redención.

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