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Todavía puedes salvar tu pellejo…

—Fíjate, por ser como soy, socialista y verdadero patriota bolivariano, te doy la última oportunidad de salvarte.

—Me extraña tu oferta, pues la decisión ya fue firmada por un doble jurado oficial, funciona desde tu comando en La Habana y se cumple aquí.

—Esas son cobas de la oligarquía. Dadas las circunstancias, te queda una oportunidad más. Porque han venido con el desinteresado intento de cambiar el veredicto, instituciones de mucha fama respetadas en algunos países, entre los cuales figura el nuestro y puedes darte otro chance si accedes a las condiciones nuevas. Todavía puedes salvar tu pellejo…

—¿Cuáles serían esas opciones?

—Que retires todas tus quejas y peticiones, no hagas marchas ni manifestaciones, te limites a permanecer el resto de tu vida tranquilo en tu casa, en tu mundo, en la zona de la ciudad que te corresponde ya marcada por nuestro alcalde, haciendo trabajos que te serán asignados para cumplir, con pelos y señales, sin derecho a réplica y mucho menos a reclamo de ninguna clase.

—Eso se llama esclavitud y yo nací libre en una sociedad con leyes que nos dan derechos y permiten a ti, a mí, a todos, convivir en paz si también cumplimos al pie de la letra con los deberes que esas mismas leyes disponen y no son esas que tú cambiaste.

—Se nota que eres medio gafo, ingenuo, pendejo, pues. Desde la escuelita primaria en mi pueblo y después en el cuartel, la casa del partido del pueblo y su comuna, nos enseñaron que las leyes se acatan pero no se cumplen. Mi comandante, el sabio Hugo Chávez, decía que la Constitución sirve para todo si se sabe usarla en cada ocasión como debe ser.

—Pero es que ese comandante tuyo y sus obedientes que mandan por las calles mataron a mi papá para quitarle su sueldo de la semana y a mi único primo para robarle el celular, nos dejaron sin empleo, pasamos el hambre hereje, en los hospitales no hay ni curitas de mercurocromo.

—Eso es porque una guerra económica dirigida por los gringos nos tiene así, vale, es que tú eres bruto, a lo mejor eres pitiyanqui, nunca has entendido lo que hace desde lejos el imperio porque no miras las cadenas de nuestro presidente, el hijo del  eterno. Por  culpa de esos gringos tuyos  no  alcanzan lo reales para hacer elecciones como tù quieres.

—Yo tengo todavía una casita en Catia pero se está cayendo, ¿dónde queda la tuya?

—Te podemos dar un apartamento del millón y pico que estamos por terminar y una platica mientras tanto pero ya sabes, chito, cállate, aguanta, silencio, es que no nos dejan cumplir con esa reclamadera de la derecha apátrida, de los pelucones. Bueno, decide de una vez, aquí no hay dictadura ni elecciones como ustedes piden sino revolución bonita y bien popular.

—Lo pensaré y te aviso.

—La decisión es tuya, se lo informo a los mediadores que esperan tu respuesta, después no digan que esto es una dictadura, que somos mentirosos, ladrones, narcotraficantes, delincuentes y todas esas monsergas del imperialismo.

Y cayó el telón.

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