Indignation
Desde el primer primer plano es evidente que Marcus es un muchacho perturbado.

La historia detrás de cualquier pieza creativa es el corazón que le da vida, bien sea una novela o película. Cuando se hace una adaptación al séptimo arte con una fuente viciada, el guionista no puede hacer milagros. Es como un árbol con raíces débiles, sin importar lo lindas que sean las hojas y gustosas las frutas, nunca será un árbol sólido.

Este es el caso de Indignation, un filme que parece tener potencial pero se queda con los clichés. No aporta ningún rasgo nuevo al proceso de hacer cine por la base de la que se origina. El único logro fue la cinematografía, por el poco conocido Christopher Blauvelt. Desafortunadamente no es un trabajo muy obvio o reconocido dentro del gremio, especialmente para el espectador promedio.

Indignation, de James Shamus, es la historia de Marcus Messner (Logan Lerman), un muchacho judío de clase trabajadora originario de Nueva Jersey que recibe una beca para estudiar en una universidad en un pequeño pueblo en Ohio en los años cincuenta en medio de la Guerra de Corea. Allí conoce a la elegante y misteriosa Olivia Hutton (Sarah Gadon), y reta al decano de la escuela (Tracy Letts). Ambos personajes cambian el curso de su vida. Está basado en la novela del mismo nombre de Phillip Roth.

Por las tomas se percibe que el filme trata de enfocarse en personajes. Hay énfasis en rostros con numerosos primeros planos. Trata de crear una atmósfera íntima donde las emociones proporcionen información que avancen la historia. Hay riqueza en los tonos de la fotografía, hay sombras suaves, contrario a luces fuertes. En algunos pocos momentos se puede ver la fuente directa de luz, pero en general es oscuro. Las caras nunca están completamente claras, siempre queda un rasgo facial sin iluminar. La coloración tiende a ser saturada, con el vestuario de Marcus en especial con una paleta de colores cálidos. Toda esta descripción sólida del look & feel es gracias a Blauvelt. Siendo el único logro de la película, pasa desapercibido para aquellos que no conocen lo crucial del trabajo del director de fotografía. La audiencia promedio subestima el efecto que un iluminador puede tener en un largometraje, más allá de la estética. Blauvelt hizo un buen trabajo rescatando una pieza fallida desde todos los otros puntos de vista.

Se siente como un thriller, donde cada escena genera aumento de tensión. Esta energía nunca se alivia con una escena impactante. No conlleva a ningún evento impresionante. Quedarán decepcionados por la falta de sorpresa. Es un largo muy genérico, desperdicia el potencial. El final es predecible desde la primera toma, nunca sale de la zona de confort de los clichés. El tono se asemeja a un thriller psicológico, pero no cumple la expectativas del género. El gran maestro fue Hitchcock, y en años recientes Dosis mortal de Steven Soderbergh (2013).

Desde el primer primer plano es evidente que Marcus es un muchacho perturbado. Más allá de ser creído e intelectual, demuestra comportamientos típicos de una enfermedad mental. Era una bomba de tiempo que iba a arruinar su vida, habiendo conocido a Olivia o no. Es parecido al Mark Zuckerberg de Jesse Eisenberg en Red social, donde cree ser mejor que los demás. Sólo que en Indignation, a Marcus le dan chances excesivos como si fuera una persona arrogante normal, en vez de la terapia y el tratamiento que necesita. Esta respuesta inapropiada lo hace todavía más molesto. Se pasa más de la mitad de la película con la cara sudorosa y desvariando. Parece que tiene fiebre y está a punto de desmayarse. Mi predicción de que Marcus vomitara sólo se volvió realidad en una oportunidad, cuando era más obvio.

Numerosos parlamentos fueron predecibles. Cuando puedes adivinar muchas cosas de un largometraje antes de que pasen, la experiencia pierde su magia. No tiene sentido ir al cine si no te sorprende en absoluto. Esto quiere decir que ha fallado por completo. Siempre puede ser novedosa la forma abordar una historia, incluso dentro de los parámetros más clásicos. Indignation fue una oportunidad perdida y un desperdicio de recursos, tiempo y dinero (tanto el filme como la novela). Si no es relevante al estrenarse, mucho menos lo será cuando pasen los años. El tiempo hace que las piezas mediocres caigan en el vacío del agujero negro comercial.

Hoy en día abundad los bestsellers que se ufanan de ser buenos sólo porque venden un cierto número de ejemplares. El aspecto comercial de una pieza no lo hace más valioso. Es más, muchas veces nos damos cuenta al analizar la base de estos bestsellers que son imitaciones diluidas de algo que ya hemos visto. Sólo hace falta un poco de lectura profunda para darse cuenta que es un refrito. La falta de originalidad sale a colación bastante rápido. Lo opuesto ocurre con una pieza auténtica (bien sea libro o película) que cada vez que se lee se descubre un significado más profundo que no se notó en ocasiones anteriores. El aprecio crece con el tiempo, siempre hay un matiz que descubrir en la creatividad infinita. Indignation de Phillip Roth es decepcionante desde el fondo. Es una catársis retorcida para el autor donde se basa en sus experiencias de vida y les agrega un final ficticio. Este es un rasgo común en la ‘literatura’ de Roth, el carácter autobiográfico.

En un mundo donde la palabra bestseller se usa a la ligera, la expresión pierde sentido. Es mejor tener una historia poco conocida con sustancia. Indignation cae en la caja de los monótono y comercial. Mucho ruido y pocas nueces. Un débil 1.5/5.

Vivian Russo

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