4 esquinas
Aunque no ganó ningún premio, en ‘4 esquinas’, de Jackson Gutiérrez, la realidad del barrio se hace patente asimismo por la capacidad del director de ir más allá de la influencia de la televisión y el cine nacional para captarla.

El palmarés del Festival del Cine Venezolano de Mérida fue un juicio pertinente sobre la situación actual y el rumbo que lleva el cine nacional. Los premios fueron concedidos en su totalidad a las únicas dos obras profesionales en competencia, con 12 para El malquerido (2015) —incluidos los galardones al mejor filme y al mejor director— y los demás para Amor cuesta arriba (2015), dirigida por Nelson Núñez, en los renglones en los que era imposible premiar la película Diego Rísquez: guion, actores principales, mejor ópera prima.

Fue significativa la derrota de la celebración demagógica de cifras récord del cine venezolano, alcanzadas mediante el estreno de filmes de género de calidad subestándar, como Redención (2015) o Muerte suspendida (2015), y de las políticas populistas que han forjado un ‘cine regional’ por la vía exprés, que debutó en el festival con Sonata del pajarillo (2015), Guerra de Vargas y Morillo (2016) y La gran pelea (2016). Lamentablemente, los organizadores aportaron dos títulos de pésimo nivel para abultar artificialmente también la selección oficial: El secreto de mi amigo Sebas (2016) y Suramericano (2016). Bastaba y sobraba con un máximo de 6 filmes en competencia, en vez de 10.

Otro problema de la demagogia que salió a flote en Mérida es la comprensible tendencia a botar al niño junto con el agua de la bañera, debido a la exasperante proliferación de películas sin razón alguna de ser. Este daño colateral recayó en 4 esquinas (2016), el séptimo filme que Jackson Gutiérrez presenta en el Festival del Cine Venezolano, cuyos problemas de sonido el cineasta de Petare atribuyó a defectos en el Blu-ray que tuvieron que hacer para poder exhibirlo.

Por lo que respecta a los demás ‘defectos’, esa es la estética del director. Gutiérrez retomó el estilo marginal de sus primeras obras en esta película sobre el basquetbolista Juan Manaure, aunque con la participación de actores destacados del cine y la televisión, como Elba Escobar y Laureano Olivares. Venía de un acercamiento al estándar profesional en el remake de Azotes de barrio (2012), escrito por Alejandro Hidalgo y codirigido por Carlos Daniel Malavé, y Complot (2013), presentadas hace tres años en el Festival de Mérida.

Una diferencia fundamental con respecto a los falsos cineastas del populismo es que Gutiérrez sabe utilizar la escala de planos para contextualizar a sus personajes en el ambiente. Eso no existe en La gran pelea, por ejemplo, cuyo ‘profesionalismo’ consiste en copiar la telenovela.

En 4 esquinas la realidad del barrio se hace patente asimismo por la capacidad del director de ir más allá de la influencia de la televisión y el cine nacional para captarla. Es lo que ocurre, por ejemplo, cuando se muestra una cancha tal como es, y no como se quisiera verla en la pantalla, con gente que juega como juega la gente, en vez de ejecutar una coreografía para la cámara. También en la escogencia de lugares que no tienen nada de especiales pero transmiten la sensación de estar en un ambiente desagradable, como cuando el protagonista es esposado y puesto en cuclillas por la policía contra un feo carro abandonado. Se trata de saber desnudar la pobreza, que no es lo mismo que hacer pornomiseria.

También es singularmente talentoso Jackson Gutiérrez para conseguir momentos de conmovedora verdad en las actuaciones, como en la escena en la que el padre de Juan va a pedir por su hijo ante el jefe de una banda, o en la firma del contrato del protagonista con Cocodrilos de Caracas. En este último caso se trata de una cita de Hermano (2010), pero a diferencia de la fría tensión dramática que se crea en el filme de Marcel Rasquin, cuando Gato le plantea una inesperada negociación al director técnico, en 4 esquinas hay pura y cristalina emoción: el actor, Mascioli Zapata, se lanza sobre el representante del club de básquet, y lo abraza con una intensidad tal que el tipo tiene que reacomodar la posición del escritorio cuando el futuro jugador sale de la oficina.

Eso no significa, sin embargo, que Jackson Gutiérrez sea un cineasta básicamente emocional e intuitivo. 4 esquinas, por el contrario, se destaca por la sutil inteligencia para lidiar con el discurso oficialista. Desde la perspectiva en contrapicado del barrio, el funicular que representa el ideal de inclusión del gobierno —el Metrocable— es un extraño aparato volador, tan ajeno a la realidad como la palabra que se lee en una de las cabinas: “Humanidad”. Dos bellas jovencitas que promueven la política de las ‘zonas de paz’ fueron introducidas como personajes en la película, pero la manera como una de ellas recita su discurso es un descarado sarcasmo que los oídos atentos percibirán.

En síntesis, si en el festival hubo pocos momentos de verdadero cine —la  recuperación de la arquitectura moderna venezolana en El malquerido fue uno  de ellos—, varios estuvieron en 4 esquinas, aunque no sea una película como las que decidió premiar el jurado. Tampoco parece ser un filme que vaya a funcionar en los cines. Hace falta crear un circuito para este tipo de obras.

Afortunadamente, como en todas las ediciones, hubo en Mérida un festival más interesante en las secciones paralelas. En el concurso estudiantil, que volvió a ganar la Escuela de Medios Audiovisuales de la ULA, se vio un cortometraje que pronto comenzará a destacarse en su recorrido por otros certámenes: Asfixia, dirigido por Lorena Colmenares. Es un filme que trata el terrible desastre en que se ha convertido Venezuela desde una perspectiva juvenil, intimista y femenina, con un destacado uso del sonido, la cámara subjetiva y el encuadre. A eso se añade el rechazo adrede de la coherencia en el relato, que se presenta así como una de varias versiones posibles de lo contado.

En otro programa de cortos llamó la atención Bákiro, que está entre los mejores filmes de animación hechos en el país. En la película de Miguel New convergen tres tradiciones de este cine: el tipo de musical que acuñó Walt Disney, la imaginación visual de Hayao Miyazaki y el humor loco de los Looney Toons. La versión presentada no es la definitiva, según el cineasta. Ojalá pronto esté lista para partir a la búsqueda de premios nacionales e internacionales.

Palmarés del XII Festival del Cine Venezolano

Mejor película

El malquerido

Mejor dirección

Diego Rísquez por El malquierido

Mejor guion

José Antonio Varela, José Luis Varela y Nelson Núñez por Amor cuesta arriba

Mejor actor principal

Jesús Nunes por Amor cuesta arriba

Mejor actriz principal

Vera Linares por Amor cuesta arriba

Mejor actriz de reparto

Samantha Castillo por El malquerido

Mejor actor de reparto

Augusto Nitti por Amor cuesta arriba

Mejor fotografía

Cezary Jaworski por El malquierido

Mejor cámara

Julio César Castro por El malquerido

Mejor montaje

Leonardo Henríquez por El malquerido

Mejor música

Alejandro Blanco Uribe por El malquerido

Mejor sonido

Mario Nazoa por El malquerido

Mejor dirección de arte

Fabiola Fernández y Diego Rísquez por El malquerido

Mejor vestuario

Luisa Jacinta Aveledo por El malquerido

Mejor maquillaje

Juan de Dios Guzmán por El malquerido

Mejor casting

Luis Castillo y Carolina Romero por Amor cuesta arriba

Mejor ópera prima

Amor cuesta arriba, dirigida por Nelson Núñez

Premio de la prensa

Amor cuesta arriba

Premio del público

El malquerido

About The Author

Deja una respuesta