Cervantes y Shakespeare
Siempre se ha sostenido que ambos murieron el 23 de abril de 1616, pero ninguno lo hizo en tal fecha.

Estupor (del latín stupor,-õris): 1. Asombro, pasmo. 2. Med. Disminución de la actividad de las funciones intelectuales, acompañada de cierto aire o aspecto de asombro o de indiferencia (DRAE).

De este terrible mal sufrió y sufre Venezuela, con algunas importantes excepciones. Una de ellas, la Universidad Simón Bolívar, que organizó y realizó, del 18 al 22 de abril, la Semana del Libro y del Idioma. Tuvo como tema central el cuatricentenario de Cervantes y Shakespeare (1616–2016), con una programación que incluyó conferencias, exposiciones, cine foros y cambalache de libros. A mi juicio, la USB se llevó la Palma de Oro en esta grandiosa conmemoración de los mayores escritores del mundo occidental desde el Renacimiento.

Pero la conmemoración no se quedó allí: desde el viernes 22  hasta el sábado 30 de abril se presentó el musical El hombre de la Mancha en el Aula Magna de la UCV, y la Embajada de España en Venezuela presentó un ciclo de cine sobre Cervantes. En la Sala de Exposiciones de la Fundación BBVA Provincial, en La Castellana, estará hasta el 17 de julio la exposición Miguel en Cervantes: El retablo de las maravillas.

Según el escritor Frank Serrano Rodríguez, el Día del Libro suele conmemorarse el 23 de abril porque ese día, desde 1616, fallecieron los dos más grandes escritores de la literatura universal: Cervantes y Shakespeare. Pero tan errónea es esa coincidencia como la mayoría de las teorías sobre los paralelismos en su vida y obra. Muchos expertos a lo largo de la historia han comparado y encontrado similitudes entre Don Quijote y Hamlet o El Rey Lear, entre Sancho y Falstaff, en la novedosa mezcla de géneros que utilizaron los dos genios o, simplemente en su contemporaneidad de vida y de muerte. Pero, en realidad, las semejanzas entre ambos genios son escasas.

Respecto a la fecha de nacimiento, el error más difundido es el de la fecha de su muerte. Siempre se ha sostenido que ambos murieron el 23 de abril de 1616, pero ninguno lo hizo en tal fecha. Cervantes falleció el 22 y fue enterrado el 23, mientras que la diferencia de fechas es aún mayor con Shakespeare, ya que en aquella época Inglaterra se regía por el calendario Juliano, por lo que en realidad su muerte se produjo un 3 de mayo.

Más allá de la minucia de once días de diferencia, lo importante es señalar que  Cervantes y Shakespeare comparten la supremacía entre todos los escritores occidentales desde el Renacimiento hasta ahora. Recuérdese que en esta gran época florentina floreció la Tríada Canónica: Dante, Petrarca, y Bocaccio. Las personalidades ficticias de los últimos cuatro siglos son cervantinas o shakesperianas, o, más frecuentemente, una mezcla de ambas. Aquí deseo considerarlos como los maestros de la sabiduría en nuestra literatura moderna, al mismo nivel que el Eclesiastés y el Libro Job, Homero y Platón. La diferencia fundamental entre Cervantes y Shakespeare queda ejemplificada en la comparación entre Don Quijote y Hamlet.

El caballero y el príncipe van en busca de algo, pero no saben muy bien qué, por mucho que digan lo contrario. ¿Qué pretende realmente Don Quijote? No creo que se pueda responder ¿cuáles son los auténticos motivos de Hamlet? No se nos permite saberlo. Puesto que la magnífica búsqueda del caballero de Cervantes posee una dimensión y una repercusión cronológicas, ningún objeto parece fuera de su alcance. La frustración de Hamlet es que se ve limitado al castillo de Elsinore y a una tragedia de venganza. Shakespeare compuso un poema ilimitado en el que sólo el protagonista no conoce límites.

Cervantes y Shakespeare, que murieron casi simultáneamente, son los autores capitales de Occidente, al menos desde Dante, y ningún otro escritor los ha igualado, sean Tolstoi, Dostoievski, Goethe, Dickens, mi amado Proust o el innovador Joyce. Cervantes y Shakespeare escapan a su contexto: la Edad de Oro en España y la época Isabelino-Jacobina son algo secundario cuando intentamos hacer una valoración completa de lo que nos ofrecieron.

El poeta W. Auden encontraba en Don Quijote un retrato del Santo cristiano en oposición a Hamlet, que “carece de fe en Dios y en sí mismo”. Aunque Auden parece perversamente irónico, hablaba bastante en serio, y creo que erróneamente. En contra de Auden me gustaría citar a Miguel de Unamuno, mi crítico preferido de Don Quijote de la Mancha. Para Unamuno, Alonso Quijano es el Santo cristiano mientras que don Quijote es el fundador de la verdadera religión española, el quijotismo. Hispanoamérica, esa que “reza a Jesucristo y habla en español”, como decía Rubén Darío, también lleva en sus venas el quijotismo, aunque muchas veces traicionado por los sables militares y los escorpiones civiles.

El escritor estadounidense Herman Melville, en su gran novela Moby Dick, combinó a don Quijote y a Hamlet en el capitán Ahab, aderezado con un toque del Satán de Milton, en su Paraíso perdido. Ahab desea vengarse de la Ballena Blanca, mientras que Satán destruiría a Dios si pudiera. Hamlet es el embajador de la muerte ante nosotros. Don Quijote dice que su fin es destruir la injusticia. La injusticia máxima es la muerte, la esclavitud última. Liberar a los prisioneros es la manera práctica que tiene el Caballero de luchar contra la muerte.

La violencia, la esclavitud, el encarcelamiento, fueron los ingredientes básicos de la vida de Cervantes. Shakespeare, cauteloso al final, tuvo una existencia carente casi de incidentes memorables, al menos que sepamos. Los tormentos físicos y mentales sufridos por Don Quijote y Sancho Panza habían sido inseparables de la interminable lucha por la supervivencia y la libertad de Cervantes.

No existen dos explicaciones críticas de la obra maestra de Cervantes que coincidan, ni siquiera que se parezcan. Don Quijote es un espejo que no se pone delante de la naturaleza, sino del lector. ¿Cómo es posible que ese caballero errante aporreado y ridiculizado sea, como es, un paradigma universal? Finalmente, dice Julio Hubard en un brillante ensayo en Letras Libres, abril de 2016: “Me queda claro que Cervantes es tan grande como Shakespeare, pero no igual de importante. Porque allá en los sótanos de la condición humana, el aire que respiran las fieras es de Shakespeare, no de Cervantes”.

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