Venezolanos marchándose al exilio
Empacar los sueños en una maleta, asegurarla con candado y ponerla a rodar hacia una tierra ajena es un acto de valentía que, con los años, va cargando el corazón de nostalgia y añoranza.

«Regresar a ti es lo que me tiene vivo», le canta Cáceres, un artista de Maracaibo, a la Venezuela que dejó para alcanzar una vida mejor en Miami. La canción se hizo viral por redes sociales a finales de 2015. Por esos días, corear «volver a casa, volver a todo lo que soy» fue la confesión de amor más reiterada por parte de quienes nacieron en las fronteras de la patria de Bolívar, pero se hicieron ciudadanos del mundo al haber acumulado suficientes razones para emigrar.

Cuando me monté en el avión a Colombia en 2012, lo hice con una certeza: al aterrizar, me toparía con un universo de oportunidades que no habría encontrado al otro lado de la frontera. Paradójicamente, persistía el deseo nostálgico de ver realizado aquello de que «el águila, por más alto que vuele, siempre regresa a su nido».

Cumplidos cuatro años de mi llegada a Bogotá, mantengo el protocolo al presentarme: seguido de mi nombre, mi nacionalidad. «ÃƒÆ’‚¿Vienes de Venezuela? ¿Qué tal está todo por allá? ¿Piensas volver?», me preguntan. La indecisión me gana. Haberme ido de allí me hizo notar que existen 4 razones para no regresar nunca más al país en que nací y otras 4 para sí hacerlo.

No vuelvo a Venezuela porque…

1. Mi seguridad es invaluable.

Jamás volvería para experimentar de nuevo el terror al asomar la nariz fuera del cerco de mi casa. No regresaría para contar los segundos que llevo en una esquina, saber que 30 son demasiados y que, en ese tiempo, ya me he expuesto lo suficiente como para que algún bandido me atraque con el objetivo de arrebatarme el celular o el cabello… que con eso también se hace dinero. No regresaría a donde, en 2015, hubo 90 homicidios por cada 100 mil habitantes, de acuerdo con el Observatorio Venezolano de Violencia.

 2. El dinero no alcanza.

No volvería sabiendo que ganando sueldo mínimo, el dinero destinado para sobrevivir cada día del mes, 500 bolívares, no me alcanza para llevar a casa siquiera un litro del jugo más económico, que cuesta 800. No me sometería de vuelta a la incertidumbre de pensar que, con ese mismo sueldo, el día de mañana podría comprar mucho menos. La preocupación no es gratuita: en 2015 la inflación fue de 180%. El Fondo Monetario Internacional espera que este año alcance 720%.

 3. Falta todo.

Me niego a hacer lo que hace una de mis tías: dedicar un día a la semana a preparar desodorante porque en el estado Zulia, fronterizo con La Guajira, no se consigue ningún producto en el mercado que cumpla una función similar.

Jamás volvería a someterme al riesgo de repetir la historia de mi amiga Ana, del Estado Anzoátegui, al noreste del país, quien perdió a su mamá porque le fue imposible hallar los medicamentos que pudieran ayudarla a tratar el cáncer. No pienso sumar seis horas de mi vida en alguna fila para pedir un poco de leche, arroz, papel higiénico, jabón, shampoo, azúcar…

 4. Me rehúso a la oscuridad.

¡Ni loca regreso a un país en el que los funcionarios públicos solo trabajan día y medio! Me niego a posponer mis labores cada vez que la ciudad queda a oscuras y en silencio por falta de electricidad. No estoy dispuesta a pasar las noches en vela por las 4 horas de racionamiento programado, donde el calor de Maracaibo, donde crecí con temperaturas promedio de 35 grados centígrados, le quita el sueño a cualquiera. Me niego a bañarme con totuma todas las semanas, a pesar de pagar los servicios puntualmente… Me rehuso a volver a la oscuridad.

Cuando pienso que todo lo anterior es suficiente razón para no volver nunca, recuerdo las 4 razones que me tocan la tecla patriótica y se convierten en excusas para regresar…

Regresaría a Venezuela porque…

 1. Ahí está mi casa.

Tristemente, quienes nos fuimos, no pudimos incluir en el equipaje a cada uno de los miembros de nuestra familia. Descubrimos que la nostalgia de volver tiene rostros. En mi caso, tiene la sonrisa de mis abuelas, quienes sueñan con ver llegar la libertad. La añoranza tiene también sensaciones: la de las carcajadas de la gente que, ante cada mala noticia en los medios, saca un chiste y se sacude el mal humor con el zapateo de un buen joropo.

 2. Está llena de sabor.

Volvería para comerme una empanada de cazón, al estilo margariteño, antes de salir a trabajar. Regresaría para que al almuerzo me sorprenda una explosión de sabores propia del pabellón criollo. A eso sabe Venezuela, a arroz blanco cocido, carne desmechada, caraotas negras guisadas y tajadas de plátano maduro frito…

Regresaría para unirme al ansia, en cada reunión social, por que lleguen los invitados más importantes de la fiesta: los tequeños, unos deditos de queso que se ponen mejor al acompañarlos con salsa tártara.

¡Volvería para dejar de soñar con los chocolates de mi tierra! Lo haría para disfrutar de un Pirulín, un Toronto o un Cri-Cri, al comprarlo en el kiosco de la esquina.

 3. Tiene paisajes increíbles.

Volvería para que el relámpago del Catatumbo, que aparece cada noche en el horizonte del Lago de Maracaibo, vuelva a sorprenderme al contemplarlo. Iría de nuevo a hundir mis pies en la arena de los Médanos de Coro, en el estado Falcón, al noroeste de Venezuela. Sin duda, regresaría para cruzar el país y ducharme al pie del Salto Ángel, las ‘Cataratas del Paraíso’ que se convirtieron en el sueño de Ellie y el señor Fredricksen, la pareja de ancianos de la película animada UP. Regresaría para volverme a enamorar de ella.

 4. Quiero reconstruirla.

Venezuela es como mi madre: me enseñó todo cuando era una hoja en blanco. Aprendí sobre mi origen, sobre la gente y la vida… Todo, antes de que se desgastara con los años. Forzosamente, sus nacionales habremos de tener otro papel en la historia. Desde el periodismo, la medicina, la ingeniería, desde cualquier oficio y ciencia, empezando por la del amor; volvería para trabajar por reconstruir el país en el que crecí.

Habría que luchar por volver a tener una sociedad justa, donde prime el respeto y la tolerancia. Tendríamos que volver a confiar en los otros, saber que ningún mal tendría que acecharnos fuera de casa y que nuestro trabajo sea valorado lo suficiente como para garantizarnos una vida digna.

Cuando salí de Venezuela, lo hice para componer mi vida. Cuando pase esta tormenta, usaría los mismos insumos para volver y reconstruirla a ella.

@JeraldineL

*Jeraldine López es una venezolana de 21 años que estudia Comunicación Social y Periodismo en la Universidad de la Sabana, en Bogotá. Participa en la Escuela Multimedios de El Tiempo.

 Esta entrada fue escrita con base en un sondeo en redes sociales con venezolanos en el exterior y la experiencia de la periodista.

*Publicado originalmente en el diario El Tiempo de Colombia.

http://blogs.eltiempo.com/la-escuela-blog/2016/05/05/4-razones-para-no-volver-jamas-a-venezuela-y-4-para-hacerlo/

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