Batman vs Superman, el origen de la justicia
Dejando a un lado los prejuicios, estamos ante una película atípica.

Desde los inicios de la historia del séptimo arte, muchas películas han sufrido de una suerte de paradoja en su estreno: la dicotomía de opiniones entre el público y los especialistas. Sería inútil hacer una larga lista de las cintas vilipendiadas por la crítica y que, al mismo tiempo, se ganaron el amor de los espectadores. Una diatriba que al final de cuentas termina siendo más beneficiosa que perjudicial para cualquier historia (no hay nada que atraiga más a la audiencia que la controversia alrededor de un film).

Este es el caso de Batman vs Superman: El origen de la justicia (Batman vs Superman: Dawn of the Justice), una de las películas de super héroes más polémicas de nuestra historia reciente por el divorcio tan irreconciliable de opiniones que ha levantado. Para la crítica es un largometraje fallido, pero para el público es el nuevo renacimiento de DC. Ambas facciones —al igual que los protagonistas de la disputa— tienen motivos válidos para defender su posición y, al mismo tiempo, incurren en el mismo error: la parcialidad.

Batman vs Superman: El origen de la justicia comienza retratando parte de los hechos que ocurrieron en El hombre de acero, pero vistos desde la perspectiva de Bruce Wayne (Ben Affleck). De esta manera, mientras que Superman (Henry Cavill) destrozaba la ciudad peleando con Zod (Michael Shannon), conocemos a un Bruce preocupado por ayudar a los sobrevivientes de la tragedia y cuestionándose su posición como héroe frente a la posible amenaza que representa un ser omnipotente como Superman. Por otro lado, vemos a un Superman contrariado por la diversidad de opiniones que levanta su presencia en el mundo: algunos lo odian, otros lo consideran un redentor; posiciones antagónicas, pero igual de peligrosas. En paralelo, disfrutamos de la red de engaños que arma el joven multimillonario y excéntrico Lex Luthor (Jesse Eisenberg) para conseguir un pedazo de kriptonita y neutralizar a Superman. Así comienza una especie de ajedrez donde Batman y Superman se enfrentan manipulados por la opinión pública, los prejuicios entre ambos y las artimañas de Lex Luthor mientras que, rondando como un gato, aparece la misteriosa Wonder Woman (Gal Gadot) quien termina uniéndose a la ecuación sin planificarlo.

Para poder disfrutar el film hay que entender un axioma que salta a la vista, pero que muchísimas personas ignoran: DC no es Marvel. Lastimosamente, muchos colocan en el mismo saco a las dos casas, algo tan erróneo como confundir Disney con DreamWorks. Para bien o para mal, Marvel nos ha acostumbrado a sus historias llenas de aventura, comedia y referencias a su propio universo, algo que choca con lo ‘oscuro y serio’ que tiende a ser DC en sus producciones cinematográficas. Sin darnos cuenta, Marvel ha moldeado nuestra percepción del ‘tono’ que debe tener una historia de superhéroes; una verdad imposible de ignorar cuando observamos que han producido desde 1998 hasta hoy casi 40 largometrajes, un número apabullante al lado de las escuetas 10 que ha rodado DC desde el 2000 para acá. Por si fuera poco, casi todo lo que ha hecho Marvel ha salido bien parado por la crítica y la taquilla, mientras que DC ha logrado pocos éxitos (y solo de la mano de directores de culto como Richard Donner, Tim Burton o Christopher Nolan). Aquí el problema no es si Marvel gusta más que DC (ambas casas me parecen espectaculares), el quid del asunto es preguntarnos hasta qué punto la ‘marvelización’ del cine de héroes nos ha sesgado en el disfrute de este tipo de historias. Por otro lado, jugando al abogado del diablo, hay que señalar una verdad tácita que subyace en las opiniones que recibe la cinta: la crítica odia a Zack Snyder. Aunque muchos comparten que su debut como director con Dawn of the Dead fue magistral y que su salto a la palestra con 300 —un clásico contemporáneo, duélale a quien le duela— lo elevó al Olimpo, la luna de miel se vino abajo con las incomprendidas Watchmen (una de las mejores adaptaciones de novela gráfica que se han hecho) y Sucker Punch (la hermana bastarda de Inception). Si el amado Christopher Nolan hubiese firmado Batman vs Superman: El origen de la justicia nadie estuviese hablando mal de ella… al igual que pocas personas destrozaron la fallida Batman: The Dark Knight Rises. Con Snyder la crítica peca de aquello de lo que tanto debería cuidarse: la predisposición.

Dejando a un lado los prejuicios, Batman vs Superman: El origen de la justicia es una película atípica. Su principal atributo es, al mismo tiempo, su mayor defecto: la historia. La cinta intenta narrar demasiadas cosas y termina desarrollando todos los puntos de forma desigual. La primera hora es completamente sólida, entendemos a la perfección la rivalidad entre Batman y Superman, se plantean dilemas éticos, políticos y hasta metafísicos que pocas veces observamos en el cine de superhéroes. Comprendemos las diatribas que sufren los dos y nos cuesta tomar un partido. La segunda hora deja a un lado la solemnidad de su predecesora para transformarse en una película de acción, trayendo al juego nuevos personajes y situaciones que diluyen un poco la intensidad de los dilemas antes planteados. Es esta mezcla lo que hace que el largometraje tenga un ritmo desigual (algo que se ve acentuado por su larga duración).

El apartado visual de la película es soberbio. Snyder supo dosificar el uso de la cámara lenta —su trademark personal— dejándola casi exclusivamente para las escenas memorables; al mismo tiempo, conjuga la belleza poética de ciertos momentos con secuencias de acción de un ritmo agresivo y trepidante. Con esa misma dualidad, Snyder crea su sistema de imágenes, basándose casi exclusivamente en el contraste entre sus protagonistas… desde lo más obvio, como que todas las escenas de Batman/Bruce Wayne transcurren de noche y las de Superman/Clark Kent de día, hasta sutilezas como colocar de fondo musical Night and Day en el primer encuentro entre ambos, llenando la película de diferentes niveles de lectura que refuerzan el tema principal de la historia. Por otro lado, la dirección de fotografía a cargo de Larry Fong (Watchmen, Sucker Punch) logra inyectarle esa atmósfera oscura y sucia que posee el cómic, reforzando la estética y el universo sombrío que crea Snyder. El diseño de producción también salta a la vista, la nueva baticueva está mucho más cool que la de Nolan y las diferencias y similitudes entre Metrópolis y Ciudad Gótica saltan a la vista (gracias a la acertada elección de una paleta de colores oscura y en alto contraste de grises). Por último, la música de Hans Zimmer pone el broche de oro, separándose un poco de su trabajo previo en el cine de superhéroes.

Otro de los grandes aciertos de Batman vs Superman: El origen de la justicia es su tan cuestionado cast. Contrario a lo que todos pensaban —incluyéndome— Ben Affleck hizo un buen papel. De hecho, pasa más tiempo en pantalla encarnando a Bruce Wayne que con el traje de Batman. Henry Cavill, a pesar de la fallida Man of Steel, me parece que, después de Christopher Reeves, es el mejor Superman que hemos tenido y esta historia lo confirma. Gal Gadot es la digna sucesora de Lynda Carter, dándole vida a una Wonder Woman más aguerrida —y sexy— que su antecesora. Affleck, Cavill y Gadot forman una triada perfecta y, sin lugar a dudas, serán los principales artífices del éxito de The Justice League. Jesse Eisenberg como Lex Luthor resulta bastante excéntrico en comparación al Luthor de la serie y los cómics (un tipo más calculador y frío que showman), pero se engrana sin problemas en la trama gracias a su carisma y sarcasmo. Doomsday, aunque remite a Godzilla, no está mal… no obstante, quedas deseando ver mucho más de él en pantalla. Jeremy Irons como Alfred se roba el show con sus cortas intervenciones, es como una suerte de comic relief dentro de la historia y nada tiene que envidiarle a Michael Caine —y eso es decir bastante.

Batman vs Superman: El origen de la justicia es una buena película. Por supuesto, no es perfecta, su historia tiene huecos e incongruencias (no más grandes que las de The Dark Knight Rises, eso sí), a veces peca con sus diálogos expositivos, algunos temas se quedan a mitad de camino a desarrollar, puede hacerse un poco lenta… pero ninguna de estas fallas la transforman en la desgracia que la crítica se ha encargado de vender. Por supuesto, cuando se contrasta con The Dark Knight sale vapuleada, pero las comparaciones son odiosas y carecen de sentido para el disfrute de la cinta. Snyder se redimió de la malograda Man of Steel, salió con la frente en alto y sentó unas buenas bases para construir The Justice League. Más allá de la controversia o la acción que demanda el género, Batman vs Superman: El origen de la justicia toca temas políticos y metafísicos que la elevan por encima de sus hermanas de DC y que dialogan con nuestro presente mucho más que cualquier otra película.

Lo mejor: Gadot como Wonder Woman (tanto su caracterización como sus intervenciones en la historia). Sorprendentemente, Ben Affleck da la talla y funciona en dupla con Henry Cavill. El glimpse de lo que podría ser el futuro de la franquicia y todas las referencias del universo de DC.

Lo malo: el trailer cuenta la gran mayoría de las sorpresas que tiene la película. Todo el tema de Doomsday pasa demasiado rápido. Batman lleva la batuta de casi toda la historia y pierde fuerza en la última media hora. Ver por enésima vez el origen de Batman (aunque esté justificado).

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