Salman Rushdie y Héctor Abad FaciolinceEl auditorio Rogelio Salmona estaba casi lleno el jueves 3 de diciembre. Eran las 6:30 de la tarde. La hora de mayor tráfico para llegar al Centro Cultural Gabriel García Márquez en La Candelaria, pleno centro histórico de Bogotá. Sin embargo, el público acudió a la invitación de la Editorial Planeta Colombiana para la presentación de Dos años, ocho meses y veintiocho noches, la nueva novela de Salman Rushie.

A eso de las 6:35 pm, con puntualidad poco común, se abrió una puerta al fondo del escenario y entró el escritor británico de origen indio, de 68 años de edad, acompañado por el narrador colombiano Héctor Abad Faciolince, una década más joven. Tras una breve introducción comenzaron a conversar sobre literatura fantástica, al amparo de esta totalización de las mil noches más una surgida del largo título del libro. Dicho de otro modo, como un homenaje a Las mil y una noches. Aunque Rushdie aclara en seguida la falta de equivalencia entre Sherezade y Dunia, el personaje femenino de su novela, que fue creciendo en la trama. Una niña que se va enamorando de un filósofo viejo —el otro personaje fundamental— vinculado nominalmente con el autor de Los versos satánicos e Hijos de la medianoche. Resulta que Anis Khaliqi Dehlavi fue un joven millonario de una familia musulmana de Bombay, estudioso del islam —aunque siempre se consideró ateo— y estudiante de Cambridge. Decidió cambiar su nombre por Anis Rushdie en honor al filósofo Ibn Rushd, conocido en Occidente como Averroes ‘El comentador’.

Luego nació en 1947 Salman Rushdie, en la Bombay de su familia, con el nuevo apellido de su padre. En una de esas, le confiesa al escritor paisa: «El nombre es como un tatuaje: te define». Tal cual. Y después añadió: “Yo leí a Ibn Rushd cuando tenía un poco más de 20 años. Luego me di cuenta de que él también tuvo muchos problemas con sus publicaciones. Como yo los he tenido. Al igual que él, siempre he tratado de defender la libertad. Los libros de Rushd fueron quemados. Como lo fueron algunos de los míos. Yo me preguntaba cómo es que mi padre sabía que nuestros destinos serían tan parecidos. No lo sé. Siempre le digo a mi padre: ¡Gracias!”. Todo conduce al origen.

Fue la conversación de dos amigos que no se conocen. Dos hombres vinculados por la ficción y la realidad. Hablaron sobre los personajes de Dos años, ocho meses y veintiocho noches pero también de otros temas relacionados como, por ejemplo, el archivo de Gabriel García Márquez en la Universidad de Austin, en Texas, donde Rushdie presentó hace poco su visión sobre el Nobel colombiano, a quien nunca conoció en persona pero sí por teléfono. Abad Faciolince le comentó que el realismo mágico ya no está de moda, a lo cual respondió que el realismo fantástico va más allá de América Latina y puso como ejemplo La metamorfosis de Franz Kafka, como un género sin final. Los otros temas abordados por ambos fueron la intolerancia religiosa y la confrontación entre la racionalidad y el dogmatismo. La novela presentada esa tarde —ubicada en las mil y una noche de otro tiempo histórico— fue concebida como una metáfora del mundo actual.

El escritor británico confesó que había dado un giro narrativo con respecto a sus obras anteriores, signadas por la tristeza. Quiso imprimir a Dos años, ocho meses y veintiocho noches  un tono irreal pero muy optimista con respecto a la realidad de hoy. Personajes irreales como hadas y genios de la lámpara para satisfacer a los seres humanos. “Cuando comencé a escribir el libro, me pareció interesante la confrontación entre los personajes. Nunca fue mi idea inicial plantear la obra como quedó. Pero como era ficción podía darme ciertos lujos. Hice fantasmas: buenos y malos. Me encariñé un poco con los personajes”.

Bogotá es la última etapa de la gira de presentación mundial de la novela, publicada en inglés por Random House en septiembre de este año y en español por Seix Barral, un sello de Editorial Planeta, en octubre. La traducción es de Javier Calvo.

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