Douglass C. North 1
North se anticipó en casi tres décadas a ‘Freakeconomics’ y ‘El economista camuflado’, mostrando cómo la economía forma parte de nuestra vida diaria.

El 23 de noviembre de 2015 ha fallecido Douglass C. North, premio Nobel de economía en 1993 junto a Robert W. Fogel. Había nacido el 5 de noviembre de 1920. Evocarlo desde Cedice Libertad es oportuno, considerando que en 1995, en vísperas del ascenso al poder del chavismo, North visitó Venezuela. En aquel momento estaba iniciando la segunda administración de Rafael Caldera, que definitivamente no logró hacer a tiempo reformas que devolvieran a su país al trayecto de la libertad  y la prosperidad social compartida. El nobel norteamericano propuso una serie de reformas que evoca Francisco Monaldi en una entrevista que publicó  el portal Prodavinci en 2009 (1). Ni siquiera North tenía en aquel entonces la clarividencia para vislumbrar la volátil deriva que esperaba a Venezuela.

El legado de North, en este convulsionado momento venezolano de 2015, sigue teniendo vigencia. El Premio Nobel de 1993 reconoció el trabajo de los historiadores económicos para mejorar la calidad de vida individual y social. El veredicto del premio de North señalaba que el galardonado “enfatizó el papel de los derechos de propiedad y las instituciones.” (2).  Es oportuno ver varias dimensiones de su legado académico.

En esta nota se considerarán dos líneas de trabajo de North: como analista institucional, incluyendo conceptos básicos sobre este tema, y como estudioso, desde la economía, de problemas cotidianos y considerando el caso de la ‘cláusula de reserva’ en el béisbol. Veremos que North se anticipó en casi tres décadas a Freakeconomics y El Economista Camuflado, mostrando cómo la economía forma parte de nuestra vida diaria.

Afortunadamente, el Fondo de Cultura Económica viene publicando los trabajos de North desde hace décadas y es posible hallar el conjunto de referencias que empleo en idioma castellano.

Conceptos sobre Instituciones

North considera las Instituciones como las ‘reglas del juego’ social. Así como en los deportes operan una serie de normas, la coexistencia social pacífica precisa arreglos institucionales, formales y no escritos, para ser viable.

Es oportuno, dentro de esta visión de instituciones como normas para el ‘juego pacífico social’, evocar a Roger Bartra, quien al reflexionar sobre el juego, desde la psicología, cita a Erik H. Erikson en esta afortunada frase: “Cuando se terminan la libertad o los límites, se acaba el juego.” (3) En tal sentido, toda sociedad precisa un equilibrio institucional que garantice espacios de libertad bajo las normas, o estrangula la convivencia, el desempeño económico, el tejido social y al individuo.

Bartra, un pensador mexicano notable sobre temas del cerebro, comenta, precisamente, cómo North incorpora las instituciones sociales y los símbolos asociados a ellas en la acción humana individual. Citando nuevamente a Bartra (ver nota 3):

“Esto lleva a North a subrayar la importancia de la intencionalidad humana consciente y a sostener que ella encarna en las instituciones sociales. La dificultad radica en que las decisiones y las elecciones ocurren en lo que llama un mundo no ergódico, es decir, un mundo social en continuo cambio y lleno de incertidumbre. Las decisiones están inscritas en un espacio cultural en el que coexisten muy diversos sistemas de creencias, y en los que se combinan tanto actitudes racionales como irracionales. Reconoce que [Friedrich A.] Hayek entendió que la mente se encuentra inseparablemente conectada con el medio ambiente y que construye sistemas clasificatorios para entenderlo. A partir de esto, North se apoya en Merlin Donald, a quien ya aludí en el capítulo V, para reconocer la gran influencia del medio ambiente simbólico.”

Esta cita de Bartra es valiosa porque relaciona con temas de la psicología que son cada vez más relevantes en la teoría económica y ya percibían tanto North como otro nobel de economía muy apreciado por los liberales, Friedrich A. Hayek (Nobel 1974). North emplea el término “mapa mental” y refiere a Hayek durante su ponencia nobel (4). Citándolo:

“La relación entre mapas mentales e instituciones es íntima. Los modelos mentales son representaciones internas que los sistemas cognitivos individuales crean para interpretar el ambiente; las instituciones son los mecanismos externos (a la mente) que los individuos crean para estructurar y ordenar el ambiente.”

En terminología de Bartra, las instituciones y la cultura son parte de un exocerebro, una prolongación de nuestras funciones mentales en lo social, para lidiar con la incertidumbre y sobrevivir.

La historia de las instituciones incorpora un aprendizaje colectivo y una forma de hacer las cosas, una suerte de ‘receta de cocina’ social que explica la situación actual y condiciona el futuro. En esta línea, North cita a Hayek en su conferencia, refiriéndose a su obra Los Fundamentos de la Libertad (The Constitution of Liberty):

“El Aprendizaje Colectivo –un término empleado por Hayek– consiste en esas experiencias que han pasado la lenta prueba del tiempo y están incorporados en nuestro lenguaje, instituciones, tecnologías y maneras de hacer las cosas. Es la «transmisión a través del tiempo de  nuestro stock acumulado de conocimiento» (Hayek, 1960: 27). Es la cultura la que provee la clave para ese trayectoria dependiente, un término empleado para describir la poderosa influencia del pasado sobre el presente y el futuro.”

Las instituciones incorporan el aprendizaje colectivo y su diseño tiene consecuencias seculares en la vida social. Formalizando el concepto de instituciones, que vengo caracterizando, se puede acudir directamente a una obra de North de 1990, publicada por el FCE en 1993 (5):

“Las instituciones son la reglas del juego en una sociedad o, más formalmente, son las limitaciones ideadas por el hombre que dan forma a la interacción humana. Por consiguiente, estructuran incentivos en el intercambio humano, sea político, social o económico. El cambio institucional conforma el modo en que las sociedades evolucionan a lo largo del tiempo, por lo cual es la clave para entender el cambio histórico.”

En el caso latinoamericano, una región que nuevamente es la más golpeada ante el fin del auge en materias primas, hay una herencia institucional que parece explicar en buena medida el colapso tanto de esta región como de sus exportadores institucionales, España y Portugal.

Un agudo profesor que tuve en el Programa Galileo de Fundayacucho, D. Restituto Ferrer, señalaba que los estudiantes debíamos preguntarnos el porqué había leyes de Newton, de Kleper y teoremas de Fermat, pero no había leyes de Rodríguez de González o teoremas de Pérez. Y el planteamiento apuntaba hacia un elemento clave de las instituciones, en la aproximación de North: generan incentivos. Las instituciones premian y castigan conductas. La cultura hispana, con su herencia de Inquisición, clericalismo y represión, no se ha caracterizado por premiar a quien piensa o emprende. Una terrible molicie institucional arrastra una trayectoria caracterizada por la actitud rentista (vivir de minerales y materias primas o bien de acceso a cargos públicos), autoritarismo con un Estado poderoso y caudillista, trabas al empresario, irrespeto a la propiedad privada y culto a la uniformidad. La figura del pícaro, en la literatura del Siglo de Oro, ya captaba el triunfo de la conducta oportunista.

El librepensamiento es creación reciente en estas geografías de habla hispana, que pasaron de la barbarie a la decadencia sin conocer la civilización, como corrosivamente dijo Lévi-Strauss en Tristes Trópicos. La democracia, tan natural para Reino Unido, Francia y Estados Unidos, es una creación reciente en los países de habla hispana, comenzando por la Madre Patria, que tuvo una de las más retrógradas y duraderas dictaduras hasta 1975. La independencia hispanoamericana añadió el componente del militarismo, que ha asolado en dictaduras a la región (y sigue haciéndolo), con caudillos militares cuyas hazañas bélicas son guerras civiles y matanzas de indefensos. Las conductas que generan rentabilidad son el peculado, el autoritarismo, el crimen y el irrespeto al prójimo, desamparado por unas Leyes que nadie cumple ni recompensa cumplir.

Un autor que abordó de modo notable el tema de historia institucional comparada, desde Latinoamérica, fue el argentino José Ignacio García Hamilton. Su obra más ambiciosa sobre esta materia, publicada en 2006, incluía este revelador párrafo (6):

“Acaso ese ‘destino sudamericano’ no haya sido solamente la violencia política y la desaparición de los opositores políticos por parte del terrorismo de Estado, sino también la persistencia de los regímenes patrimonialistas que concentran el poder político y económico, bajo las diversas formas de dictadura de derecha, de izquierda o los movimientos de masa con ropaje populista.”

Lejos de optar por un enfoque fatalista, la aproximación de North desde la economía institucional arroja esperanza y apela a la creatividad individual, propia de la vida en libertad. Citándolo nuevamente (ver nota 5):

“Las instituciones son una creación humana. Evolucionan y son alteradas por humanos; por consiguiente, nuestra teoría debe empezar con el individuo. Al mismo tiempo, las limitaciones que estas instituciones imponen a las elecciones individuales son generalizadoras. Integrar elecciones individuales con las limitaciones que las instituciones imponen a la elección es un gran paso hacia la unificación de la investigación de las ciencias sociales.”

El trabajo de North incorpora supuestos conductuales y la interacción entre instituciones y organizaciones. Profundizar en estas nociones y el cambio institucional excede las ambiciones de esta reseña. Simplemente busco de motivar a leer el trabajo de este notable pensador.

Economía de lo Cotidiano

Tim Harford y Steven Levitt han ganado popularidad en este siglo por mostrar cómo piensan los economistas, aplicando su arsenal conceptual a problemas de la vida cotidiana, algunos tan polémicos como el aborto.

Douglass North y Roger LeRoy Miller ya habían considerado esta prometedora vía de divulgación desde 1971, en una obra que aplicaba el modelo mental del economista a diversos temas cotidianos y de significación social. Entre los asuntos considerados ya estaba planteado el del aborto y también la prostitución. La obra ya estaba disponible en castellano, publicada por el FCE, en 1976. En el Programa Liderazgo y Visión, Roberto Casanova me permitió emplear algunos capítulos en nuestras sesiones de formación en economía para “no economistas” (7), durante 1998-2000. También aplicamos un capítulo, Aspectos económicos de la atención médica en la Mesa Sanitaria de 1997, promovida desde Liderazgo y Visión y Cedice, y liderada por el Dr. Gustavo Villasmil.

Un capítulo da un ejemplo de aplicación de la economía a temas cotidianos y donde hay carga institucional. Se trata del problema de la cláusula de reserva (reserve clause) en el béisbol.

Esta  cláusula sigue, en menor grado, vigente en las Grandes Ligas. Siguiendo al portal Baseball Reference (8), se tiene esta definición:

“La cláusula de reserva fue una cláusula en contratos de jugadores que ataban al jugador a un único equipo por un largo período, incluso si los contratos individuales que firmaba nominalmente sólo cubrían una temporada. Durante la mayor parte de la historia del béisbol, el término de reserva fue mantenido esencialmente como perpetúo, de modo que el jugador no tenía libertad para cambiar de equipo a menos que se le diera su cesación incondicional. Se ha creído que la cláusula fue mayormente revertida en los años setenta, pero en la práctica los jugadores jóvenes de hoy aún están atados por hasta 12 años (6 en las ligas menores y 6 en las mayores), antes de tener derechos de agente libre.”

Cuando North y Miller escribieron su artículo, un jugador, Curt Flood (1938-1997, integrante del Salón de la Fama de los Cardenales de San Luis) había trabado un infructuoso litigio contra esta cláusula. Ocurrió en 1969, cuando a Flood lo traspasaron, sin aviso previo, a otro equipo. Si bien tuvo fallo contrario por  parte de la Corte Suprema, catalizó la oposición a ese tipo de contrato laboral. La Corte consideraba la cláusula “razonable y necesaria”.  Como economistas, a los autores les resultaba chocante este enfoque monopólico de la contratación y recordaban:

“La cláusula de reserva obliga a un jugador a trabajar exclusivamente para el equipo que lo tiene contratado; cualquier jugador puede ser cambiado a otro equipo sin su autorización. Si no le gustan su salario o las condiciones del trabajo, su única opción es abandonar el juego.”

El origen de esta medida era institucional. La Corte Suprema estadounidense, en 1922, estableció que los propietarios de equipos de béisbol podían hacer caso omiso a la ley Sherman Antimonopolios. La justificación para que los dueños de equipos tuvieran la exclusividad sobre los jugadores contratados, casi a perpetuidad, provenía de un argumento económico, que recuerda el nobel:

“La cláusula de reserva permite que un equipo de béisbol restrinja el funcionamiento del mercado de trabajo para los jugadores de béisbol. Entra por tanto un elemento de monopolio en los contratos de béisbol. Los equipos de béisbol alegan que la cláusula de reserva es esencial para el juego, porque permite una distribución uniforme de buenos jugadores entre todos los equipos. Se afirma que sin la cláusula de reserva los clubes  más ricos se apoderarían de todos los jugadores talentosos. Los juegos serían desequilibrados y los espectadores aburridos ya no comprarían boletos.”

Ciertamente, este tipo de concentración de buenos jugadores en equipos con más dinero y asimetría del espectáculo es una realidad en el fútbol (balompié).

North y Miller proveían estadísticas sobre el injusto efecto de la cláusula de reserva. El premiado jugador Curt Flood, con una vida laboral esperada de veinte años, había ganado, en promedio, 11.889 dólares entre 1956 y 1969. Un profesional independiente de EEUU, con vida laboral esperada de cuarenta años, ganaba por encima de 15 mil dólares en 1967.

Los autores cerraban su estudio con un párrafo casi de denuncia:

“Las situaciones anteriormente descritas no indican necesariamente que los propietarios de equipos en los deportes profesionales realmente trazaron sus planes según los lineamientos de  nuestro análisis. Sin embargo, no necesitan haberlo hecho para que nuestra tesis probara ser válida. Hemos proporcionado una teoría de conducta colusoria con algunas implicaciones evidentes acerca de los salarios de los jugadores. Los hechos apoyan la validez de la implicación.”

El caso es un buen ejemplo de cómo el análisis económico y las organizaciones pueden reformar las instituciones. Una huelga de beisbolistas en 1972 protestó contra la cláusula de reserva. Y si bien se mantienen vestigios de ella aún vigentes, se ha relajado y ya no aplica sobre la vida deportiva entera del jugador.

El legado de North es precisamente esperanzador porque cree en la capacidad del individuo y la sociedad para mejorar y dejar atrás una trayectoria institucional fallida.

Notas y Referencias:

(1)Ver: http://prodavinci.com/2015/11/25/actualidad/entrevista-a-douglass-north-1920-2015-premio-nobel-de-economia-por-francisco-monaldi/

(2)Ver: http://www.nobelprize.org/nobel_prizes/economic-sciences/laureates/1993/north-facts.html

(3) BARTRA, Roger. Cerebro y Libertad. Ensayo sobre la libertad, el juego y el determinismo. México: Fondo de Cultura Económica, 2013.  La cita sobre el juego corresponde a la página 74 y la el comentario sobre North es tomado de la página 142.

(4) NORTH, Douglass. Economic Performance Through Time. Ponencia al recibir el premio nobel, el 9 de diciembre de 1993. Disponible en: http://www.nobelprize.org/nobel_prizes/economic-sciences/laureates/1993/north-lecture.html   Se cita el cierre de la sección IV y un párrafo de la sección V.

(5) NORTH, Douglass. C. Instituciones, cambio institucional y desempeño económico. Traducción de Agustín Bárcena. México: Fondo de Cultura Económica, 1993.  Cito las páginas 13 y 16.

(6) GARCÍA HAMILTON, José Ignacio. Por qué crecen los países. Buenos Aires: Editorial Sudamericana, 2006. Cita tomada de la página 39.

(7) NORTH, Douglass C. y Roger LeRoy Miller. El Análisis Económico de la Usura, el Crimen, la Pobreza, etcétera. Primera reimpresión. Traducción de Linda Moscona Barov H. México: Fondo de Cultura Económica, 1997.  Las referencias corresponden al capítulo XII, páginas 80,  83 y 86.

(8) Ver: http://www.baseball-reference.com/bullpen/reserve_clause

carlosurgente@yahoo.es

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