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‘Margaritas para los pobres’ fue galardonado como mejor largometraje y con el Premio Visor.

Las películas de la Escuela de Medios Audiovisuales de la ULA, y en general el cine de Mérida, donde está la EMA, fueron lo más destacado del 5° Festival Caracas Doc, que se realizó del 31 de octubre al 5 de noviembre.

Margaritas para los pobres lo reflejó en los premios de los jurados. Rafael Lacau, el director del filme, que fue galardonado como mejor largometraje y con el Premio Visor, es profesor de esa escuela. En Ideas de Babel ya se escribió elogiosamente sobre este documental de observación rodado casi totalmente en un lujoso apartamento de Buenos Aires, cuyo personaje es una mujer mayor, empresaria, que afronta la posibilidad de perderlo todo por la crisis económica. Los premios de Caracas Doc son un argumento más para considerarlo como el mejor documental venezolano de este año, aunque se haya estrenado en 2014.

De la EMA también fueron cuatro de los siete cortometrajes en competencia. Tres de ellos se destacan por aquello que se echa en falta en el documental venezolano actual. Se trata de hacer explícitos, en las películas, los problemas que plantean todos los intentos de aproximarse a lo real a través del cine.

Álbum no es sólo expresión del llamado giro subjetivo que se ha visto en el documental latinoamericano desde los años noventa, sino también de esa reflexión en torno a la representación de la realidad. Anselmo Portillo entrevistó a su abuela para que le contara una parte de la historia de la familia que no aparece reflejada en el álbum de fotos, lo que es una invitación a pensar en la manera como las fotografías son tomadas para conservar de cierto modo los recuerdos y cómo se intenta mantener en el olvido otras cosas. El joven realizador se hace explícitamente partícipe de la fabricación del pasado mediante la manipulación manual de las fotos dentro del cuadro, a lo que añade un comentario sobre cómo la gente intenta construir una imagen frente a la cámara. Es uno de los problemas que plantean los documentales, sobre todo los de observación, cuando intentan dar la impresión de que muestran las cosas tal cual son, ocultando la participación de los cineastas que registran lo real y sin cuestionarse acerca de la posibilidad de que la gente ‘pose’ para ellos.

En Pinceladas José Gregorio Torres recurrió al teatro para ayudar a sus personajes a expresar lo que callan. Parece una paradoja que se les pida que actúen con ese fin, pero es algo en lo que el realizador cree sobre la base de su experiencia. La película fue rodada en una institución, y en nueve minutos logra revelar detalles significativos sobre la necesidad de amar de las personas con discapacidad intelectual, y la manera como los afecta que la gente ‘normal’ considere un problema lo que no es sino manifestación de su condición adulta. Pero también es un filme que afronta la cuestión de los falsos papeles que pueden asumir los entrevistados cuando pretenden mostrarse tal como son, incluso cuando se trata de personas de esa condición. Hay que buscar cómo quitar las máscaras que esconden los verdaderos sentimientos y opiniones.

También en Caracas Doc fue presentado un falso documental, que es el género emblemático del cuestionamiento de la retórica de la ‘verdad’. Se trata de Mal de páramo de Ornella Fermín, un corto sobre unos muchachos que desaparecieron en el páramo de La Culata. Es un caso no resuelto, alrededor del cual se han tejido las más descabelladas explicaciones. La estrategia del mockumentary logra exponer con humor filme la mentalidad de los creyentes en lo paranormal por la vía de la exageración, y también las dudas que puede plantear, en torno a la credibilidad del documentalismo serio, la manera como la prensa amarillista y los reportajes sensacionalistas de la televisión logran que la gente crea mentiras truculentas, al presentarlas como si fueran cosas ciertas.

Es auspicioso que esas inquietudes estén presentes en el trabajo de realizadores recién graduados, o que aún cursan estudios. Lamentablemente, el jurado de cortometraje no estuvo con ellos en su veredicto. Prefirió decantarse por la narrativa característica del mensaje institucional edificante y galardonó a Asómate a la ventanita, de Tito D’Aloia. Ni siquiera hay algo original en el tema de este corto de la Escuela de Comunicación Social de la UCV, basado en entrevistas a niños del barrio pobre de La Ventanita, en Carapita, Caracas.

El público demostró con su galardón más amor al cine y más conocimiento de lo que debe ser el documental: el corto que premió fue Álbum. En el caso del largometraje, la votación se decantó por Conquistando el fuerte de Charles Martínez, director también de Machera, el Robin Ju de Mérida (2008). Se trata de un filme sobre niños que intentan ganar dinero contando historias en verso a los turistas en el fortín de La Galera, en Juan Griego, Margarita, y cómo la delincuencia y la muerte rondan sus vidas. El uso de la animación al comienzo da el tono que tendrá la película: la fantasía infantil, el abandono y la violencia conjugados en la cotidianidad de los personajes, sin caer en la pornomiseria.

Pero hay una escena de Conquistando el fuerte en la que el espectador podría preguntarse por qué los realizadores no pararon las cámaras y actuaron para impedir que un joven mayor maltrate a uno de los niños. El hecho de que los camarógrafos aparezcan fugazmente en cuadro plantea también la reflexión acerca de los problemas del tipo de documental en el que se invisibiliza la participación de los cineastas, para dar la impresión de que los personajes cuentan su propia historia. Sin embargo, Martínez no ahondó en eso. Prefirió no desviarse del tema social, en vez de indagar en cuestiones éticas y sobre la representación de lo real que pudieron haber sido igual o más interesantes que la pobreza y la violencia. En todo caso, quedaron allí sin resolver.

El premio a la mejor ópera prima de Caracas Doc recayó en Francisco Massiani, y eso merece un comentario, en vista de los elogios que ha recibido la película de Manuel Guzmán Kizer. Lo relevante en el trabajo de este realizador es su capacidad de intimar con los escritores a los que ha dedicado dos cortos, además del largometraje. Pero el dispositivo que puso en práctica con un notable resultado en el caso de Armando Rojas Guardia, no funciona en el filme sobre Massiani. Llevar al autor de Piedra de mar (1968) a diversos lugares importantes de su vida para registrar sus reacciones, no produce aquí otra cosa que momentos de desigual intensidad emotiva que no logran articularse como relato. Algunos incluso plantean problemas éticos, puesto que no parecen trascender la puesta al desnudo de las miserias de un ser humano. El mejor ejemplo es la parte de la borrachera. El uso de la música y el exceso de textos escritos en la pantalla son ilustrativos del carácter amateur de esa película, cuyo atractivo fundamental es la importancia del escritor para sus devotos lectores. Amateur tiene en la frase anterior el sentido que puede atribuírsele por la etimología: el aficionado que hace las cosas por amor.

Caracas Doc se caracterizó por la impecable organización. Los detalles que lo distinguen de todos los demás festivales que se realizan en Venezuela comienzan por la claridad de la página web y comprenden las actividades de formación, las sesiones de conversación con los cineastas y el cumplimiento preciso del horario de las funciones. La respuesta ha sido un público que comienza a formarse en torno al festival, y que al expresarse a través del voto puso de manifiesto que no va a consumir películas sino a disfrutar y aprender del cine. No haber seleccionado películas como Favio, la estética de la ternura y Fe de chamán fue una toma de posición acerca de lo que debe y no debe ser el documental. Hacer eso es también una función de los festivales.

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