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Contrabando: no es culpa de los colombianos, que no están solos en este negocio, sino del modelo económico del régimen.

Colombia y Venezuela son dos países que se miran con desconfianza. Para empezar, las hipótesis de guerra de ambos tienen como principal enemigo al vecino. Los militares de ambos países saben que si hay una guerra internacional esa frontera de 2.219 Km será el principal teatro de operaciones. Hay un lamentable anticolombianismo histórico producto de nuestra separación de la Colombia de Bolívar —aunque en lo personal todos tenemos grandes amigos o somos familia de colombianos— que a veces la política interna temerariamente exalta. Como en tantos países, a los inmigrantes se les atribuye del aumento de la criminalidad y aquí ha sido con los vecinos. Pero ahora es desde el poder que se les acusa de conspiraciones, ‘bachaqueo’ internacional y de los anaqueles vacíos en los mercados.

La inmigración colombiana es y ha sido importante para Venezuela. Desde que comenzó su guerra interna millones de ellos han venido a vivir productivamente a Venezuela. Maduro calcula que son casi 6 millones. Es decir, 20% de nuestra población es colombiana.

Maduro, de origen colombiano —cucuteño aunque solo reivindica sus raíces holandesas, en realidad curazoleñas— , comparte con muchos la falsa idea de que Colombia exporta pobres sin educación a Venezuela. Estudios que hice en los años ochenta revelaron que los niveles educativos de esos migrantes se asemejaban mucho a los de los venezolanos. Esto puede haber cambiado por los cientos de miles de desplazados que han ingresado al país y/o las facilidades que se les abrieron con este gobierno. Según Maduro, en los últimos nueve años se cedularon —y debo agregar inscribieron en el registro electoral para que votaran por Chávez— más de 800.000 colombianos que vinieron buscando las gratuitas misiones. Ahora son una carga y quieren salir de ellos. Por eso las deportaciones masivas con violaciones flagrantes de DDHH.

Siempre ha habido contrabando entre ambos países. Antes con el ‘ta barato dame dos’ comprábamos de todo en Cúcuta. Ahora es al revés. Son las leyes de la economía. Pero cuando las diferencias de oferta y precios son tan brutales, por los exagerados subsidios del régimen —un litro de gasolina vale aquí US$ 0,02 y $1,08 en Colombia— no hay Estado de Excepción, militarización, Operación de Liberación del Pueblo (OLP) —toma militar-policial de barrios y pueblos— o colaboración del gobierno de Colombia que valga.

El contrabando es como el viento que corre entre dos puntos de presión muy diferentes, ni la pared más alta lo para. No es culpa de los colombianos, que no están solos en este negocio, sino del modelo económico del régimen. Además, con la desconfianza mutua es casi imposible una real colaboración entre ambos gobiernos para combatir las bandas criminales que operan en la frontera, en especial al estar involucradas las FARC, aliadas del régimen venezolano.

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