La boheme 1
Al escuchar a la agrupación orquestal venezolana, uno de los espectadores asiduos a La Scala hizo un símil particular: «Esta es una orquesta con una fachada de carro de modelo popular y sencillo, pero con un poderoso motor de Ferrari».

Por primera vez desde 1963, una orquesta y un coro que no son de La Scala de Milán hicieron La bohème, de Giacomo Puccini, con la famosa puesta en escena del regista Franco Zefirelli. Tamaño compromiso tenía un poco ansiosos a los miembros de la Coral Nacional Juvenil Simón Bolívar de Venezuela, que asumieron este reto junto a la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar, bajo la batuta del maestro Gustavo Dudamel. Era la primera función de las ocho que tienen previsto hacer en este templo de la ópera.

La noche anterior al miércoles 19 de agosto de 2015, a los muchachos del coro les costaba dormir. La angustia que los merodeaba era que si al público del Teatro alla Scala no le gustaba un acto, abucheaaría sin remilgos. Todo lo contrario pasó: cuando terminó el segundo acto, en el que el coro tiene su gran participación, el teatro fue un coro de aplausos y bravos. Se los podía imaginar tras el escenario con los latidos acelerados. Sobre todo los de aquellos que también tuvieron un rol como solistas: Cristo Vassilaco, Andrés Sulbarán, Gustavo Carrillo y Alejandro Gil.

No sólo los jóvenes venezolanos estaban estaban dejando el alma allí. Aunque no se viera, en un rincón del escenario, había una directora tras la escenografía: Lourdes Sánchez.  El ritmo, la cuadratura, seguir con rigurosidad la música eran sus preocupaciones (luego suspiraba porque le habría gustado desdoblarse para ver desde las butacas, lo que los coralistas venezolanos estaban logrando: comenzar a hacerse un lugar en la ópera). Una Musseta simpática (Angel Blue) animaba el segundo acto, luego de un primer acto en el que el público conoce a Rodolfo y Mimí, interpretados por Vittorio Grigolo y María Agresta. Un elenco de primera que arrancó ovaciones.

Pese a que es verano y en Milán hay un éxodo temporal, el teatro estaba a casa llena. Cuando Dudamel entró para el tercer acto hubo un acento en la ovación. Su batuta volvió a hacerse cómplice de la ópera. Sus manos y brazos, alumbrados tenuemente por la lámpara del atril, dibujaban la música en un trazo. Apenas se veía ligeramente elevado en el podio. La Orquesta Sinfónica Sinfónica Simón Bolívar tocaba por primera vez en el de foso de Teatro alla Scala. Había hecho conciertos en esta sala, pero por primera vez sus músicos interpretaban la música para una ópera allí. Fuera de la vista, lo único perceptible era el sonido, la cualidad de intérpretación de los venezolanos que también conviertieron la música en personaje.

Al escuchar a la agrupación orquestal venezolana, uno de los espectadores asiduos a La Scala hizo un símil particular: «Esta es una orquesta con una fachada de carro de modelo popular y sencillo, pero con un poderoso motor de Ferrari». Doce minutos estuvieron los solistas, el maestro Gustavo Dudamel, Lourdes Sánchez y la profesora de canto del coro, Margot Parés-Reyna, sobre el escenario. Los músicos de la orquesta también tuvieron que ponerse de pie, porque el público los aplaudía de pie.

Así fue la primera función de La bohème con sello venezolano que protagoniza el cartel de uno de los teatros más importantes durante este mes. Faltan siete funciones y el debut de la Sinfónica Nacional Infantil de Venezuela, la Sinfónica Teresa Carreño de Venezuela y la Juvenil de Caracas, todas pertenecientes al Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de Venezuela, cuyo órgano rector es la Fundación Musical Simón Bolívar, adscrita al Ministerio del Poder Popular del Despacho de la Presidencia y Seguimiento de la Gestión de Gobierno de la República Bolivariana de Venezuela.

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