Con cariño para Carolina, Merce, Alejandro, y los Zubi-Otero.
En especial, para Isabel Cristina Zubizarreta Otero en su cumpleaños.
Preámbulo introductorio
El paÃs, reconozcámoslo, ha sido hecho por sus hombres y mujeres en el campo —en las siembras de cacao, café, añil, tabaco y caña de azúcar durante los siglos XVIII y XIX, y con menos impacto en el siglo XX, y en los campos petroleros durante el siglo XX y este siglo que mal transcurre— y, también, en nuestras ciudades por los profesionales, los educadores, los comunicadores, los ingenieros, los cientÃficos, los poetas y los artistas, y esta civilidad hay que celebrarla en cada oportunidad que se presente.
La creatividad, nos ha dicho José Balza, ha circulado entre nosotros desde tiempos inmemoriales —recordemos a la venus valencianas y a la venus de Carache (llamada venus con tabaco)— “como una gran corriente dianoética que atraviesa a la región desde sus orÃgenes: en su capacidad para practicar la ciencia, el arte, la sabidurÃa, la inteligencia. En suma: en su creación intelectiva.â€
Si bien en nuestra historia como pueblo hemos sufrido muchas interrupciones: la destrucción casi total del mundo indÃgena y sus modos de vida, la aparición del africano con su mundo desarraigado entre nosotros, el asesinato de Dios por la guerra civil independentista y la ruptura emocional con España que tanto daño nos ha hecho (ver, Venezuela: Identidad y Ruptura), y el surgimiento de la riqueza petrolera que aunque trajo incontestables beneficios —más salud y educación, por ejemplo— también distorsionó no sólo la economÃa del paÃs sino nuestra visión de nosotros mismos. A pesar de todas estas rupturas, hay algo que nos une y nos amalgama. Esto, según José Balza, es una “espiral expresiva de una totalidad social en construcción, aunque asà no sea advertido por quienes la vivimosâ€, “un magma paralelo a las leyes y los ministerios, a las noticias y las ideologÃas. Algo emerge desde las sombras de la más remota tradición indÃgena, negra o blanca y va reflejándose en todas las instancias de la sociedad para nutrirse de sus voces, costumbres, intimidades e imaginaciones.â€
Nos recuerda José Balza que somos un pueblo muy visual “inclinado altamente a la percepción, al goce, a la exploración y la expresión imaginaria de lo visual, traducido todo esto en el uso del color, la lÃnea, el espacio, las formas, las materias.â€
La pintura y la música, más no mi querida ciencia, han tenido una gran atracción entre nosotros. Este mes de agosto de 2015 se conmemora los 25 años —una generación— de la muerte del gran pintor, escultor y, ensayista —su obra Memoria crÃtica asà lo confirma— Alejandro Otero (El Manteco, Estado BolÃvar, 7 de marzo de 1921– Caracas, 13 de agosto de 1990) y esta es una oportunidad para celebrar la obra creativa que él dejó entre nosotros: sus cafeteras, sus coloritmos, sus esculturas y su prosa.
Su obra ha sido recientemente reseñada en la prensa (ver Alejandro Otero, indeleble). Quien escribe no es un crÃtico de arte, ni mucho menos un artista, muy difÃcil es, pues, que desde estas lÃneas pueda hacer justicia al trabajo artÃstico —de tan alto nivel— de un maestro del cinetismo. Me preguntaba, ¿cómo homenajearlo?Recordé entonces que además de pintor y escultor, Alejandro Otero también fue un gran comunicador de sus ideas y de su arte, y hasta allá me fui, a releerme en estos dÃas su Memoria crÃtica¹. Su disidencia hace vibrar mi materia gris.
Y, entonces, pensé, ¡qué mejor cosa que dejar que fragmentos de su prosa expresen algunas de sus ideas y de sus dudas, y de su transitar como venezolano por el mundo del arte! Y asà lo hago aquà abajo, en una pequeña selección de fragmentos de sus escritos cuya lectura me llegó y me tocó profundamente (no sé, digo, pero por algo habrá sido).
Antes de finalizar este preámbulo introductorio, quisiera dejarles aquà con un texto crÃtico sobre la obra de Alejandro Otero que yo no puedo escribir, pero que tampoco hace falta que lo haga porque José Balza ya lo escribió por mi en su Pensar a Venezuela² (de donde también provienen todas las otras citas de arriba):
«El artista practicaba un trabajo de factura rebelde, que lo ha llevado a explorar, con manÃaca precisión estructural, objetos de uso cotidiano: cafeteras, botellas, candelabros. Es Alejandro Otero (1921-1990), y su lógico proceso analÃtico desemboca en superficies de rÃtmicas pinceladas sobre las cuales la presencia de los objetos comienza a diluirse. No tardará ese fondo en transformarse: pálidas zonas blancas, azulosas, rosáceas. Del objeto sólo van a quedar sugerencias, unas lÃneas inclinadas, cuyo color tampoco es muy diverso. De aquellos objetos arquitectónicamente desplegados, de su colorida corporeidad apenas restan residuos: el pincel ha tachado las formas, lo reconocible y en el espacio flotan enigmáticas alusiones al color, lÃneas fracturadas, asomos de un ritmo escueto, cuyo origen, cuyas relaciones con la imagen precedente no lograrÃamos concebir.
El artista, al entregarse en esta sÃntesis, también se ha replegado. Hay algo impersonal, un ocultamiento tras la sucinta plenitud del cuadro. Y sin embargo, nada respira misterio aquÃ: lo escueto es la totalidad».
Alejandro Otero, fragmentos con sentido y significado
En Josef Albert en la Sala Mendoza, 1964. ⇒(a)
«Todo pintor posee un alfabeto de formas que le es propio, y que suele ser la complejidad de ese mismo alfabeto lo que a veces se toma como universo infinito del artista».
En El territorio del arte es enigmático (Para mi hija Carolina), 1988. ⇒(b)
«El territorio del arte es enigmático, fluctuante, movedizo. Cuando uno cree tenerlo entre las manos se volatiliza, se escapa. Nadie sabe por qué el fenómeno de la creación aparece y desaparece, por qué escoge de pronto un o dos figuras cimeras capaces por sà solas de llenar una época. Por qué cambia de modo tan inesperado sus leyes. Por qué decae o se hace más intenso y profundo en ciertos perÃodos. Por qué puede convertirse en hecho unipersonal en todas partes y los centros de concentración creadora volverse improductivos y yermos. Es como si desafiara toda posibilidad de codificación, abierto del modo más insospechado hacia el devenir».Â
En Carta a Guillent Pérez, a propósito de limbos y apocalipsis, 1965. ⇒(c)
Esto se relaciona con varias cartas sobre el arte latinoamericano de Marta Traba que Guillent respondió y que Otero comenta y responde; forma parte de una famosa polémica sobre el arte latinoamericano iniciada, en las páginas del Papel Literario de El Nacional, por la crÃtica del arte colombiana Marta Traba (1930-1983) con un artÃculo publicado el 2 de mayo de 1965, en donde participaron, entre otros, Alejandro Otero, Ludovico Silva, J. R. Guillent Pérez —educador y filósofo—, Guillermo Meneses y Alfredo Chacón), 1965:
«(…) Qué extraordinaria interpretación la de tu contradictora [Marta Traba], acerca de lo que siempre consideramos como crisis de la cultura de Occidente. La diferencia está en que para nosotros ese «apocalipsis», en lugar de amedrentarnos, ha sido el signo más positivo y estimulante de nuestro tiempo. Siempre comentamos acerca del papel que nosotros los latinoamericanos estábamos llamados a cumplir dentro de esa crisis, a condición de que supiéramos asumirla plenamente. Como latinoamericanos, nos sentÃamos angustiados de saber que todo lo que acontecÃa se estaba decidiendo sin nosotros, sabiéndonos tributarios de ese mundo que desconocÃamos casi por completo.
«A nuestra llegada a Europa constatamos [Otero llega a ParÃs en 1945] que todo aquello en lo que habÃamos creÃdo se encontraba en estado de quiebra: quiebra de creencias, de formas, de valores. Era que el mundo tradicional se venÃa a pique, dejándonos en completa indigencia. Tratamos, sin embargo, de remontar la corriente, tú a través de los libros, yo a través de los museos y de los viejos monumentos.
«Pero, cuando nos enfrentamos a nuestra propia creación ¿de dónde asirse? Recuerdo como una ignominia haber tenido que recostarme del hombro de Picasso como el único apoyo posible para una vocación que apenas se iniciaba y que debÃa, forzosamente, desarrollarse y proseguir. HabÃa resuelto pintar para mà mismo, sin pretensiones, aislado en la propia condición de desahuciado que me vi forzado a imponerme. Una mano de un amigo, otra mano en naufragio, me ayudó a buscar orilla, ¿te acuerdas? Y comenzábamos a comprender, a sentirnos en la misma situación de los otros, atisbando horizonte. Eso, sin lugar a dudas, era estar dentro del «apocalipsis»».
En Sin tÃtulo, circa 1979. ⇒(d)
«(…) La palabra exilio no creo que haya sido la más apropiada. He pensado que en esta coyuntura del paÃs y de mi trabajo, Estados Unidos representa una posibilidad de continuidad y desarrollo de mi obra que no serÃa sensato rechazar. Siempre será cuestión de ir y venir».
En Alejandro Otero rinde cuentas a Venezuela, 1981 ⇒(e)
«El año pasado di a un diario capitalino unas declaraciones un poco patéticas sobre mi situación en Venezuela. Eran, sin embargo, sinceras. En ellas hablaba de la decisión de irme por un tiempo fuera del paÃs, cosa que al fin he logrado. No por escapar de nada, sino por salvaguardar, más bien, lo que desde un principio me propuse entregar a Venezuela: la continuidad, con todos sus altibajos, de una existencia que se tradujera en obra. En se tiempo veÃa todo oscuro. HabÃa perdido mis asideros».
En Balance y proyección, 1985. ⇒(f)
«(…) Me considero comprometido con este paÃs. Siempre he pensado que le debo todo. La luz que vi por primera vez fue la de aquÃ. Los seres que he amado vienen del mismo origen: creo que pensaban y respondÃan como yo. La obra que he hecho la he dedicado a los mÃos. Lo he dicho a veces, lo he sentido siempre asÃ. En contrapartida, no he esperado nunca nada: he creÃdo que mi deber estaba en dar. A ello me he dedicado, al menos. Tengo sobradas razones para esa obligación. Ahora ha sucedido algo imprevisto. Se me ha hecho sentir que formo parte de una comunidad, que esa comunidad está conmigo y siente orgullo de lo que hago, que mi obra le pertenece, que está contenta de que sea de los suyos. Es mi mayor retribución. Ese sentimiento es nuevo, puesto que siempre me he sentido más bien solo. Me creà el más difÃcil y aislado por cuestiones de código».
En Solo quisiera ser puntual, 1990. ⇒(g)
«TODOS TENEMOS una deuda con la muerte, que debemos pagar algún dÃa». Albert Einstein.
«Esta es una verdad sencilla e incontrovertible. Pero paralelamente a ella están nuestros compromisos con la vida, que no admiten ser pospuestos. Esta última verdad parece ser lo que se nos impone primero, pues la fuerza con que se manifiestan en nosotros, dirÃamos la urgencia de todo momento con que se nos presiona, nos hace ir relegando la primera, siempre, a un después que termina por diluirse en lo intemporal. Pero el acercamiento a la realización de nuestros compromisos con la vida, que es como quien dice con nosotros mismos en nuestras complejas relaciones con lo real, lo existencial, etcétera, poco a poco aproxima una a otra. Mas, ¿en qué momento podemos sentirnos listos para la entrega final.
«Las exigencias de lo vital a veces son tan tramposas que nos hacen ir retrasando el enfrentamiento con él capÃtulo definitivo. De allà la premura con que nos toca asumir todo lo que va a constituir, llamémoslo asÃ, nuestra responsabilidad más concreta sobre el mundo (que no aparece de pronto como en un momento dado el despertar de la vocación, por más que éste no sea un proceso sencillo de resolver, pues sus exigencias pueden ser cambiantes escurridizas, difÃciles de alcanzar).
«(…) Siento que voy acercando al momento en que mi deuda mayor tiende a aproximarse a cuanto la fue relegando a lo intemporal. Lo que rechazarÃa son esas prolongaciones artificiosas de la salud, capaces de llevarme a una impuntualidad innecesaria.
«Yo admiro mucho a Proust. Acosado por el asma se veÃa forzado a dictar su novela por trozos. El dÃa en que dijo: <<punto final>>, se quedó sin aliento.â€
Solo quisiera ser puntual  fue el último artÃculo publicado por Alejandro Otero en El Nacional, en fecha, 11 de julio de 1990 (todavÃa recuerdo el dÃa, cuando sentado en mi oficina en Maraven S.A., lo leà en la prensa del dÃa —quedé sin palabras, anonadado, ido a otra dimensión).
El 13 de agosto de 1990, Alejandro Otero se quedó sin aliento.
Saludo al siglo XXI
En 1989, su libro Saludo al siglo XXI ³ era publicado por Armitano Editores. Este libro es el resultado de más de un año de trabajo que Alejandro Otero llevó a cabo en el Centro CientÃfico IBM de Venezuela, a partir de mayo de 1987, como investigador visitante.
Es algo inusual que un artista asuma este papel de investigador visitante. Sin embargo, Alejandro Otero no fue el único, en esa misma institución, Rolando Peña también lo harÃa después en un trabajo que fue publicado como Mene Digital, Ediciones IBM de Venezuela, 1993. Alejandro Otero y Rolando Peña son pioneros en el arte digital en Venezuela.
Actualmente, como una extensión del Proyecto VES, según lo explico en el BoletÃn de agosto 2015, recién se inicia un estudio del impacto que el Centro CientÃfico IBM tuvo en la ciencias fÃsicas y en las artes digitales en Venezuela.
En su artÃculo De la idea a su compleja representación espacial (1987, en Memoria crÃtica, p. 729), Alejandro Otero explica cómo y por qué se inició en el proyecto:
«Siempre pensé en la posibilidad de una máquina que me ayudara a resolver ciertos problemas de mi trabajo, a desarrollarlo de una manera más concreta, a dar realidad a centenares de ideas que de otro modo permanecerÃan en estado de esbozo o aproximaciones, puesto que soy yo solamente quien puede dimensionarlas y llevarlas de la simple anotación expresiva, a «existir» como obras cumplidas, y hay demasiado.
«(..) Ahora tuve la suerte de que IBM de Venezuela pusiera a mi disposición una de esas máquinas milagrosas, tal vez la más sofisticada y completa que existe [es probable que se refiera a los terminales gráficos IBM 5080], y ella me auxilia haciéndome «palpar» muchos de mis sueños para sumarlos a los que he ido realizando a través de los años. La idea la tuvo Claudio Mendoza (PhD en FÃsica Atómica y AstrofÃsica de la Universidad de Londres) a quien vi nacer y se crió como un hermano al lado de mis propios hijos, investigador permanente del Centro CientÃfico de la prestigiosa institución [actualmente, investigador titular del IVIC]».
Hoy, desde el siglo XXI, recordamos la memoria de Alejandro Otero quien, en 1989, nos saludaba con su nueva obra. Alejandro estamos bien, tus hijos bien, tus nietos bien, y algunos, como quien escribe, que te vimos, pero que realmente no podemos decir que te conocimos, estamos “buscando orilla†en este siglo XXI venezolano que es mejor que tu no lo hayas conocido.
Este siglo que nos ha tocado vivir, Alejandro, es nuestra propia «apocalipsis» y la traba de nuestras vidas. Pero dentro de este fuego, en sus calientes fracturas y fragmentos, cabe también imbuida una solución (o soluciones) de continuidad, mas no sé si —para mi— ella está aquà o acullá…. and that is the question.
SOBRE EL AUTOR: José G. Ãlvarez Cornett ( @Chegoyo en Twitter )
Miembro de COENER, del grupo “Physics and Mathematics for Biomedical Consortium“, y de la American Physical Society (APS). Representante de los Egresados ante el Consejo de Escuela de FÃsica, Facultad de Ciencias, UCV.
@ Chegoyo 2015