Paquete #3 1
Beto Benítez interpreta al Cholo, un taxista peruano que por circunstancias oscuras debe huir de su país para trabajar en Venezuela.

Las filmografías de los países a veces son como habitaciones donde el aire se contiene y se enrarece. Vemos una película tras otra y pareciera que la mayoría comparte las mismas falencias y virtudes; nada salta a la vista y las historias se solapan como si estuvieran elaboradas en una fábrica de producción masiva. Por eso es necesario que, cada cierto tiempo, alguien abra las puertas y ventanas para que la habitación se ventile; alguien que vea más allá de sus fronteras sin perder el contacto con su realidad; alguien que decida hacer una rareza para cambiar un poco el sistema, que tome el riesgo de no subestimar a su público… una labor harto complicada, pero necesaria. Por ejemplo, el trabajo que llevó a buen puerto Alfredo Hueck con su ópera prima Paquete #3. Una comedia enrevesada con toques de acción, suspenso y drama que viene a sacudir las salas de cine nacional, trayendo aires nuevos a nuestra filmografía.

Contada de forma diacrónica, Paquete #3 presenta la historia del Cholo (Beto Benites), un taxista peruano que por circunstancias oscuras debe huir de su país para trabajar en Venezuela. Por vueltas del destino, el Cholo termina conociendo a un personaje extraño llamado el Ruso (Pavel Roschupkin) quien le ofrece un trabajo como asesino a sueldo. Más allá de la excelente paga, el negocio viene con hospedaje incluido, comida, diversiones entre hermosas chicas y un grupo de compañeros entrañables de diferentes nacionalidades que se desempeñan en lo mismo. Desde ese momento, las cosas para el Cholo comienzan a marchar bien, pero lo que él desconoce es que la violencia es una espiral de la que nadie se puede escapar.

Lo primero que llama poderosamente la atención de Paquete #3 es su propuesta visual agresiva. Aunque varios de sus referentes cinematográficos saltan a la vista (como Guy Ritchie, David Fincher, Danny Boyle, Quentin Tarantino, entre otros), la mezcla es de tal finura que Hueck logra caminar como funambulista en esa delgada línea que es el homenaje y la estética propia, rindiendo culto a sus maestros y manteniendo su personalidad como director. Su guión diacrónico obliga al espectador a prestar suma atención a los detalles desde que comienza el largometraje, y la labor de Emilio Lovera como narrador omnisciente le da dinamismo a la historia. Esto va acompañado con un impecable trabajo gráfico que se usa para contar parte de la vida de algunos personajes y el contexto en el que se desarrolla la película. Algo que hay que resaltar es el tratamiento particular que se le da a la violencia en Paquete #3. Siguiendo el ejemplo de Michael Haneke, el director venezolano sabe que la peor agresión es aquella que no se ve. Por eso juega con la imaginación del público, usando animaciones en las escenas de violencia explícita. Un recurso inteligente que Hueck sabe bien cuándo usar y cuándo no (para darnos a veces de frente con la crudeza y sequedad de esa violencia que pocas veces vemos en pantalla, la que es real y sin adornos).

El otro gran acierto de Paquete #3 reside en sus personajes y el elenco que les da vida: todos se roban la simpatía del público por su rareza. Una galería conformada por un excéntrico ruso, un polaco paranoico, un policía inepto y corrupto (Vicente Peña), un asesino en serie perverso (Guillermo Londoño), un astuto cantinero (Emilio Lovera), un colombiano que todos tildan de narco, pero que ni siquiera bebe (Leónidas Urbina), un uruguayo al que tratan como argentino (Eduardo Gulino), un mexicano cuya apariencia fuerte disfraza su ternura (Salvador Villegas) y, por supuesto, el estoico Cholo, quien se roba el show en todo momento con su caracterización.

Paquete #3 es de esas películas que te reconcilian con la filmografía nacional. Es una historia arriesgada, bien contada, con personajes entrañables y valores estéticos y narrativos que la elevan muy por encima de sus contemporáneos en cartelera. A pesar de lo cuesta arriba de su proceso de producción y de haber sido rodada hace cinco años, Paquete #3 pareciera estar más vigente que nunca, demostrando que Hueck supo conectarse con el espíritu de su tiempo al exorcizar en la gran pantalla parte del inconsciente colectivo de nuestro país (labor a la que muchos cineastas le han huido por su complejidad). Sin ánimos de exagerar, se trata una de las mejores películas del cine venezolano contemporáneo y debería ser un ejemplo a seguir para muchos jóvenes cineastas.

Lo mejor de todo: se acaba la proyección y aunque tenemos una sonrisa en los labios, hay un pedacito amargo en nuestro corazón. Hueck nos sorprende con una historia agridulce, algo que pocos directores tienen el valor de hacer —y más en estos tiempos de cine complaciente. Paquete #3 nos da una bofetada de realidad en la cara y lejos de responder preguntas nos plantea dilemas. Al final terminamos pensando en nuestro presente y reflexionando quiénes son los verdaderos responsables de enviar los paquetes.

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Por: Luis Bond | TW: @luisbond009

https://youtu.be/_cpJ9Q-sqdg

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