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La lucha de los egos es uno de los ingredientes fundamentales del nuevo film de Alejandro González Iñárritu.

Desde su debut con Amores perros en 2000, Alejandro González Iñárritu se ha perfilado como uno de los directores contemporáneos más interesantes de su generación. Él, Alfonso Quarón y Guillermo del Toro han insuflando vida nueva en Hollywood, dejando el nombre de México y Latinoamérica en alto. La impronta de Iñarritú salta a la vista en todos sus films: historias pobladas por personajes desesperados y arrastrados por sus pasiones en busca de la redención. Largometrajes dramáticos en su puesta en escena y planteamiento que nos dejan con un sabor amargo en la boca y reflexionando acerca de nuestros limites y obsesiones. Birdman (Birdman: Or The Unexpected Virtue of Ignorance) es su obra más reciente y, probablemente, la más interesante de su filmografía. Una película que, a pesar de dividir a la crítica en posiciones de amor y odio, quedará en la historia del cine contemporáneo como uno de los experimentos narrativos más interesantes que se han hecho.

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Birdman narra la historia de Riggan (Michael Keaton), un actor venido a menos que en su pasado encarnó a Birdman, un super héroe que le trajo fama y fortuna. Cansado de vivir bajo la sombra de su personaje, Riggan decide montar una adaptación de Raymond Carver en Broadway para demostrarle al mundo su talento y desligarse de esa figura comercial que representa el héroe que lo catapultó al estrellato. En el proceso, Riggan debe lidiar con su hija Sam (Emma Stone) que acaba de salir de rehabilitación por abuso de alcohol y drogas y con un cast lleno de actores inseguros que se ven opacado por Mike (Edward Norton), el niño mimado de Broadway y que desea brillar más que Riggan. Contada como si fuese un gran plano secuencia, Birdman retrata todos los entre telones de la obra de Riggan, las complicaciones que sufre y sus alucinaciones causadas por su inseguridad. Una suma que termina llevándolo al borde de la locura y en la que nos sumergimos gracias a la frenética cámara de Iñárritu que sigue a Riggan hasta su descenso al infierno (y sin cortes).

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El principal atractivo de Birdman fue el artificio visual que hizo Iñárritu para que toda la película pareciera un plano secuencia (la cámara se mueve a través del escenario siguiendo a los personajes creando la ilusión de jamás cortar, como si grabara una obra de teatro en una sola toma). El efecto, más allá de ser un capricho del director, obedece a una razón de peso. Iñárritu quiere que el espectador sienta la angustia del personaje principal, acompañándolo sin parar, a través de movimientos bruscos de cámara, creando elipsis y manteniendo la ilusión de nunca cortar. De esta forma, el tiempo se desdibuja, los días y las horas se confunden como si fuesen una sucesión de minutos que se abalanzan sobre Riggan y el montaje de su obra. Al final del film uno termina extenuado como si hubiese pasado una larga noche con insomnio.

Si bien es cierto que ya hay precedentes en esta puesta en escena (La Soga, Gravedad, El arca rusa, La casa muda, entre otras), Birdman llama la atención por contar con actuaciones de primera, un cast de lujo y retratar un poco de la megalomanía y paranoia que viven los actores en Hollywood. Además, los movimientos de cámara son terriblemente complicados al tener actores subiendo y bajando escaleras, corriendo, golpeándose, entrando y saliendo de sitios, espejos, pasillos estrechos y decenas de detalles que hicieron de su rodaje —sin lugar a dudas— un ejercicio de precisión sin precedentes. Harto merecido está el Oscar a mejor director y mejor fotografía para semejante puesta en escena.

Birdman es una película amor-odio. Su racha en la última edición del Oscar está bien justificada —salvo mejor guión, por ser precisamente este su talón de Aquiles— y trascenderá en la filmografía del mexicano y la estética cinematográfica contemporánea. Iñárritu lo vuelve a hacer, esperemos que en su próximo film no se intoxique como su personaje y que siga tomando riesgos sin caer en la locura que muchas veces invade a los directores laureados.

Lo mejor: Su puesta en escena teatral, tanto narrativa como actoral. Sus secuencias alucinantes, con efectos de cámara incluidos. El regreso triunfal de Michael Keaton. Ver a Edward Norton una vez más luciéndose. Disfrutar de Galifianakis en otro registro diferente al habitual.

Lo malo: El desarrollo irregular en los diálogos de su guión, alternando entre lo sutil e inteligente a lo obvio y mal intenso. A pesar de su excelente caracterización, el personaje de Emma Stone queda poco desarrollado en la historia.

A continuación vea el trailer:

 *Publicado originalmente en globovisión,com

http://globovision.com/birdman-o-el-esperado-triunfo-de-la-experimentacion/

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