Tequeños
Daniel Ariza se dedica a los sabores venezolanos y vende como mínimo 100 tequeños al día en Cedritos.

Se apellida Ariza, como el Florentino de El Amor en los tiempos del cólera, pero en lugar de cartas de amor escribe (y prepara) menús. Tiene 21 años y vende, al menos, 100 tequeños al día.

Daniel Ariza es un emprendedor prematuro. A los 16 años empezó a estudiar gastronomía en Bucaramanga, luego de culminar el bachillerato en su Maracaibo natal, y cinco años después gestiona —“hago de todo”, dice él— un local en Cedritos, en el norte de Bogotá, el área más venezolana de la capital colombiana. Pero, ciertamente, era un designio del destino: hace 50 años su padre, Casimiro Ariza, inició el viaje a la inversa: de La Guajira colombiana se instaló en Maracaibo, donde abrió un pequeño local de comida rápida tras unos devaneos en los rings de boxeo.

Daniel Ariza es, además, un hijo agradecido. Así que su local lleva el nombre del padre, Casimiro, una identificación apenas conocida en Colombia pero con sonoridad en Maracaibo, donde es una referencia cuando se quiere comer una arepa cabimera o un tumbarrancho. En la capital zuliana tiene tres locales y un servicio móvil para eventos privados: Casimiro Express. “A mi me papá se le aguaron los ojos cuando supo que repliqué su idea en Bogotá”, cuenta Daniel, quien logró asociarse con un empresario de telecomunicaciones que anda a saltos entre Maracaibo, Bogotá y Santa Marta. “Es como mi segundo padre”, dice este joven, vestido de saco gris, que usa lentes de pasta y más que hablar, susurra.

Con una inversión que ya supera los 80 millones de pesos (cerca de 40 mil dólares), Casimiro abrió hace apenas seis meses en Cedritos, un lugar que ya se conoce como Cedriven o Cedrizuela, según los gustos, porque en un área de 20 a 30 cuadras abundan los locales regentados por venezolanos. Pero el negocio de Daniel Ariza atiende —y consiente— a ambos públicos: entre 8:00 am y 3:00 pm se sirven los platos típicos colombianos: la bandeja paisa, el ajiaco y la carne asada; y a partir de esa hora, caen por allí venezolanos, en particular maracuchos, que degustan arepas —entre todas, la de pernil es la más solicitada—, tequeños, patacones o se toman su polarcita o un ron Cacique.

A Ariza le ha ido tan bien que ya está pensando en ampliarse. A la inversión inicial hay que sumar un alquiler mensual de 6 millones de pesos (un poco menos de 3.000 dólares) y una nómina que incluye a nueve personas. Pero entre tequeños —100 al día— y arepas —entre 600 y 800 a la semana— ya cubre costos. En particular, si algunos comensales se deciden a pedir la arepa cabimera, que cuesta 22 mil pesos (casi 11 dólares), un plato que solo puede concebir un maracucho, porque la susodicha lleva carne mechada, pollo y carne asada, pernil de cerdo, queso de mano, papa rallada y mucha salsa de tomate y tártara.

A ese coctel explosivo se suma el tumbarrancho, una popular invención zuliana, que consiste en una arepa frita, crujiente, rellena de varias carnes y salsas. “Aquí gusta mucho, incluso entre el público colombiano”, agrega Ariza, quien asegura, casi jura, que los sábados hay que hacer cola para entrar en el local. La meta de este emprendedor prematuro es que Casimiro pronto salte de Colombia a otros territorios donde ahora se sienten los venezolanos. “Aunque nuestra idea es complacer a todo tipo de público”, advierte.

*Publicado originalmente en Konzapata.com.

http://konzapata.com/2014/12/sabor-maracucho-en-el-barrio-venezolano-de-bogota/

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