Exodus 2Un sabroso chiste de Fernando Yurman evoca la encrucijada histórica de Moisés y su pueblo, entre el Mar Rojo y el ejército egipcio. Uno de los suyos se adelanta, se presenta como el director de Relaciones Públicas y sugiere, con toda confianza, ordenarle al mar que se abra. El resto es historia conocida. Una vez del otro lado Moisés felicita efusivamente al desconocido, quien con una sonrisa le responde: «Y esto no es nada, además conseguí siete páginas de cobertura exclusiva en la Biblia y estamos negociando los derechos para el cine».

El cuento bien pudiera explicar —entre otros pero sin duda en primer plano— los veinte mandamientos de Cecil B. de Mille (10 de 1923 en versión muda y otros diez en 1956, en Vistavision, Technicolor y con Charlton Heston como Moisés y Yul Brynner como Ramsés). Ambas versiones compartían el mismo título, el mismo director y la misma historia pero no la misma motivación. En 1923 el cine buscaba afirmarse como espectáculo (el pionero David Griffith había aportado lo suyo, triunfando con El nacimiento de una nación y fracasando con Intolerancia) y apelaba a los grandes temas de siempre para capturar público. Treinta años después Hollywood empezaba a perder una batalla contra la televisión y, entre otros recursos, echaba mano de los mismos temas en formato de la nueva época.

Había otro elemento, menos obvio. Quien lideraba el país era un general admirado por todos luego de haber conducido a su pueblo a la victoria total contra los infieles que desconfiaban de la democracia y era justo que otra historia de liderazgo descomunal le rindiera su debido homenaje. Un paréntesis obligado que remite a la sabiduría que el chiste de Yurman revela y oculta al mismo tiempo: las películas que tienen que ver con la Antigüedad o el Viejo Testamento deberían verse como un acto de autoafirmación del poder o contra él. Intolerancia es Hollywood anunciando su omnipotencia. Espartaco de Stanley Kubrick es la rebelión del productor Kirk Douglas frente a la lista negra de Hollywood al hacer firmar con su nombre al libretista proscrito Dalton Trumbo. Cecil B. de Mille es la proclamación de los valores conservadores y familiares frente al embrión contestatario de los cincuenta. Y no hablemos de Cleopatra, ese último manotón de la industria por pisotear a la televisión a punta de estrellas y monumentos (Y de paso no olvidemos a Bolívar, porque al fin y al cabo, la Revolución también suspira por su Oscar). Porque toda época política tiene su correlato imaginario, más o menos discernible en su momento, que gana en claridad cuando la perspectiva del tiempo pasado lo ilumina. La famosa épica pues, que logra un salto cuántico frente los meros hechos, porque lo que trae es una narración de esos hechos dispuestos en una gesta más allá del tiempo y de toda discusión.

Y le toca el turno a la época Obama, ese joven de piel de esclavo, criado en el país de los dominadores de su pueblo que con su esfuerzo, su talento y la educación recibida llega para conducir a su pueblo a la cima de donde en mala hora fue arrojado. Ahora bien, no estamos en cualquier época, sino en la era de la imagen, con lo cual los miles de extras o las inefables construcciones de antaño quedaron para el olvido y son sustituidas por los efectos digitales. Mejor que mejor, porque no se trata de contar una historia que la mayoría ya conoce, sino de contarla de forma tan aplastante que a nadie se le ocurra cuestionarla.

Todo en una superproducción bíblica tiene que ser de proporciones ídem, desde el palacio del faraón en Menfis hasta el abre-cierra del Mar Rojo. Y la historia debe ser sencilla, con personajes que no sean más que la representación de los originales, sin más densidad que una comiquita inflada. Lo importante, lo capital, es que todo sea enorme, paquidérmico e irrefutable como el capricho del faraón, enfrentado a la tenacidad de Moisés. Después de todo, no estamos hablando de nimiedades.

La dirige un hombre particularmente talentoso para las imágenes furiosas, desde el reptil omnívoro de Alien a la recreación romana de Gladiador o Los Ángeles futurista de Blade Runner. Sin duda un film más de efectos que otra cosa.

Tal vez la película se colara mejor si no le sobraran al menos cuarenta minutos.

EXODUS: DIOSES Y REYES (Exodus: Gods and Kings) EEUU, 2014. Director; Christopher Nolan. Con:  Christian Bale, Joel Edgerton, John Turturro.

 

 

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