Marcha de oposición venezolana
Nunca antes la oposición había tenido un respaldo tan favorable como con el que cuenta actualmente.

La línea de los abusos se impone con fuerza.

Gritos y regaños para sus propios militantes suben de tono, ¿Qué quedará para los que no somos creyentes? Releo las encuestas de hace algunos años, que daban al gobierno mayoría; veo las de hoy y la popularidad del gobierno está en un claro segundo puesto. Una continua línea en bajada acompaña el desabastecimiento. No hay originalidad ni valentía en Miraflores, el descenso es inocultable.

Sin embargo, el ánimo de los sectores democráticos está resentido. Una paradoja ha tomado la calle. Los números les son favorables como nunca antes, pero una desesperanza les impide ver el presente con entusiasmo.

Los sectores democráticos estamos enredados.

Fertilizando la autoprofecía de que esto no tiene arreglo y que todo esfuerzo será al final escamoteado. Por supuesto, este sentimiento de abatimiento que se ha incrustado en buena parte de la oposición, el gobierno lo tiene bien monitoreado. Sabiéndose perdedor y conociendo la dificultad de subir la cuesta, es fácil deducir que el objetivo del régimen será insistir en desmovilizar a la oposición. Parece cantado.

Conociendo el gobierno lo que dicen las encuestas y lo que se siente en la calle, profundizará en lo hecho con anterioridad: tomará todas las medidas arbitrarias posibles relacionadas con el CNE, abusará de la publicidad gubernamental en los medios, utilizará los recursos del Estado y de cada ministerio para favorecer a los candidatos oficialistas, etcétera. Buscará con saña que la autoprofecía, que buena parte de la oposición maneja, se fortalezca: «aquí no hay nada que hacer con este gobierno abusador, autoritario y dictador». Dirán también: «sí, las encuestan nos dan adelante, pero al final algún conejo sacarán debajo de la manga».

Todas las acciones y medidas que generen urticaria en la adolorida piel de la oposición, el régimen tratará de imponerlas para que la autoprofecía crezca y la abstención a la hora de las elecciones se haga realidad.

Es su única manera de ganar. No tenemos duda de que esta es y será la línea gubernamental. Serán feroces.

Cada medida arbitraria e ilegal habrá que denunciarla y combatirla en todos los escenarios democráticos en cuanto aparezca. Probablemente no será suficiente para detenerlas.

Sin embargo, nunca antes la oposición había tenido un respaldo tan favorable como con el que cuenta actualmente.

Mantener este apoyo no sólo es responsabilidad de la dirigencia, que lo es, sino también de los ciudadanos. Ya sabemos de las triquiñuelas y de la desesperanza que el gobierno fomenta en una sociedad que nunca antes había visto con tal claridad la necesidad de un cambio.

La persistencia en la calle y en las votaciones sigue siendo el camino seguro para volver a ser país.

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