Nebraska 3
Woody es un héroe trágico, sí, pero depurado de esa grandilocuencia a menudo encarnada en las grandes tragedias, porque todos los conflictos que la película describe son conflictos menores, de gente pequeña, que se degrada aún más con los mismos, salvo el protagonista.

Hay un formato muy americano que se popularizó en los seenta: el road movie, el cine de carretera. Su ejemplo emblemático es Easy Rider, aquella película de 1969 hecha con dos lochas y que se transformó en símbolo de una época. Ese paso de lo urbano (reducto último del realismo social siguiendo el ejemplo del cine italiano) a lo ancho de los caminos, tenía varios sentidos. En primer lugar el abandono de la ciudad era el inicio de un viaje y una relación con el paisaje que le permitiría a los personajes descubrirse a sí mismos. Era, además, el corolario lógico de un género que iniciaba su declive: el western. No en vano, todos los road movies transcurrían en California. En todo caso, el virtual género se estableció con fuerza y fue mutando a través de los años, sin que sus presupuestos variaran tanto.

La obra de Alexander Payne tiene varios ejemplos, de los cuales Nebraska (2013) es el último (y probablemente el más logrado). Lo antecedieron About Schmidt (2002), sobre viudo reciente que emprende un viaje por tierra para asistir al casamiento de su hija, o Sideways, dos años más tarde, que pretextaba el descubrimiento del vino para narrar un viaje de despedida de bodas entre dos amigos.

El más reciente título viene a completar esta virtual trilogía con un punto de partida acaso más ascético. Un hombre viejo recibe uno de esos premios equívocos que le promete un millón de dólares si lo retira en Lincoln, en la Nebraska del título. A pesar de las protestas de su esposa y uno de sus hijos, el otro hijo consiente en acompañarlo a regañadientes, sabiendo que el tal premio es una estafa. En el camino visitarán el pueblo donde el protagonista vivió y donde están su hermano y su ex socio, beberá muchísimo y tras varias vueltas del libreto llegará a reclamar el inexistente premio. El premio en sí no tiene importancia alguna, es un pretexto para que el personaje comience su viaje hacia su pasado, esta vez acompañado de su hijo.

El cambio en el formato es interesante.

Si los protagonistas originales del road movie eran jóvenes contestatarios de los sesenta y setenta, cuarenta años más tarde quienes viajan y se descubren son esos mismos jóvenes que llegaron a viejos, acompañados de sus hijos. Viajan, además en blanco y negro, como para reafirmar la desnudez de la trama, y el aparente vacío de la vida de los protagonistas. Porque Woody (un inmenso Bruce Dern, justamente premiado por su papel) es un ser anónimo, un perfecto personaje de otro californiano (adoptado) de pluma magistral llamado Raymond Carver. Porque poco ha ocurrido en su vida, salvo desengaños gigantes para su persona pero insignificantes para el resto del mundo. Este viaje, en pos de una quimera es su última oportunidad de redimirse, o por lo menos de reconocerse a través de un viaje probablemente definitivo y final. Ese reconocimiento tiene un catalizador importante en la figura de su hijo, capaz de acompañarlo en su búsqueda de El Dorado. Hay en los dos una aceptación de la vida transcurrida, un reencontrarse con lo que fue de algún modo pero tal vez hubiera podido tener un mejor desenlace, pero esa constatación hace de Woody un ser mejor, tal vez porque los que lo rodean, con excepción de su hijo, son seres mezquinos, ya sea porque lo estafaron en el pasado o porque le quieren quitar el dinero que ni siquiera ha cobrado.

Este paseo por un mundo rapaz, sin más defensa que la indiferencia es lo que refleja la grandeza del protagonista, y lo que hace de la película un film mayor. Porque rescata esa pequeñez y el valor de perseverar en un camino, mucho menos por el resultado económico que por la gloria de afincarse en la jornada por completarse.

Un héroe trágico, sí, pero depurado de esa grandilocuencia a menudo encarnada en las grandes tragedias, porque todos los conflictos que la película describe son conflictos menores, de gente pequeña, que se degrada aún más con los mismos, salvo el protagonista. El final es un triunfo, tal vez muy poco más grande que la quimera que perseguía Woody, pero una reafirmación de la persona frente a los que hicieron de él una víctima digna. De lo mejor del año.

 

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