Censura 1Cortesía de http://blog.latercera.com/blog/rahumada/entry/el_drama_de_venezuela_la

Lo imprevisible en la historia, fruto de la libertad en el tiempo, esa contingencia que destruye las más perfectas de las ingenierías sociales y políticas construidas por el hombre para dominar al hombre (ideología), ha hecho una impetuosa irrupción en Venezuela, permitiendo que surjan con fuerza inusitada las grandes esperanzas y demandas políticas, sociales y económicas que el artífice de la “revolución bolivariana”, Hugo Chávez, había logrado controlar gracias a un descarado clientelismo —el mismo que practica Rafael Correa en Ecuador— la manipulación de los mass media y la estatización de la sociedad que le garantizaron sucesivos triunfos electorales. Como lo anticipara Mario Vargas Llosa, caído el caudillo el muro de contención del chavismo se derrumbaría.

La consecuencia más significativa de la desaparición del discípulo predilecto de Fidel fue el cambio radical que se produjo en el eje de la discusión ciudadana. Del tema de la profundización de la revolución, del odio social y la entronización del Estado se ha pasado rápidamente al gran tema de la reconstrucción del ethos republicano y la reconciliación nacional sin la cual no es posible una democracia estable. Esta reconstrucción del ethos republicano en la Venezuela post Chávez, exige como condición necesaria, la separación de la sociedad civil del “aparato” estatal. Se trata —como lo ha recordado Fernando Mires— de desplazar a un grupo enquistado en el poder, una suerte de “clase estatal” dominante formada al interior de los aparatos del Estado y resguardada —incluso en su indesmentible corrupción— bajo la imagen del líder supremo (Hugo Chávez):

Efectivamente, durante el chavismo Venezuela ha asistido a una toma del poder, pero no del pueblo hacia el Estado sino del Estado hacia el pueblo. O dicho así: lo que ha tenido lugar en la Venezuela de Chávez no es más que el progresivo secuestro de la sociedad por parte de una oligarquía estatal con un núcleo central, menos que militar, militarista. Con la dramática excepción de Cuba, el último de su especie en todo un continente” (Fernando Mires).

Es así como Nicolás Maduro, que imaginaba llegar al poder para prolongar la revolución chavista, se ha encontrado súbitamente con un escenario ciudadano donde intentar llevar a cabo dicho proyecto era sencillamente un suicidio político. Su misma asunción estuvo cargada de malos augurios con respecto a la legitimidad de su cargo. Legalmente era a Diosdado Cabello a quién le correspondía la sucesión de Chávez. Segundo, su estrecho triunfo en las urnas sobre Capriles dejó la sensación en la opinión pública de un fraude electoral. Tercero, cómo explicar que en tan breve período de tiempo Maduro haya perdido el enorme capital electoral obtenido por Chávez frente al mismo Capriles. Cuarto, su cuestionado origen, muchos lo consideran colombiano o cubano pero no venezolano.

Lo anteriormente descrito hacía presagiar que si el “hijo de Chávez” —como se llama a sí mismo Maduro en su twitter oficial— no tenía la inteligencia y la prudencia política para abrir las fronteras que acabaran con el odio social promoviendo el diálogo político, para descomprimir el polvorín político, social y económico que venía en ascenso en Venezuela, la debacle y el estallido ciudadano sería solo un tema de tiempo. Por eso una vez que los estudiantes primero y la ciudadanía después desbordaron las calles de Venezuela, de Caracas a la Guayana o de Lara a Bolívar, en la mayoría de la gente quedó claro que era el inicio del fin de la larga tragedia política inaugurada por Hugo Chávez.

Se quiera reconocer o no, el proyecto del Socialismo del Siglo XXI hoy día no tiene ninguna viabilidad democrática en la tierra de Bolívar y de Bello, salvo que se imponga por la vía de la represión, el ejercicio de la violencia, la criminalización de la protesta ciudadana, y finalmente la imposición de una dictadura que parece a la luz de los hecho ser la opción que seduce a Maduro y sus secuaces. Esto explica la brutal represión ejercida en la noche de ayer en distintas zonas de Caracas contra población civil por militares, grupos paramilitares (tupamaros) y cubanos enquistados en las cúpulas de poder. En esa misma lógica se inscribe la amenaza de Maduro de “aplastar la rebelión en Táchira”, como modelo a seguir por el Gobierno.

Es esa falta de inteligencia política y el dogmatismo ideológico lo que le ha impedido a Maduro comprender lo que ocurre en el país real. La Venezuela del ciudadano común que se siente inseguro, que no tiene trabajo, que no encuentra los alimentos necesarios para proveer a su familia, que constata que sus salarios no alcanzan para llevar una vida digna, que el dinero no vale nada, que no tiene acceso a una prensa libre y sin censura, que se enfrenta a una corrupción generalizada, que contempla con indignación la presencia política y militar cubana, finalmente que siente que sus libertades fundamentales son constantemente amenazadas y reprimidas. Son todas estas razones y muchas más las que han llevado a la mayoría de los venezolanos de todos los grupos sociales a salir a las calles para exigir sus derechos, los mismos que están garantizados por la Constitución promulgada por Chávez. Ni siquiera las amenazas delirantes de un tirano sin control o la violencia desproporcionada contra sus propios compatriotas, a quienes constitucionalmente debería proteger y no reprimir y asesinar, pondrán fin a la libertad del valiente pueblo venezolano.

Creer de manera irrespetuosa que los venezolanos que marchan son fascistas en esa vieja verborrea ignorante de totalitarios cegados por el odio de clases, y que han repetido disciplinadamente algunos dirigentes estudiantiles de la extrema izquierda minoritaria chilena, no solo es una ofensa a la dignidad del pueblo venezolano, sino también una muestra patente de falta de inteligencia y sentido de humanidad, además de complicidad con los líderes de la represión y la tortura ¿No entienden acaso —cosa que es obvia— que los DDHH, al ser universales no tienen fronteras ideológicas? ¿No saben acaso que los partidos políticos de la oposición a Nicolás Maduro son miembros de la Internacional Socialista como el tradicional Acción Democrática, al igual que lo son el PPD, el PS y el PRSD de Chile? ¿En qué mundo viven? ¿Qué leen? ¿Quién los forma o, mejor dicho, los adoctrina?

Tengo la viva esperanza que Venezuela volverá a ser un país plenamente libre y soberano. La lucha de su pueblo son las vías de la verdad y de la paz. La sangre derramada por el heroísmo de sus jóvenes heridos y asesinados por el odio de un tirano disfrazado de demócrata, terminará derribando el muro de la intolerancia, el odio y la mentira para abrir los senderos de la libertad. Es en este instante de dolor y esperanza que vienen a mi mente esas maravillosas palabras de Mahatma Gandhi: «En los momentos de desesperanza, recuerdo que en el transcurso de toda la historia la vía de la verdad y del amor siempre ha ganado. Ha habido tiranos y asesinos, y durante un tiempo parecen invencibles, pero al final, siempre caen — piensa en ello, siempre”.

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