Alexandra Cariani
Alexandra Cariani condujo durante ocho años «Zona Libre» en la Cultural de Caracas, para ofrecer múltiples visiones de una ciudad en movimiento.

Saber es un deseo unánime y creciente de la humanidad de hoy. […] Hay, además, ese profuso libro hablado que una cultura más humana li­brará de la tiránica dominación del comercio, que se llama la radio.

Mariano Picón Salas

(Profecía de la palabra)

 

Ni de la tiránica dominación del comercio, esa que de forma solapada a veces, a veces impúdica, vende y compra espacios radiofónicos o televisivos –como quien de entre nosotros compra su pan de cada día–, ni de la otra tiránica dominación que ve en el saber un enemigo temible. Sujetos todavía a ambas, comprobamos con azorado dolor cuán lejos estamos de la profecía de don Mariano cuando en el día de ayer escuchamos la despedida de Alexandra Cariani y de su programa Zona Libre en la Emisora Cultural de Caracas.

Alguna vez comencé a escribir un artículo, que abandoné por taxativo, que iba a llamarse “Las voces que salvan”, y se refería, justamente, a esas voces que desde la Emisora Cultural de Caracas venían, inmateriales, a traernos el mundo a casa. A casa o al carro, donde estuviéramos quienes teníamos o tenemos la ventaja (una de las pocas) de vivir en esta ciudad a la que ahora el silencio de la Cultural no trae precisamente sosiego, al contrario: la batahola de una cultura unidimensional  nos irá encerrando en un mundo que, de tan pequeño, terminará por asfixiarnos.

Decía, pues, que dejé inconcluso el artículo en cuestión porque nombrar solo las voces que yo escuchaba con más frecuencia era dejar por fuera a muchos de esos otros Atlas que cargaban el mundo hasta mi casa, pero siempre supe, y ahora lamento no haberlo dejado por escrito con nombre y apellido, que muchos días, muchas horas de amargo estupor, de obstinante desesperanza, se aliviaron escuchándolos.

Solidaria con el hacer del otro, generosa en compartir información sobre la actividad cultural, objetiva en su decir, Alexandra Cariani se va, así lo creo, tan escasa de bienes materiales como cuando llegó hace ocho años a la emisora. No acumuló cuñas, no concertó arreglos con el poderoso caballero don Dinero y su bastardo “cuánto hay pa’ eso” al momento de reseñar un libro, un disco, una pieza de teatro. Su voz cálida era el lazarillo que nos guiaba, desinteresadamente, por una agenda donde la cultura era la única privilegiada.

Con esa misma voz se despidió ayer, sin enfado, sin altisonancias. En estos tiempos de ruidos soeces y silencios ominosos muchos se han ido del dial o de la pantalla sin decirnos adiós. Alexandra tuvo el temple de venir a decírnoslo, y se agradece; ahora nos toca a nosotros elaborar el duelo. Mientras la escuchaba me vino a la memoria no solo la frase de don Mariano que utilizo de epígrafe, sino también aquella de Francisco Petrarca de “Un bel morir tutta la vita onora”. La despedida estuvo a la altura de los ochos años de tesonera y proba labor. Zona Libre ha muerto, ¡viva Zona Libre!

 

 

 

 

 

 

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