Karina Velásquez, Maria Agüero y Miguel Curiel en el Florianópolis Audiovisual Mercosul. Foto de Débora Klempous.
Miguel Curiel
Karina Velásquez, Maria Agüero y Miguel Curiel en el Florianópolis Audiovisual Mercosul. Foto de Débora Klempous.

Este texto fue escrito por el realizador venezolano Miguel Curiel, director de Wayu, La niña de Maracaibo, uno de los largometrajes de la Mostra de Longas Mercosul del último Florianópolis Audiovisual Mercosul, un festival que desde 1997 se realiza en la capital del estado brasileño de Santa Catarina, como instrumento de construcción de una verdadera política audiovisual en el Mercosur. Curiel narra su propia experiencia en este encuentro.

Uno va y encuentra, uno va y es encontrado, uno llega y viene, todo esta ahí y nadie lo busca, las respuestas son parte de lo posible y lo posible quiere encontrarse y las costumbres atávicas de no entender el camino evidente podrían desviarlo de lo necesario, de la reflexión que implica el encuentro.

María Carolina (Mariacaro de Piedra, papel o tijera), Karina y yo (por Wayuu. La Niña de Maracaibo) nos encontramos representando Venezuela en un original festival en medio de una isla al sur de Sao Paulo y conversando con argentinos, uruguayos y brasileños de todo lo que nos encontraba y reunía y de qué poco sabíamos los unos de los otros. De cómo tantos los años sin conocer nuestras cinematografías nos separaban injustamente de ese entendernos, tan fácil y tan “sentido”, con diferencias, con contradicciones, con ideas encontradas o paralelas, con un “querer” saber, con una sorpresa de lo que se hacia, se filmaba, se contaba en el país del otro.

Lo bueno de los festivales pequeños, de convivencia, como el Florianópolis Audiovisual Mercosul (FAM) “na tela da Floripa”, es que la conversación y las ideas fluyen. Nadie esta allí para ganarse el Oscar o la Palma de Oro de Cannes. Está para defender su independencia y concretar alianzas con la misma. Cuestión de crear futuro cinematográfico latinoamericano.

Y ese futuro empieza con las posibilidades de Mercosur, con una suerte de posible “mercado común” de nuestro cine. Son 100 largometrajes argentinos de ficción por año, 140 películas brasileñas, 10 uruguayas y 15 venezolanas (sigo sin entender porque en Venezuela se producen tan pocas películas de ficción si tenemos una población equivalente a la argentina que hace cien al año) que son un capital importante y son una base económica a negociar con la distribución en nuestras latitudes. Las norteamericanas no son más, y menos si contamos también las ciento cuarenta producciones mexicanas, las ecuatorianas, las chilenas y las bolivianas, aunque aun no estén en Mercosur. Lo que implica mas de 500 películas ficción al año, mas los documentales y cortos que se suman por lo menos en unos 800 a mil anualmente en el mercado. 6 mil salas, mil canales de TV, cables, etcétera. ¿Quién dijo miedo? ¿Quién dijo que no tenemos cómo ofrecer suficientes películas para las salas, televisoras, cables, cinematecas?

Nosotros, invitados para vernos, con cortos, documentales y largos, ahí presentes, embajadores de una cinematografía pujante que comienza abrirse al mundo, compartimos con productores, autores, directores, críticos, guionistas, representantes internacionales del centro de cinematografía argentino, representantes internacionales del centro de cinematografía brasileño (no entendimos porque no había representación internacional del CNAC), conversamos proposiciones y descubrimos que había ya una estructura legal que de concertarla las estructuras de políticas cinematográfica que conforman Mercosur se puede concebir un plan eficiente que permita que nuestras películas latinoamericanas puedan ser distribuidas en América Latina. Que a mi entender es el publico natural de nuestras cinematografías, más que el del llamado primer mundo que solo exige de nosotros “el buen salvaje” que solo sufre en rebeldía de problemas sociales y políticos, conformándonos así, para ellos, en un subproducto que tranquiliza sus conciencias y que nos cohíbe a contarnos en toda la extensión de nosotros mismos.

Miguel Curiel 1/07/2013

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