Willie Colón y Héctor Lavoe 2
Se cumplen 20 años de la muerte de Héctor Lavoe. La oportunidad es buena para recordar el disco que hizo con Willie Colón en 1973, Lo mato, que es un tratado sociológico del barrio latinoamericano.

Al profesor Alexander Ochoa (del Colegio Fray Luis Amigó), gran docente y melómano.

Si algo define América Latina es el barrio marginal. Se les llame barrios, villas miseria, favelas, arrabal o con cualquier otro nombre, desde México hasta Argentina hay algo que da identidad al fracaso social de América Latina y es el barrio. Nos han querido vender una historia de “realismo mágico” en ese subcontinente y es mentira. El realismo allí tiene más de hechizo o nigromancia que de magia, dado que proporciones importantes de población lidian cotidianamente con violencia, ausencia de servicios públicos, ilegalidad y una probabilidad real de morir al final del día. Aquello de “vive rápido, muere joven y deja un cadáver bonito” lo pueden realizar los adeptos al rock y los bohemios con mucha facilidad en un barrio de los cerros o la periferia en cualquier urbe latinoamericana.

Lo fascinante de América Latina, el síntoma de su gozosa fuerza individual, es que esa temática se transformó en música de baile. El tango argentino ya le cantaba al arrabal y el barrio, tipificando sus personajes. En los años setenta, surgió en el caribe la salsa. Y si bien la salsa hereda los ritmos cubanos del son montuno y el mambo, añadiendo plena, bomba e incluso letras tangueras, su novedad es que le canta al barrio pobre latinoamericano. Fue alumbrada en Nueva York, donde los inmigrantes latinoamericanos que huían en búsqueda del “american dream” acababan relegados a los propios barrios pobres de las grandes ciudades estadounidenses. El Bronx y el Latin Harlem acaban reproduciendo bajo cielo gringo lo que el inmigrante había dejado atrás. La salsa hizo bailable la realidad del barrio. Si algo ayuda a exorcizarnos es reírnos y bailar.

Lo matoEl sello Fania, fundado por el músico dominicano Johnny Pacheco y el empresario estadounidense de origen hebreo Jerry Masucci, comenzó su trabajo en los años sesenta. Fichó a artistas de la música afrocubana que estaban sin encontrar una alternativa ante la invasión del rock británico y la dictadura del genocida Fidel Castro, con las cuales las radios estadounidenses habían vetado el mambo y la pachanga. Ray Barreto, Richie Ray y Bobby Cruz, entre otros, ficharon con Fania y navegaron en un género donde se cantaba en spanglish: el boogaló. En esos días de 1967, la Fania fichó a un joven trombonista de 17 años, Willie Colón y le propusieron que cantara con un talentoso joven de nombre Héctor Pérez, a quien se había rebautizado con el nombre artístico de Héctor Lavoe, quien contaba 21 años. Willie usaba los trombones como identidad sonora, heredando una novedad de Mon Rivera y en línea con Eddie Palmieri, quien también usaba unos trombones estridentes como seña. Palmieri contaba en su orquesta La Perfecta con un virtuoso proveniente del jazz, Barry Rodgers. El tema es que Willie no andaba en virtuosismos y sonaba “malandro”. Héctor tenía sus reservas, hasta que le oyó grabar a Willie un sabroso instrumental. Si bien Héctor venía de Puerto Rico y Willie era oriundo del Bronx, se conseguían identificar como nuyoricans, portorriqueños viviendo la vida neoyorquina desde el barrio pobre. Su primer disco, El Malo, apuntaba hacia donde iban. La letra del tema que le da título al disco ya nos habla de un guapetón de barrio, un tipo de esos que es mejor esquivar en la calle y que la policía anda buscando:

No hay problema en el barrio

que quién se llama El Malo,

Si dicen que no soy yo

Le doy un puño de regalo.

 

Quien se llama El Malo

no hay ni discusión,

El Malo de aquí soy yo

porque tengo corazón.

Coro:

Echate pa’lla, que tú no estás en ná.

La canción se puede oír en http://www.youtube.com/watch?v=CoNHe8BKc0o

Los mejores críticos de salsa que he leído, César Miguel Rondón y José Arteaga, nos han dejado obras seminales para conocer la obra de Colón y Lavoe. Rondón nos aportó El Libro de la Salsa (Ediciones B, 2008) y Arteaga nos invitó al género desde La Salsa, un Estado de Ánimo (Acento Editorial, 2001). Rondón es venezolano y su Libro de la Salsa ya había sido publicado localmente a finales de los años setenta. En él reseña cómo El Malo produjo críticas adversas de los músicos cubanos tradicionales. No obstante, fue un éxito de ventas. Nada de boogaló. Allí había salsa. Incluso antes de que la salsa surgiera como marca – La Fania, con su hábil marketing, impuso el término con sus películas de 1971 Nuestra Cosa Latina y Salsa de 1973.

Lavoe y Colón sacaron discos colocando portadas donde se retrataban crímenes. Entre los mejores estaba Cosa Nuestra, publicado en 1969 y donde el tema Che Ché Colé le dio a la banda salsera el gran hit que necesitaban para consolidarse. La carátula puede verse enhttp://www.allmusic.com/album/cosa-nuestra-mw0000763155 En la re-edición de 2010 por Fania / Código Music, las notas que acompañan al disco señalan:

“La foto de la carátula, original de Henry Wolf, recrea una escena típica de los crímenes de la mafia y del bajo mundo: un asesinato del que no quedarán rastros ni huellas dactilares porque el cuerpo del difunto será depositado en el Río Hudson con una enorme piedra atada a sus pies.”

Este marketing de la violencia del barrio jamás impidió a Colón y Lavoe trabajar temáticas amorosas. Es más, juntos exploraron la música navideña tradicional de Puerto Rico, mediante sus discos Asalto Navideño, con Yomo Toro tocando el folclórico cuatro borincano. Con esto se extrae también una importante lectura: el barrio, lo malandro y lo niche también están abiertos a los sentimientos de amor, nostalgia y esperanza – a la trascendencia, en suma. Si algo ha conducido al éxito del populismo latinoamericano es el desprecio, subestimación y hasta maltrato que profieren clases medias y adineradas contra el barrio, guiados por los prejuicios y el feudalismo que caracterizan a América Latina y mucha de su “gente bien”. Los demagogos como Perón y Chávez supieron aprovecharse de esa lectura miope, conduciendo a sus sociedades a una brecha social y desentendimiento aún mayores.

En 1972 Willie y Héctor tuvieron su mayor éxito de ventas con El juicio, el disco salsero más vendido hasta que en 1978 el propio Willie grabó con el panameño Rubén Blades el álbum Siembra. Blades consiguió algo que le fue negado a la mayoría de músicos salseros: la aceptación entre las clases medias latinoamericanas de su tiempo. Hoy en día en una fiesta de gente “decente” se oye salsa; no obstante, una fiesta de quince años o matrimonio “bien” en los años setenta prefería música en inglés, boleros cantados por el genial Tito Rodríguez u orquestas con sonidos antillanos que se mantenían ajenas a la salsa, como la venezolana Billo’s, fundada por el gran dominicano Luis María Frómeta en Caracas  y que sigue siendo una institución en Venezuela y Colombia.

Colón se va agotando del modelo con Lavoe. En mucho incidieron los problemas de drogas e impuntualidad de Héctor. Ya un pianista de la banda, el brillante Markolino Dimond tuvo que dejar la agrupación por su adicción a la heroína, reemplazándolo el no menos descollante Joe Torres. A Héctor se le tuvo más indulgencia, por ser el cantante, cuya voz y popularidad resultaban fundamentales. Además Willie mantenía y mantuvo hasta el final una amistad profunda con Héctor. En ese estado de cosas, grabaron Lo mato, el disco al que se refiere esta nota, en 1973. Este fue su mayor proyecto de canto al barrio. Tras él, Willie le entregó la banda a Héctor, le siguió haciendo arreglos para los discos que Lavoe publicó como solista (a él se deben los violines de Periódico de Ayer y El Cantante) y siguió haciendo discos seminales con las voces de Celia Cruz, Mon Rivera, Rubén Blades e Ismael Miranda.

¿Qué tiene de especial Lo Mato? La estética mantiene el tono barriobajero, con Willie apuntando con un revólver a un pobre viejo y con el título completo “Lo mato si no compra este L.P.” (lo de L.P. viene por long-play o álbum de larga duración, en aquellos tiempos del vinilo como formato). Lo novedoso del disco fueron las piezas, cuyo canto directo y elaborado al barrio sigue vigente en 2013, cuarenta años después, cuando aún las ciudades latinoamericanas mantienen estos enclaves de violencia y marginalidad. Las canciones incluyen Calle Luna, Calle Sol, El día de mi suerte, Señora Lola y Todo tiene su final. Son los números más inherentes al barrio, matizados con números menos hirientes como una canción del tradicional Trío Matamoros cubano (Guajira Ven), una posible alusión a la marihuana (La María), el sabroso tema Vo So y un instrumental.

Las letras bien valen por cualquier reportaje de periódico o tratado sociológico sobre el barrio. Los ejemplos siguientes lo ilustran.

En Calle Luna, Calle Sol, compuesta por Willie, la letra es esta:

Coro:

Mete la mano en el bolsillo

saca y abre tu cuchillo y ten cuidao.

Pónganme oído en este barrio

muchos guapos lo han matao.

Calle Luna, Calle Sol.

 

Oiga señor si usted quiere su vida

evitar es mejor o la tienes perdida.

Mire señora agarre bien su cartera,

no conoce este barrio aquí asaltan a cualquiera.

En los barrios de guapos no se vive tranquilo

mide bien tus palabras o no vales ni un kilo.

Coro:

Camina pa’lante no mires para los’laos.

(El tema se puede oír en una sabrosa versión en vivo de 1978, con algún cambio en las estrofas, en un concierto dado en Puerto Rico por Willie con Héctor, enhttp://www.youtube.com/watch?v=zK2hDaNW0_U)

En Señora Lola, un malandro reconviene a la esposa de su enemigo:

Señora Lola dile a su esposo que aguante el bembo,

yo soy hachero de verdad y no como miedo,

señora Lola dile a su esposo,

que aguante el bembo que yo soy hachero de verdad y no como miedo

y si es que viene con un alarde yo le doy vuelto,

yo lo conozco bien de atrás, desde hace tiempo,

la única hazaña de su marido es haber corrido como un demente,

señora Lola dígale rápidamente,

porque si sigue hablando me está obligando

y no quiero actuar

En esa cotidianidad de malandros, el individuo sueña con una realidad mejor. La rebeldía del ser humano nunca cede, ni siquiera ante esa brutal realidad del barrio. El día de mi suerte, con letra de Willie y Héctor, es el reclamo de quien quiere que su suerte cambie. El individuo del barrio sólo puede atribuir a una mala suerte haber nacido allí. ¿Acaso elegimos dónde nacemos?

El barrio origina su historia con quienes huyeron del miserable campo latinoamericano, asolado por ausencia de propiedad, los salarios indignos y el desconocimiento de tecnología, con un campesino sometido a los vaivenes en los precios o la tiranía de un latifundio que desconoce la economía de mercado. Ahora bien, ¿Qué ocurre con los hijos de quienes se aventuraron al barrio urbano para dejar atrás el campo? El barrio se hace secular para las siguientes generaciones y sólo un milagro como jugar bien un deporte popular (béisbol, fútbol), inversión educativa de la familia y algún afortunado apoyo público (las orquestas juveniles venezolanas, por ejemplo), puede sacarlo a uno de allí. La invitación cotidiana es a la mendicidad, el alcoholismo, la delincuencia y el sexo en edad casi infantil. No puede menos que desesperarnos como sociedad latinoamericana el ver a un pobre niño pidiendo dinero en un semáforo. El pronóstico es casi seguro: una muerte en edad temprana. Sólo una familia dedicada, un buen docente, las organizaciones religiosas, alguna fundación que dé un apoyo y un golpe de suerte revertirán ese destino sellado socialmente. El protagonista de “El día de mi suerte” lo dice con elocuencia:

Ahora me encuentro aquí en mi soledad

Pensando qué de mi vida será

No tengo sitio dónde regresar

Y tampoco a nadie quiero ocupar.

Si el destino me vuelve a traicionar

Te juro que no puedo fracasar

Estoy cansado de tanto esperar

Y estoy seguro que mi suerte cambiará

Y ¿cuándo será?

 

Sufrí la parte de mi vida ya

Sin un complejo de inferioridad

Por eso no me canso de esperar

Pues un día Dios a mí me ayudará.

Y el día que eso suceda escuche usted

A todo el mundo yo le ayudaré

Porque tarde o temprano usted verá

Cómo el día de mi suerte llegará

Y ya lo verá.

La canción se puede oír completa en http://www.dailymotion.com/video/xa7ust_el-dia-de-mi-suerte-hector-lavoe_music#.UdDwzfnrySo

Lo maravilloso de un disco como Lo Mato es que suena auténtico. Los trombones le dan el toque niche, el arreglo es sabroso y contundente… Además, Lavoe sabe a barrio, uno lo siente como parte de lo malevo a que ya le cantaba el tango hace un siglo. Sobre su vida inicial en Nueva York, Lavoe comentaba esto en 1980 en entrevista al periodista colombiano César Pagano:

“Allí vivía en esas barriadas sucias pero rítmicas de los latinos y los negros, las pandillas con sus territorios, los desempleados que ocupaban el tiempo en hacer travesuras y los cañoneros en los bailes que buscaban una oportunidad. Allí conocí también el vicio.”

(c.f.  PAGANO, César. “Lavoe y Colombia, una charla ‘pagana’. El Tiempo, 29/06/2013, sección Debes leer, pág. 34)

Lavoe murió el 29 de junio de 1993, tras las secuelas físicas de un intento de suicidio al arrojarse de un balcón. Contrajo el virus del HIV, por su uso de jeringas para inyectarse heroína. Una película que merece más reconocimiento, hecha por Jennifer López y Marc Anthony cuando eran pareja, reproduce la frenética biografía del genial salsero. Se llamaEl Cantante, data de 2007 y en ella Lavoe es protagonizado magistralmente por Marc Anthony, quien interpreta los temas con sapiencia y sabor.

Uno sólo espera que el mejor tributo a Lavoe y al genial Willie Colón, que sí sigue entre nosotros, sea que el barrio algún día sólo sea un recuerdo distante y ajeno, como esos bucólicos medios rurales que nos recuerdan los pasajes, guajiras, payadas y tantos cantos latinoamericanos que nos resultan tan folclóricos e irreconocibles en la actualidad.

Bogotá, junio de 2013

carlosurgente@yahoo.es

@carlosgoedder

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