Elba Escobar Glorius 1
Elba Escobar se apropia del personaje de Florence Foster Jenkins y le otorga un matiz muy humano, incluso conmovedor.

Mientras Europa se desangraba en una atroz guerra contra el nazismo, al otro lado del Atlántico, en Nueva York, Florence Foster Jenkins utilizaba la herencia millonaria que le dejó su padre para debutar el 25 de octubre de 1944 como cantante lírica en la legendaria Carnegie Hall de Manhattan. El único problema que tenía la  entonces rica anciana —nació en 1868 en Pensylvania y murió en 1944 en la ciudad de los rascacielos— se encontraba en su carencia absoluta de talento para el canto. Fue considerada como la peor cantante del mundo. Sus recitales anuales en el hotel Ritz Carlton y otras salas de concierto neoyorquinas eran sinónimo de burla colectiva. Pero su gran sueño consistía en cantar en el mítico e inmenso teatro de la Séptima Avenida. Para ello se preparó con el pianista Corme McMoon, con quien sostuvo una extraña relación profesional, hasta cumplir su sueño, con un lleno total, aunque la crítica fuese despiadada. Murió al mes siguiente. Esta historia verdadera que parece una ficción ha inspirado tres obras de teatro, pero la que mayor éxito ha tenido es Glorius, del dramaturgo inglés Peter Quilter, quien la estrenó en Londres en 2005. Desde entonces se ha montado en una docena de ciudades en Europa y América, hasta la adaptación que en Caracas ha hecho Daniel Uribe con el protagonismo estelar de Elba Escobar.

Glorius se mueve entre la interpretación contemporánea de una leyenda neoyorquina de la primera mitad del siglo pasado y el homenaje a los sueños de una mujer dispuesta a llevar más lejos su felicidad. El texto de Quilter apenas contextualiza su historia en los años de la II Guerra Mundial para concentrarse en la actitud vital de Florence, cercana a la obsesión. El autor no ofrece explicaciones de su conducta ni pretende mostrar las razones de su conflicto con su padre. Esto es secundario. Lo principal de la obra se halla en el encanto de una mujer algo demente que no ha renunciado a su ambiciones. La pieza se extiende desde que ella decide debutar en el Carnegie Hall y contrata a Cosme hasta el momento justo de cumplir sus sueños, atravesando un conjunto de situaciones absolutamente jocosas, e incluso absurdas. Porque es imposible equivocarse, Glorius es una comedia y logra su objetivo: hacer reír al espectador.

La sobria puesta en escena de Uribe enfatiza el rol de estos dos personajes y permite que se luzcan con un humor inteligente. Le otorga una dimensión muy humana a una comedia con cierto toques dramáticos. Lo hace con un ritmo preciso, cuidando los detalles. De varias maneras recuerda sus montajes de Palabras encadenadas (2003) y Fugas (2011), ambas del catalán Jordi Galcerán, y a su otro trabajo en cartelera Mi madre, Serrat y yo, de Carlos de Metties. Piezas diferentes que tienen en común el criterio de montaje de Uribe, que no solo permite sino que potencia el trabajo actoral. En este sentido, la iluminación, la escenografía y la música componen un cuadro escénico para que Florence se ofrezca tal como es y para que se adueñe de la escena. Solo el vestuario adquiere el tono de grandeza de una diva. Es lo que corresponde.

Como era de esperarse, Escobar demuestra una vez más su notable capacidad para manejar el humor sin incurrir en excesos. Le confiere simpatía a su personaje —desafina en todas las notas— y se gana la confianza de un público que aplaude sin timidez en sus escenas más divertidas. Se apropia del personaje de Florence Foster Jenkins y le otorga un matiz muy humano, incluso conmovedor.

El personaje principal de la obra es Florence Foster Jenkins, obviamente, pero quien conduce la historia es Cosme, muy bien actuado por Germán Anzola. Él cuenta, literalmente, la matriz de lo que sucederá, presenta a Florence, intenta disuadirla y a los pocos minutos se convierte en el propulsor de su debut en el Carnegie Hall. Una y otro interactúan con total independencia. Cosme le hace confidencias al público mientras Florence se siente cada vez más una diva del bel canto. Hay un poco de oportunismo en ambos. Pero sin uno no existe la otra y viceversa.

Al lado de Florence y Cosme, pero en un plano secundario, se hallan su amiga Dorothy, interpretada por Liliana Meléndez, una ex bailarina que vive para el éxito de Florence, y la insolente doméstica portuguesa que se convierte en profesora de música, caracterizadas por Alberta Centeno.

Glorius, como toda buena comedia, nos pone a pensar en las cosas esenciales de la vida, aunque puedan parecer absurdas e incompletas. Aquella anciana millonaria que cantó en el Carnegie Hall en 1944 cumplió su sueño. Después murió.

GLORIUS, de Peter Quilter. Dirección: Daniel Uribe. Producción: Anayansi Carrasquel y Marcos Purroy. Elenco Elba Escobar, Liliana Menéndez, Germán Anzola y Alberta Centeno. Teatro Trasnocho, vienes y sábado a las 8:00 pm y domingo a las 6:00 pm.

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